Lecciones para adultos: "Crecer en Cristo"
Edición para maestros. Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2012
Lección 4: "La salvación: La única solución"
Para el 27 de octubre de 2012
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El sábado enseñaré...
Saber bosquejar tanto los resultados devastadores del pecado, como la solución que proveyó Dios.
Sentir la bondad y magnitud del amor perdonador de Cristo, y el perdón, la justificación y la restauración que él hace posible.
Hacer: arrepentirse y experimentar la vida nueva que viene con la aceptación del sacrificio de Cristo.
Saber: Problema grande, solución grande
¿De qué modo el pecado cambió la naturaleza y la vida humana en este mundo, así como en el universo?
¿Cuál fue la solución del pecado, que Dios tuvo? ¿Cuándo se proveyó esta solución, y qué poder tiene para arreglar el problema?
Sentir: Bondad abrumadora
¿Por qué es importante que cada seguidor de Cristo considere diariamente su gran necesidad como pecador?
¿Por qué también es importante reflexionar diariamente sobre lo que Cristo hizo en favor del pecador con su muerte en la cruz?
¿Cómo cambia el corazón humano el responder al sacrificio amante de Dios, y el aceptar el perdón, la justificación y la restauración que él hace posibles?
Hacer: Arrepentirse y creer
¿Qué pide Dios que haga el pecador en respuesta al sacrificio de Cristo?
¿Cómo puede el pecador sentir la seguridad de la salvación?
Sin un Salvador, afrontaríamos la destrucción eterna por causa del pecado. Sin embargo, Dios ha provisto una solución perfecta y amplia por medio del sacrificio de Cristo que, si es aceptada, proporciona perdón, justificación y restauración.
Concepto clave para el crecimiento espiritual: Por medio de la muerte de Cristo en la cruz, Dios proveyó la solución final y única al problema del pecado. Sin esto, no hay salida para el pecado.
Solo para los maestros: La pregunta más desconcertante que confronta la existencia humana es: “¿Quién soy yo?” (2 Sam. 7:18). El mundo nos tienta a exaltarnos a nosotros mismos, o a arrojarnos al abismo de la desesperación. ¿Cuál es el problema de estas respuestas que da el mundo, y cuál es la solución? La lección esta semana enfoca este problema.
Actividad inicial: “¿Quién soy yo?” Hay muchas respuestas posibles, pero consideremos cuatro. Primera, el filósofo dice: “La vida sin exámenes no vale la pena vivirla. El conocimiento es poder, y el poder es el que me sostiene o me derrumba”. Segunda, la persona “primitiva” responde en términos de identificación tribal. “Encuentro mi seguridad en mi grupo; no importa nada más”. La dificultad de este primitivismo es que nunca va más allá de la cueva del interés propio. Tercera, considera lo “mundano”. En el mundo del mundano, mi identidad –sea en los negocios, la política o las profesiones– está en mí mismo. El poder llega a ser mi foco. En la frase de la vida, el sujeto es “Yo”, el verbo es “soy”, y el objeto es “yo”. “Yo soy yo”. Nada más importa.
Ninguna de estas respuestas es suficiente. Así que, la cuarta: nos volvemos a la cruz. Allí vemos nuestra situación: un pecador, a quien Dios busca. En la cruz, el pecador ve dos personas: “el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20). El Hijo y yo. Con esa perspectiva, puedo afirmar que no soy un accidente cósmico en este universo. No soy el clímax de un proceso de evolución. No soy una clavija en una máquina gigantesca, que se mueve en un ciclo sin sentido. Soy un hijo de Dios que se perdió.
Analiza: ¿Por qué la respuesta más satisfactoria de esta difícil situación de la humanidad solo se alcanza si se la estudia a la luz de la cruz, y al volverse a ella?
Comentario de la Biblia
Solo para los maestros: La Biblia describe como pecado: el acto de “perderse” abandonar la voluntad de Dios, rebelarse contra su ley, rechazar sus justas demandas y afirmar el yo. Con el cielo como punto de partida y con la caída vertical del pecado desde este ideal, el descenso tiene una dimensión vertical. “Desviarse” también produce una quiebra horizontal de relaciones en la familia y la comunidad, expresada en términos de orgullo, celos, falta de bondad, y otros actos similares. Dirige a la clase para hacer un análisis de la dimensión vertical y de la horizontal.
Panorama: Los enfoques del trato con el pecado son diversos. Algunos niegan el pecado. Otros igualan el pecado con un contratiempo biológico, un accidente sociológico o un subdesarrollo psicológico. Todavía otros alegarían una deficiencia moral o una carencia económica. Pero ¿qué dice la Biblia? La lección de esta semana señala la naturaleza del pecado, lo que Dios ha hecho en cuanto a él y lo que nosotros necesitamos hacer.
I. El pecado: Su naturaleza y esencia
(Repasa, con tu clase, Rom. 7:23-25).
El pecado es un intruso. La Biblia comienza con el retrato del pecado como un intruso en la perfecta creación de Dios, producido por la elección de nuestros primeros padres, quienes echaron su suerte del lado de Satanás en oposición al lado de Dios (Gén. 3). La Biblia termina con los juicios de Dios que destruyen el pecado y a Satanás, y que crean un cielo y una Tierra nuevos (Apoc. 20:11-15; 21:1-5). Entre el inicio y el final, la Biblia cuenta la historia del pecado que se desarrolla en la vida de los individuos y de las naciones.
El pecado es una rebelión contra Dios. En el cielo, el pecado comenzó con la rebelión de Lucifer contra Dios (Isa. 14:12-15; Juan 8:44). En la tierra, comenzó con la desobediencia de Adán y Eva (Gén. 3; Rom. 5:12). “El pecado es la transgresión de la ley” (1 Juan 3:4, NVI). Así, el pecado no es solo un acto equivocado –como cruzar una luz roja en una intersección–, sino una rebelión real contra Dios (Sal. 51:4; Isa. 1:2). Además, es tanto rehusar sujetarse a él (Rom. 8:7) como elegir vivir en enemistad contra él (Rom. 5:10; Col. 1:21).
El pecado es universal y conduce a la muerte. “Todos pecaron” y están sujetos a la muerte (Rom. 3:23; 6:23). Isaías da un pronóstico sombrío de la depravación humana: “Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana” (Isa. 1:5, 6). El significado es claro: la persona entera –física, mental, espiritual y emocional– está contaminada con el pecado (Rom. 1:23-25; 7:23-25; 5:8, 12); y con nosotros, toda la creación gime bajo el peso del mal (Rom. 8:22). De esta manera, una humanidad depravada, un compañerismo enemistado y una naturaleza que gime son testigos de un universo que batalla con las fuerzas del pecado.
Considera: El pecado no es sencillamente una revuelta; es un rechazo y una elección. ¿Qué estamos rechazando cuando elegimos pecar? ¿Hasta qué punto el pecado ha contaminado a la raza humana, y cuál es la única curación?
II. El pecado: ¿Qué hizo Dios?
(Repasa, con tu clase, Juan 3:16).
En un texto poderoso, la Biblia resume lo que Dios hizo para tratar con el problema del pecado: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Que Dios haya entregado a su Hijo para morir en la cruz no fue accidental; fue concebido en su mente “antes de la fundación del mundo” (Efe. 1:4-7).
La provisión de Dios para el problema del pecado es tanto redentora como quirúrgica. Es redentora porque Dios ha provisto redención para la humanidad por medio de la cruz de Cristo, que reconcilia a Dios con los humanos (2 Cor. 5:19). Es quirúrgica porque se espera un momento final, cuando el pecado y sus resultados serán completamente eliminados de la tierra, y darán paso a la creación de “nuevos cielos y nueva tierra” (Isa. 65:17).
Considera: ¿Cómo revela la cruz ante el universo tanto la verdadera maldición del pecado y el verdadero significado de la vida?
III. El pecado: Qué hay que hacer
(Repasa, con tu clase, Efe. 2:8).
No podemos hacer nada, por nuestra cuenta, para salvarnos. La doctrina de que podemos salvarnos por nuestras buenas obras o por ritos es tan vieja como el pecado mismo. La cruz, no la hoja de higuera, es la solución al problema. “El principio de que el hombre puede salvarse por sus obras, que es fundamento de toda religión pagana [...] Satanás lo había implantado; y doquiera se lo adopte, los hombres no tienen defensa contra el pecado” (DTG 26).
Solo Cristo es nuestro Redentor. Decir esta verdad no es el resultado de arrogancia espiritual ni orgullo doctrinal, sino un reconocimiento de la singularidad de lo que sucedió en la cruz. La manera que Dios eligió para tratar con el pecado, mediante la manifestación de su gracia, costó la vida de su Hijo. “Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. Él sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. ‘Por su llaga fuimos nosotros curados’ ” (DTG 16, 17).
De esta manera, debe notarse que el amor y la gracia de Dios hicieron posible nuestra salvación mediante la cruz (Juan 3:16; Rom. 1:16; Efe. 2:8; Tito 2:11). Nuestra parte es creer y aceptar lo que Dios ha hecho por medio de Cristo. Como pecadores, todo lo que necesitamos hacer es ir con fe a la Cruz. Allí debemos ver en él a nuestro Sustituto.
Debemos arrepentirnos de nuestros pecados y reconocer que él murió por nosotros (Mar. 1:15; Hech. 3:19; 16:31; Rom. 5:8; 14:15). Por la fe en él tenemos perdón del pecado y redención (Efe. 1:7, 8); justificación (Gál. 2:16); y “justificación, santificación y redención” (1 Cor. 1:30). No se escatima nada esencial para una vida nueva; llegamos a ser hijos de Dios (Rom. 8:14) y, además, recibimos el don de la vida eterna (Rom. 5:21; 6:23; 1 Juan 2:25).
Considera: ¿Por qué la doctrina de la salvación por obras es tan peligrosa? ¿Cómo procura socavar la teología de la cruz, de que somos salvos solo mediante Cristo?
Solo para los maestros: Cada religión demanda que sus seguidores hagan el bien ya sea como un medio para ganar la salvación o para escapar un ciclo o dos en el proceso de la reencarnación. Pero, en el cristianismo, la salvación no puede ser ganada por obras. Elena de White escribió que el manto de justicia, “tejido en el telar del cielo, no tiene un solo hilo de invención humana” (PVGM 253). En Cristo, Dios nos acepta como somos, perdona nuestros pecados, nos da el poder para hacer el bien y nos adopta como sus hijos. Por lo tanto, cantamos: “En la cruz de Cristo me glorío”.
Preguntas de aplicación:
¿Cómo puedes hacer que la cruz sea central en tu vida?
¿Cuál es la responsabilidad de los hijos de Dios para con sus otros hijos, tanto dentro del redil salvador como fuera de él?
Solo para los maestros: La experiencia redentora permite tener una mente transformada, que pueda mirar la vida y su ambiente desde la perspectiva de una conformidad total con el plan original de Dios.
Actividad: En vista de tal experiencia redentora, ¿cómo te relacionarás con los que te rodean: con tu vecino que tiene una religión diferente, con el obrero que trabaja contigo y que a menudo es desagradable, o con los que difieren de ti en cultura, política o raza?
Lecciones de la Escuela Sabática
Estudie la palabra de Dios a través de las Guías o lecciones de la Escuela Sabática.
Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Juan 12:44,45.
Libros de Lecturas Devocionales
- A Fin de Conocerle. Hoy con la lectura Servid al señor de todo corazón basada en Colosenses 3:23-24.
- Cada día con Dios. Hoy con la lectura Fábulas por arte compuestas basada en Daniel 8:14.
Envíe su Pedido de Oración, sus peticiones serán tratadas de una forma confidencial.
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