Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "El Discipulado"

Edición para maestros. Primer trimestre (enero-marzo) de 2014

Lección 3: "El discipulado y la oración"

Para el 18 de enero de 2014

 

Enseña a tu clase | Bosquejo de la Lección | Resumen
Ciclo de Aprendizaje:
Motiva | Explora | Aplica | Crea

 

El sábado enseñaré...

Texto Clave: Juan 17:20, 21.

 

Ir ArribaEnseña a tu clase a:

Saber reconocer que la oración es un ingrediente esencial en la vida del discipulado.

Sentir la importancia y la necesidad de la oración, aunque admitiendo que es una práctica rodeada de misterio.

Hacer: Cultivar una actitud de oración que sature toda la vida diaria.

 

Ir Arriba Bosquejo de la Lección

  1. Saber: La oración no es solo para “obtener cosas”.

    1. Nombra algunos de los grandes héroes de oración bíblicos. ¿De qué maneras la experiencia de ellos refleja nuestros ideales acerca de la oración?

    2. ¿Qué palabra usarías para describir una oración efectiva? ¿Por qué la elegiste? ¿Qué dice acerca de Dios?

  2. Sentir: La oración efectiva no tiene una fórmula secreta.

    1. La oración es una comunicación con Dios, pura y sencilla. ¿Qué temas surgen en tus conversaciones con Dios? ¿Por qué?

    2. ¿Te importa que Dios se interese en lo que a ti te interesa? ¿Cómo te sientes al saber que él escuchó tu oración?

    3. ¿Por qué es tan difícil darle a Dios la libertad de responder las oraciones en sus tiempos?

  3. Hacer: Orar sin cesar.

    1. Los mayores héroes de oración de la Biblia fueron aquellos para quienes Dios era una realidad siempre presente. ¿De qué manera puedes cultivar esa relación en tu vida?

    2. ¿De qué modos quienes viven junto a ti, comprenden que eres una persona de oración?

 

Ir Arriba Resumen

Hay poder en la oración. No es que le decimos a Dios qué hacer y él lo hace. Es que, mediante la oración, pensamos sus pensamientos y vivimos en armonía con ellos.

 

Ir Arriba CICLO DE APRENDIZAJE

Texto destacado: Juan 17:20, 21.

Concepto clave para el crecimiento espiritual: La oración es un ingrediente esencial en la vida del discipulado. Involucra mucho más que solo “obtener respuestas”.

 

Ir ArribaPASO 1: ¡Motiva!

Solo para los maestros: La mayoría de las personas entienden mal muchas cosas acerca de la oración. La tratan como si fuera una especie de fórmula mágica que “fuerza” a Dios a hacer lo que le pedimos. Otros creen que, si no reciben lo que piden, no están orando lo suficiente o que su experiencia espiritual es deficiente. Esta lección muestra que la oración contestada no está relacionada con la condición espiritual de las personas. Muchas personas piadosas oran sin recibir respuestas a sus oraciones.

Actividad/diálogo inicial: Pide a cada miembro de la clase que describa sus memorias más tempranas con la oración. Esas experiencias pueden incluir: oraciones sencillas (“Ahora me voy a dormir...”), algunas respuestas notables a la oración o involucrar alguna crisis en la que las oraciones parecían ser ignoradas. Asegúrate de que haya un ambiente en que las personas puedan compartir francamente sus experiencias, tanto de fe como de duda.

 

Ir ArribaPASO 2: ¡Explora!

Solo para los maestros: Es fácil simplificar la experiencia de la oración, y dar la impresión de que Dios “siempre” hace esto o “nunca” hace aquello. En realidad, la oración es una de las actividades divinas más misteriosas de nuestra experiencia. Debemos orar siempre, pero debemos evitar darnos demasiado crédito por lo que sucede cuando oramos.

Comentario de la Biblia

I. La oración de un hombre justo

(Repasa, con tu clase, Dan. 9:2-19.)

Entre los aspectos interesantes de la oración de Daniel están los siguientes:

Primero, Daniel oró en la primera persona del plural “hemos” (nosotros). Esto es importante porque cuando oramos por otros, frecuentemente no nos identificamos con ellos. Pero Daniel oró: “Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas” (Dan. 9:5, la cursiva fue añadida). Aun cuando Daniel es uno de los pocos personajes bíblicos del cual no se escribió nada negativo, él se identificó con su pueblo, que era culpable de todas las cosas que mencionó. Cuando Daniel oró, no buscó echar la culpa sobre “ellos”; en cambio, él usó la primera persona del plural, “nosotros”. Se identificó plenamente con su pueblo.

Después de que Daniel confiesa su pecado y el de su pueblo, exalta a Dios con palabras que reconocen su poder majestuoso. Daniel usa términos como “grande”, “digno de ser temido” (vers. 4); “tuya es [...] la justicia” (vers. 7); “misericordia” y “perdonar” (vers. 9). En otras palabras, después de confesar sus limitaciones y las del pueblo, Daniel reconoce que su única esperanza está en la misericordia y el perdón de un Dios grande y justo.

El pedido de Daniel es sencillo y al punto: “Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo” (vers. 19). Daniel no presume de decirle a Dios qué debe hacer; solo le pide que actúe en favor de su pueblo.

Considera: Aunque se nos enseña a orar sincera y persistentemente, la oración de Daniel nos recuerda que debemos confiar en que Dios actuará en nuestro favor de la manera en que mejor se ajuste a sus propósitos, no a los nuestros. ¿Qué otros ejemplos de oración efectiva y poderosa puedes recordar de la Biblia? ¿Has orado alguna vez como oró Daniel? Si es así, ¿cuál fue el resultado?

II. Orad sin cesar

(Repasa, con tu clase, Mar. 1:35.)

El ejemplo de Jesús de levantarse para orar cuando todavía era oscuro, junto con el registro de que a menudo pasaba noches enteras orando, ha llevado a algunos a suponer que Dios, de alguna manera, es honrado si sacrificamos sueño en favor de una vida de oración más insistente.

Pero en ninguna parte (con la excepción del Jardín de Getsemaní) dio Jesús la impresión de que hay virtud en orar en lugar de dormir.

Sin duda, todos podemos recordar situaciones en las que nos sentimos tan abrumados por circunstancias que estaban más allá de nuestro control, que dormir, y aun comer, era prácticamente imposible. Además, aunque nuestras cargas nos impedían dormir, nuestra única esperanza es aferrarnos a Dios, como Jacob, orando: “No te dejaré, si no me bendices” (Gén. 32:26).

La larga lucha de Jacob con el ángel y oscuras horas de la experiencia de Jesús en Getsemaní nos enseñan el valor de la persistencia y la perseverancia en la oración.

Considera: La oración, como la salvación, trata de la fe, no de las obras. No oramos para torcerle el brazo a Dios a fin de que nos dé lo que le pedimos, sino porque no podemos hacer ninguna otra cosa (¿adónde iríamos?) ¿Cuándo encontramos más difícil orar? ¿Cómo superas esta dificultad? Define la oración, terminando la sentencia: Para mí, la oración es...

III. Orar sin respuestas

(Repasa, con tu clase, 2 Cor. 12:7-10; Luc. 22:39-44.)

Tristemente, demasiados cristianos, cuando confiesan que parece que no obtienen respuesta a sus oraciones, reciben la información de que no tienen suficiente fe o de que han estado orando de la manera “equivocada”. Es decir, si tuvieran más fe o si oraran correctamente, Dios estaría obligado a responder a sus oraciones.

Aunque esta teoría suena plausible, en realidad, la oración no opera de este modo. Oramos a un Dios omnisapiente y amante, pero no podemos confiar que pedimos lo correcto, o aun en saber qué es lo correcto.

Considera al apóstol Pablo: él menciona un “aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee” (2 Cor. 12:7). Nadie acusaría a Pablo de no tener fe; no obstante, por mucho que él oró buscando alivio, Dios permitió que su pedido no tuviera respuesta; o por lo menos así parecía.

Con el beneficio de ver hacia atrás, Pablo fue capaz de admitir que Dios sabía lo que hacía. “Me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (vers. 9). Y Pablo pudo concluir: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades... porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (vers. 9, 10).

Otro ejemplo de una oración que aparentemente no tuvo respuesta es la de Jesús en el Getsemaní (Luc. 22:39-44). Con el peso de los pecados del mundo entero sobre sus hombros, nadie culparía a Jesús por rogarle al Padre que le quitara la carga de encima. (Se podría alegar que el Padre se la quitó: pero solo después de que Cristo obtuvo la victoria sobre el pecado por medio de su muerte y resurrección.)

En cambio, Jesús se inclinó ante la perfecta voluntad de su Padre, y permitió que se cumpliera en él como demandaba el plan de salvación. Aunque Jesús tenía “suficiente fe” para librarse de una muerte certera, también tenía “suficiente fe” para seguir adelante y desempeñar su parte en la salvación de la humanidad.

Considera: ¿Qué requiere más fe? ¿Conseguir lo que queremos cuando oramos o, después de presentar nuestro caso delante de un Dios amante, aceptar lo que ofrece sobre la base de su voluntad perfecta? Analiza tu respuesta.

Preguntas para dialogar:

  1. ¿Preferirías adorar a un Dios a quien pudieras convencer para que responda tus oraciones, sin importar nada? ¿O preferirías creer en un Dios que responde las oraciones de tal manera que, algunas veces, solo se podrán explicar y entender en la eternidad? Analiza esto.

  2. ¿Qué personaje bíblico, texto, promesa, etc. ha tenido más influencia en tu comprensión de la oración como una disciplina espiritual? ¿Por qué?

 

Ir ArribaPASO 3: ¡Aplica!

Solo para los maestros: El tema de la oración no solo es complejo, sino también tiene el potencial de ser una fuente de culpabilidad. Aunque algunas personas siempre están listas para contar un incidente acerca de alguna respuesta increíble a la oración, para otros una respuesta real y viva a la oración es poco usual. Por esta razón, el tema tiene que ser presentado con gran sensibilidad y cuidado.

Aplicación a la vida:

Cuando Pablo les dijo a los santos en Tesalónica: “Orad sin cesar” (2 Tes. 5:17), no les decía que tenían que permanecer todo el tiempo sobre las rodillas, sino que sus corazones y mentes siempre deberían estar en una actitud de oración.

Actividad:

Invita a cada miembro de la clase a compartir experiencias de lugares y maneras no tradicionales en las que encontraron que podían orar “sin cesar”.

  1. Dicho de manera sencilla, la oración es comunicación: tanto hablar como escuchar. ¿Cuándo te habló Dios? ¿Qué te dijo?

  2. ¿Cómo sabes que estás orando “bien”?

 

Ir ArribaPASO 4: ¡Crea!

Solo para los maestros: El éxito en la vida de oración no tiene nada que ver con cuántas “respuestas” recibiste, o lo que recibiste como resultado de orar. El éxito se mide más por cuán bien te has comunicado con Dios, tanto al hablar como al escuchar.

Actividad:

Reparte trozos de papel. Pide a cada miembro de la clase que evalúe su vida de oración en una escala de 1 a 10 (siendo 10 es la nota más elevada) y que la anoten en el papel sin mostrarla a nadie. Que cada uno doble el papel y lo ponga en una bolsita.
Mezcla los papeles. Luego sácalos uno por uno, leyendo el número, sin hacer comentarios. Después de que hayas leído todos los números, termina la clase con una oración pidiendo que cada persona experimente a Dios de una manera nueva como resultado de su vida individual de oración. (También puedes pedir a cada miembro de la clase que contemple en silencio su propia vida de oración, y medite en qué mejoras les gustaría experimentar en ella [por ej., más oración, una fe más profunda, etc.]). Luego, concluye la clase orando pidiendo al Señor una vida de oración más significativa para cada miembro.

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