Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Las enseñanzas de Jesús"

Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2014

Lección 12: "Muerte y resurrección"

Para el 20 de septiembre de 2014

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 13 de septiembre

Lee Para el Estudio de esta Semana: Juan 11:11; 1:1-4; Lucas 8:54, 55; Juan 5:28, 29; Mat. 5:22, 29; Juan 11:38-44.

Para Memorizar: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).

Los seres humanos tenemos una repulsión innata hacia la muerte, porque fuimos creados solamente para vivir y nunca morir. La muerte es un intruso; no debió haber existido nunca.
Por eso, durante su ministerio terrenal, Jesús demostró una inmensa simpatía hacia los allegados de los difuntos. Cuando vio a la viuda de Naín llevando a la tumba a su único hijo, “se compadeció de ella, y le dijo: No llores” (Luc. 7:13). Cristo consoló al padre descorazonado de una niña de doce años que acababa de fallecer, y le dijo: “No temas, cree solamente” (Mar. 5:36). Cada vez que la muerte se lleva a un ser querido, Jesús se conmueve entrañablemente por nuestro dolor. Su corazón compasivo llora con nosotros.

Pero, Cristo hace mucho más que llorar. Habiendo conquistado la muerte con su propia muerte y su resurrección, él tiene las llaves de la muerte y promete resucitar para vida eterna a todos los que creen en él. Esta es, por lejos, la mayor promesa que se nos ha dado en la Palabra de Dios; de lo contrario, si la muerte tuviera la última palabra, toda nuestra vida y todo lo que alguna vez logremos sería en vano.

 

Ir ArribaDomingo 14 de septiembre: El estado de los muertos

Los escritores del Antiguo Testamento sostenían que el ser humano es un ser indivisible. Los varios términos hebreos generalmente traducidos como carne, alma y espíritu son solamente formas alternativas para describir, desde diferentes puntos de vista, a la persona humana como un todo. En armonía con esta perspectiva, las Escrituras utilizan diferentes metáforas para describir la muerte. Entre ellas, el sueño se destaca como un símbolo adecuado para reflejar la comprensión bíblica de la condición de los muertos (Job. 3:11-13; 14:12; Sal. 13:3; Jer. 51:39; Dan. 12:2). La muerte es el completo fin de la vida. La muerte es un estado de inconsciencia en la cual no hay pensamientos, emociones, trabajo ni comunicación de ningún tipo (Ecl. 9:5, 6, 10; Sal. 115:17; 146:4).

En tiempos de Jesús, sin embargo, esta visión del ser humano y, especialmente, de la muerte, estaba siendo desafiada por el concepto dualista pagano de la inmortalidad del alma, que se estaba propagando rápidamente por todo el mundo conocido.

¿De qué manera describió Jesús la muerte de su amigo Lázaro? Juan 11:11.

A pesar de este y otros pasajes, muchos cristianos argumentan que Jesús creía en la inmortalidad del alma, pues dijo al ladrón en la cruz: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:43, LBA). El significado de este texto cambia completamente dependiendo de dónde se colocan los dos puntos, ya que los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento no tenían signos de puntuación. Si los dos puntos son colocados después de “digo”, como lo hace la mayoría de las versiones (o agregan “que”, aunque no está en el original), significaría que Jesús y el ladrón fueron al paraíso ese mismo día. Si los dos puntos son colocados después de “hoy”, el texto expresa que Jesús le dio al ladrón la seguridad de la salvación, y no el tiempo en el que el ladrón iría al cielo. El contexto lo confirma. En primer lugar, el ladrón no había pedido una transferencia inmediata al cielo al morir, sino que el Señor lo recordara cuando viniera en su reino. Además, tres días más tarde, Jesús mismo afirmó que aún no había ascendido al paraíso (Juan 20:17). Este texto, por lo tanto, no enseña que las almas de los muertos van al cielo luego de su muerte.

Dado que entendemos que la muerte es un sueño inconsciente, ¿por qué la enseñanza de la resurrección es tan crucial para nosotros?

 

Ir ArribaLunes 15 de septiembre: La esperanza de la resurrección

En la creación, “Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida”. Como resultado, “fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7). Mientras Dios mantiene el aliento de vida en las criaturas vivientes, estas viven. Pero, cuando él quita el aliento de vida, las criaturas mueren y regresan al polvo (Sal. 104:29; Ecl. 12:7). Esta no es una decisión arbitraria de Dios; es la consecuencia inevitable del pecado. Sin embargo, las buenas noticias son que, a través de Cristo, hay esperanza. Incluso ante la muerte.

Lee Juan 1:1 al 4. ¿Qué está implícito en estos versículos, que nos muestra el poder de Jesús para resucitar a los muertos?

Cristo tiene vida en sí mismo, pues él es la vida (Juan 14:6). Él creó todas las cosas y tiene el poder para dar vida a quien él desee (Juan 5:21). Por lo tanto, él puede resucitar a los muertos.

¿De qué forma ocurre la resurrección? Luc. 8:54, 55.

Según la Biblia, la resurrección es el proceso inverso de la muerte. La vida es restaurada cuando el aliento de vida regresa de Dios. Así fue como Lucas explicó la resurrección de la hija de Jairo. Después de enterarse de que la niña de doce años había fallecido, Jesús se dirigió hasta su casa y dijo a las plañideras que la niña dormía. Entonces, “tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate. Entonces su espíritu [pneuma] volvió, e inmediatamente se levantó” (Luc. 8:54, 55). Ante el mandato divino de Jesús, el principio de vida impartido por Dios retornó a la niña. El término griego utilizado por Lucas, pneuma, significa “viento”, “aliento” o “espíritu”. Cuando la Biblia lo utiliza en relación con los seres humanos, nunca denota una entidad consciente capaz de existir separada del cuerpo. En este texto claramente se refiere al aliento de vida.

La muerte es tan común que la damos por sentada. Entonces, ¿cómo podemos aprender a confiar en las promesas de Dios acerca de la vida eterna, aun cuando, por ahora, la muerte parece ser la vencedora?

 

Ir ArribaMartes 16 de septiembre: La resurrección y el juicio

Lo que hemos estudiado hasta ahora podría llevarnos a pensar que la resurrección será solamente para unos pocos. Pero, Jesús afirmó que llegaría el tiempo en el que “todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y [...] saldrán a resurrección” (Juan 5:28, 29; énfasis añadido). Creyentes y no creyentes, justos y pecadores, salvos y perdidos, todos serán resucitados. Tal como lo declaró Pablo: “ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos” (Hech. 24:15).

Si bien todos, finalmente, seremos resucitados de entre los muertos, cada uno tendrá uno de dos destinos eternos. ¿Cuáles son estos? Juan 5:28, 29.

La universalidad de la resurrección no significa que en el día final todos serán llevados a una vida eterna, maravillosa y feliz. “Los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Dan. 12:2).

La Biblia enseña que Dios juzgará la vida de todo ser humano, decidiendo el destino eterno de cada persona que alguna vez vivió (Ecl. 12:14; Rom. 2:1-11). La ejecución de la sentencia divina, no obstante, no ocurre de inmediato o luego de la muerte de cada individuo, sino solamente después de su resurrección. Hasta entonces, tanto los salvos como los perdidos descansan inconscientes en el polvo de la tierra. La resurrección, en sí misma, no es ni una recompensa ni un castigo. Es la precondición para recibir la vida eterna o la condenación eterna.

Al referirse a las dos resurrecciones, Jesús indicó que nuestro destino será decidido sobre la base de la calidad moral de nuestros actos (buenos o malos). Este hecho, sin embargo, no significa que son las obras las que nos salvan. Al contrario, Jesús enseñó claramente que nuestra salvación depende exclusivamente de nuestra fe en él como nuestro Salvador (Juan 3:16). ¿Por qué, entonces, son tomadas en consideración las obras? Porque estas muestran si nuestra fe en Cristo y nuestra entrega a él son genuinas o no (Sant. 2:18). Nuestras obras demuestran si aún estamos “muertos en” nuestros “delitos y pecados” (Efe. 2:1) o “muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rom. 6:11).

Medita en el destino final que nos espera a cada uno. Si hay alguna cosa interponiéndose entre la vida eterna y tú, ¿por qué no eliges, ahora mismo, deshacerte de eso? Después de todo, ¿puede haber algo más valioso que la vida eterna?

 

Ir ArribaMiércoles 17 de septiembre: Lo que dijo Jesús sobre el infierno

Jesús utilizó dos términos griegos, hadēs y gehena, para hablar de la muerte y el castigo de los impíos. Dada la creencia popular en el “infierno”, necesitamos analizar su significado.

Hadēs es equivalente al Hebreo she’ôl, el término más común utilizado en el Antiguo Testamento para referirse al lugar de los muertos. Estos nombres simplemente representan la tumba o el lugar al cual todos descienden al morir, sin connotación de castigo ni recompensa. Hay un texto, sin embargo, en el que hadēs (no en el infierno, el lugar de los muertos) parece estar relacionado con el castigo. Es la parábola del rico y Lázaro.

Lee Lucas 16:19 al31. ¿Qué lección transmite esta parábola (especialmente en los versículos 27 al 31)? ¿Cuál es el problema de usar esta parábola para enseñar que los seres humanos van al paraíso o al infierno inmediatamente después de la muerte?

Esta parábola no está centrada en el estado del ser humano al morir. Una creencia popular, pero no bíblica, que muchos de los contemporáneos de Jesús sostenían proveyó el contexto para esta parábola, que enseña una lección importante: nuestro destino eterno está determinado por las decisiones que tomamos a diario en esta vida. Si rechazamos la luz que Dios nos otorga aquí, no habrá oportunidad después de la muerte. Cualquier intento por interpretar esta parábola literalmente lleva a muchos problemas irresolubles. En realidad, los detalles del cuadro parecen extraños a propósito, para mostrarnos que no era la intención de Jesús que sus palabras fueran tomadas literalmente, sino en sentido figurado.

¿Qué advertencias pronunció Jesús con respecto al infierno? Mat. 5:22, 29, 30; 23:33.

En los evangelios, la palabra infierno aparece once veces en labios de Jesús. En realidad, él utilizó el término griego gehena, del nombre hebreo Gê Hinnom, “Valle de Hinom”. Según el Antiguo Testamento, en este desfiladero al sur de Jerusalén, los reyes Acaz y Manasés realizaron ritos paganos horrendos, quemando niños en sacrificio a Moloc (2 Crón. 28:3; 33:6). Más tarde, el rey Josías puso fin a esta práctica (2 Rey. 23:10). Debido a los pecados perpetrados en este valle, Jeremías profetizó que Dios lo convertiría en un “Valle de la Matanza” (Jer. 7:32, 33; 19:6). Por lo tanto, el valle se convirtió en un símbolo del juicio final y el castigo de los impenitentes. Jesús utilizó el nombre en sentido figurado, sin explicar ningún detalle con respecto al tiempo y el lugar del castigo, algo que si encontramos en otros pasajes de la Biblia. El infierno, sin embargo, no es un lugar de castigo eterno.

 

Ir ArribaJueves 18 de septiembre: Jesús conquistó la muerte

¿Por qué la resurrección de Lázaro fue el milagro supremo del ministerio terrenal de Cristo? Juan 11:38-44.

Aunque Jesús había resucitado a dos personas más de entre los muertos, ninguna resurrección fue tan dramática como esta. Lázaro había estado muerto durante cuatro días, un hecho que Marta corroboró cuando se encontraban frente a la tumba. Jesús realizó el milagro a plena luz del día y frente a una multitud de testigos respetables de Jerusalén. La evidencia no podía ser descartada.

Sin embargo, más importante que la resurrección de Lázaro fue la resurrección de Jesús mismo. Dado que él tiene vida en sí mismo, no solamente tiene el poder para levantar a los muertos y dar vida a quien él quiere (Juan 5:21), sino que también tiene poder para poner su vida y volverla a tomar (Juan 10:17, 18). Su resurrección probó esto de manera convincente.

¿Cuál es la relación entre la resurrección de Cristo y la nuestra? ¿Por qué su resurrección es tan importante para nuestra salvación? 1 Cor. 15:17-20.

Mientras Jesús estaba en el sepulcro, Satanás parecía haber triunfado. Pero Jesús no pertenecía al enemigo pues nunca pecó. Así que, cuando Satanás vio que Cristo resucitaba, supo que había sido derrotado para siempre.

El poder de Cristo para romper las ligaduras de la muerte es indisputable. Él se levantó del sepulcro como las primicias de los que durmieron en él. Su resurrección es la garantía de la resurrección de cada creyente, pues él tiene las llaves de la muerte (Apoc. 1:17, 18).

“Para el creyente, Cristo es la resurrección y la vida. En nuestro Salvador, la vida que se había perdido por el pecado es restaurada; porque él tiene vida en sí mismo para vivificar a quienes él quiera. Está investido con el derecho de dar la inmortalidad. La vida que él depuso en la humanidad la vuelve a tomar y la da a la humanidad” (DTG 730, 731).

La muerte es tan poderosa que solamente aquel que creó la vida puede restaurarla. ¿Qué nos dice esta verdad acerca de por qué debemos confiar en que Jesús puede resucitarnos tal como lo prometió, y que lo hará?

 

Ir ArribaViernes 19 de septiembre

Para Estudiar y Meditar:

Lee “ ‘Lázaro, ven fuera’ ”  y “ ‘El Señor ha resucitado’ ” , El Deseado de todas las gentes, pp. 485-494; pp. 725-731.

“El Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos y, levantando luego las manos al cielo, exclama: ‘¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!’ Por toda la superficie de la Tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la Tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando ‘¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?’ (1 Cor. 15:55). Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de victoria. [...]

“Todos se levantan con la lozanía y el vigor de eterna juventud. [...] Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba. Reintegrados en su derecho al árbol de la vida, en el desde tanto tiempo perdido Edén, los redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva” (CS 702).

Preguntas para Dialogar:

  1. Todos hemos luchado con la realidad de la muerte, su aparente carácter irreversible y su aparente sin sentido. Si no hubiera Dios, como muchos creen, ni esperanza de vida eterna ni resurrección, entonces, ¿qué significado tendría la vida humana misma? ¿Qué significaría que, tarde o temprano, todos los que alguna vez vivieron mueran y cada memoria de ellos desaparezca para siempre? ¿De qué manera nuestra comprensión de la resurrección responde a este dilema que, de otro modo, no tendría resolución?

  2. ¿Cuáles son algunos de los peligros inherentes en la idea de la inmortalidad del alma? ¿Por qué Satanás está tan ansioso por propagar esta creencia no bíblica? ¿Qué papel jugará este concepto en el escenario religioso del tiempo del fin? Piensa en todos los engaños que circulan por allí, de los cuales estamos libres los que entendemos la muerte como un sueño hasta la resurrección.

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