Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "El libro de Lucas"

Segundo trimestre (abril-junio) de 2015

Lección 6: "Las mujeres en el ministerio de Jesús"

Para el 9 de mayo de 2015

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 2 de mayo

Lee Para el Estudio de esta Semana: Lucas 1:39-55; 2:36-38; 7:11-17, 36-50; Romanos 10:17; Lucas 8:1-3; 18:1-8.

Para Memorizar: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús... No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál. 3:26-28).

El Evangelio de Lucas recibe a veces el nombre de “el Evangelio de las mujeres” porque menciona cuánto se preocupó Jesús por las necesidades de las mujeres, y cuán involucradas estuvieron ellas en el ministerio de Cristo.

En los días de Jesús, las mujeres eran consideradas de poco valor: algunos hombres judíos agradecían a Dios porque no eran esclavos, ni gentiles, ni mujeres. Las sociedades griega y romana trataban a las mujeres en forma aún peor. La cultura romana desarrolló su permisividad hasta una licencia ilimitada. Un hombre a menudo tenía una mujer para tener hijos legítimos que heredaran sus posesiones, y tenía concubinas para sus propios placeres pecaminosos.

Con este telón de fondo acerca del maltrato a las mujeres, Jesús trajo la buena noticia de que ellas son, en realidad, hijas de Abraham (ver Luc. 13:16). Cuán felices deben de haber estado las mujeres al escuchar que, en Jesús, son hijas de Dios y que, a la vista de Dios, tienen igual valor que los hombres. El mensaje de hoy para las mujeres de todas las naciones sigue siendo el mismo: todos, mujeres y hombres, somos uno en Cristo Jesús.

 

Ir ArribaDomingo 3 de mayo: Mujeres dieron la bienvenida a Jesús

Solo Lucas registra la reacción de ciertas mujeres frente a la maravilla de la historia cósmica: que el Hijo de Dios tomara carne humana para completar la misión redentora del Padre y cumpliera las esperanzas mesiánicas de su pueblo. Aunque estas mujeres no comprendieron plenamente lo que estaba sucediendo, sus palabras y reacciones respecto de estos eventos asombrosos revelaron su fe y asombro por las obras de Dios.

Lee, en Lucas 1:39 al 45, el encuentro entre Elisabet y María. ¿Qué dice Elisabet que revela su comprensión, aunque fuera limitada, de los grandes eventos que estaban sucediendo?

Después de que Elisabet habló, María siguió con sus propias palabras (Luc. 1:46-55). A menudo se entienden como un canto, pero estas palabras están llenas de fragmentos del Antiguo Testamento, testificando que María era una estudiante devota de las Escrituras y, por ello, adecuada para ser la madre de Jesús. El canto de María está basado no solo en las Escrituras, sino también en una profunda relación con Dios. Una identidad emerge entre su alma y su Señor, y entre su fe y la esperanza de Abraham.

Lee Lucas 2:36 al 38. ¿Qué verdades importantes ven la luz en la historia de Ana en el templo?

La esperanza expectante encuentra su cumplimiento fundamental en Jesús. Una anciana viuda reconoce el milagro y, desde entonces, ella estableció como su misión compulsiva proclamar al Salvador ante todos los que iban al templo. Ella llegó a ser la primera mujer predicadora del evangelio.

Trata de imaginar el asombro y la admiración de estas mujeres ante los eventos que se desarrollaban alrededor de ellas. ¿Qué podemos hacer para ayudar a mantener vivos en nuestros corazones el asombro y la admiración de las grandes verdades que se nos ha llamado a proclamar?

 

Ir ArribaLunes 4 de mayo: Las mujeres y el ministerio sanador de Jesús

Lee en Lucas 7:11 al 17, la historia del milagro en Naín. Esta mujer, empobrecida y viuda, afrontaba otra prueba: la muerte de su único hijo. Una multitud de personas la acompañaban en la procesión fúnebre, expresando así su dolor y simpatía. La pérdida de su único hijo y la incertidumbre acerca de su vida futura, la transformaban en un cuadro de tristeza y desesperanza.

La procesión que salía de la ciudad se encontró con otra procesión que entraba a ella. A la cabeza de quienes salían había un ataúd; a la cabeza de quienes entraban estaba la vida, el Creador. Cuando ambas procesiones se encontraron, Jesús vio a la viuda llena de dolor, y “se compadeció de ella, y le dijo: No llores”. (Luc. 7:13). El pedido de no llorar no habría sido lógico si no hubiera procedido de Jesús, el Señor de la vida. Porque detrás de la orden “No llores”, estaba el poder de quitar la razón de su llanto. Jesús se adelantó, tocó el ataúd, y le ordenó al joven que se levantara. El toque era considerado una contaminación ceremonial (Núm. 19:11-13), pero para Jesús la compasión era más importante que las ceremonias. Atender las necesidades humanas era más urgente que seguir meros rituales.

El pueblo de Naín no solamente presenció un gran milagro, sino recibió un mensaje maravilloso: para Jesús no hay diferencia entre los dolores emocionales de los hombres y los de las mujeres. Y su presencia confronta y confunde el poder de la muerte.

Lee también Lucas 8:41, 42 y 49 al 56. Jairo era un dirigente de la sinagoga, el oficial a cargo del cuidado y los servicios de la sinagoga. Cada sábado elegía a la persona que dirigiría la oración, leería la Escritura y predicaría. Era una persona no solo de gran influencia, sino también de riqueza y poder. Amaba a su hija, y no vaciló en acercarse a Jesús rogando por la curación de ella.

En estas historias, el poder de Jesús trajo al hijo muerto de nuevo a su madre, y una hija muerta de vuelta a su padre. Cuán increíbles deben haber sido estos actos para quienes los vieron, especialmente para los padres. ¿Qué nos dicen estos informes acerca del poder de Dios? ¿Qué indican respecto de cuán poco comprendemos de ese poder (la ciencia actualmente no tiene el menor indicio sobre la forma en que esto podía ocurrir)? Pero, más importante aún, ¿De que manera podemos aprender a confiar en este poder y en la bondad de Dios que lo maneja, sin importar cuáles sean nuestras circunstancias actuales?

 

Ir ArribaMartes 5 de mayo: Mujeres agradecidas y con fe

En Lucas 7:36 al 50, Jesús transformó una comida en un evento de magnitud espiritual que dio dignidad a una mujer pecadora. Simón, un fariseo destacado, invitó a Jesús para una comida. Los invitados se sentaron y, de repente, hubo una interrupción: “una mujer de la ciudad, que era pecadora” (vers. 37) se acercó rápidamente a Jesús, quebró un vaso de alabastro de un perfume muy costoso, derramó ese aceite sobre él, se inclinó sobre sus pies y los lavó con sus lágrimas.

¿Qué lecciones podemos aprender de la expresión de gratitud y de la aceptación por parte de Jesús de ese acto de fe?

“Cuando a la vista humana su caso parecía desesperado, Cristo vio en María aptitudes para lo bueno. Vio los rasgos mejores de su carácter. El plan de la redención ha investido a la humanidad con grandes posibilidades, y en María estas posibilidades debían realizarse. Por su gracia, ella llegó a ser participante de la naturaleza divina. [...] María fue la primera en ir a la tumba después de su resurrección. Fue María la primera que proclamó al Salvador resucitado” (DTG 521).

En Lucas 8:43 al 48, un caso de extrema miseria fue el objeto de la suprema consideración de Jesús. Por mucho tiempo, una mujer padeció una enfermedad incurable que arruinó su cuerpo y su alma. No obstante, después de doce años, una llamita de esperanza ingresó en la escena: “Oyó hablar de Jesús” (Mar. 5:27).

¿Qué oyó ella? No lo sabemos, pero ella supo que Jesús se interesaba en los pobres, abrazaba a los desechados sociales, tocaba a los leprosos, convertía el agua en vino y se preocupaba por las personas desesperadas, de las cuales ella era una. Pero, oír no es suficiente; el oír debe conducir a la fe (Rom. 10:17). Y esa fe la condujo al sencillo acto de tocar el borde de la vestimenta de Jesús. Ese toque fue impulsado por la fe, lleno de propósito, eficaz y centrado en Cristo. Solo una fe tal puede recibir esta bendición del Dador de la vida: “Tu fe te ha hecho salva” (Luc. 8:48).

Es muy fácil mirar a la gente y juzgarla. Aunque a menudo no lo verbalicemos, juzgamos en nuestros corazones, lo que está mal igual. ¿De qué manera podemos aprender a dejar de juzgar a otros, aun en nuestra mente, pues quién sabe qué haríamos nosotros si estuviésemos en la misma situación?

 

Ir ArribaMiércoles 6 de mayo: Algunas mujeres que siguieron a Jesús

Lee Lucas 10:38 al 42. ¿Qué verdades espirituales importantes podemos obtener de esta historia? (Ver también Luc. 8:14.)

Como huésped, Marta “se preocupaba con muchos quehaceres” (Luc. 10:40), y estaba ocupada en brindar lo mejor a sus visitas. Pero María, “sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra” (vers. 39). Marta se quejó a Jesús de que le tocaba hacer sola el trabajo duro. Aunque Jesús no reprendió a Marta por preocuparse por servir, le señaló la necesidad de tener prioridades correctas en la vida. El compañerismo con Jesús es el primer aspecto esencial en el discipulado; la comida de confraternidad puede venir después.

“La causa de Cristo necesita personas que trabajen con cuidado y energía. Hay un amplio campo para las Martas con su celo por la obra religiosa activa. Pero, deben sentarse primero con María a los pies de Jesús. Sean la diligencia, la presteza y la energía santificadas por la gracia de Cristo; y entonces la vida será un irresistible poder para el bien” (DTG 483).

Lee Lucas 8:1 al 3; 23:55, 56; 24:1 al 12. ¿Qué nos enseñan estos versículos acerca de la función de las mujeres en el ministerio de Cristo?

Al expandirse su ministerio, Jesús fue “por todas las ciudades y aldeas, predicando” y enseñando (Luc. 8:1), y los doce discípulos con él. Lucas también registra el poderoso testimonio de que cierta mujer a quien Jesús había sanado, que fue tocada por su predicación y que era rica, también lo siguió en su ministerio ampliado. Aquí están algunas otras que menciona Lucas: 1) ciertas mujeres sanadas de malos espíritus, incluyendo a María Magdalena; 2) Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes; 3) Susana; y 4) “otras muchas que le servían con sus bienes” (vers. 3).

Cuando comprendemos que Jesús murió por cada ser humano, captamos mejor la verdadera igualdad de todas las personas ante Dios. ¿Cuán bien reflejamos esta verdad en nuestra actitud hacia otros? Es decir, ¿cómo puedes arrancar de raíz, si fuera necesario, cualquier actitud que implicaría mirar a otros desde arriba, como si fuesen menos dignos que tú?

 

Ir ArribaJueves 7 de mayo: Persistentes en la oración, daban con sacrificio

Lucas muestra cómo Jesús se ocupó de dos viudas para enseñar importantes verdades espirituales.

En el primer caso (Luc. 18:1-8), Jesús habló de una viuda pobre e impotente que, en su lucha por justicia, era molestada por un juez malvado y poderoso. Ella era víctima de fraude e injusticia y, no obstante, creía en el mandato de la ley y la justicia. Pero, el juez no creía en Dios y estaba en contra de la gente, y por ello no se preocupaba por ayudar a esta viuda. Atender a las viudas es un requisito bíblico (Éxo. 22:22-24; Sal. 68:5; Isa. 1:17), pero el juez se deleitaba en ignorar la ley. Sin embargo, la viuda tenía un arma: la perseverancia, y con ella cansó al juez y obtuvo de él justicia.

La parábola enseña tres lecciones importantes: 1) orar siempre y nunca desanimarse (Luc. 18:1); 2) la oración cambia las cosas, aun el corazón de un juez malvado; y 3) la fe persistente es una fe que conquista. La verdadera fe tiene consejo eterno para cada cristiano: nunca abandones, aun si eso significa esperar la vindicación final cuando “venga el Hijo del Hombre” (vers. 8).

El segundo caso (Luc. 21:1-4; Mar. 12:41-44) se presenta justo después de que Jesús terminó de denunciar la hipocresía religiosa, y la pretensión de los escribas y dirigentes que estaban en el templo. Jesús señaló, en un marcado contraste con ellos, a una pobre viuda que revelaba la naturaleza de la religión genuina.

Jesús describió a algunos de los dirigentes religiosos como que “devoran las casas de las viudas” (Luc. 20:47), y que violan el mandato bíblico de cuidar de las viudas y los pobres. Como hoy, muchos ofrendaban solo para parecer piadosos; y peor aún, lo que daban lo daban de sus propios excedentes. Sus ofrendas realmente no involucraban ningún sacrificio personal. En contraste, Jesús les pidió a sus discípulos que consideraran a la viuda como el modelo de la verdadera religión, porque ella había dado todo lo que tenía.

La exhibición era el motivo del primer grupo; el sacrificio y la gloria de Dios eran el motivo de la viuda. El reconocer que Dios era el dueño de todo lo que ella tenía y el servirle con todo lo que tenía fue lo que impulsó a la viuda a dar sus dos blancas. Lo que vale ante la vista del Creador, que todo lo ve, no es lo que damos sino por qué lo damos; no cuánto damos, sino cuál es la medida de nuestro sacrificio.

¿Cuánto te sacrificas por el bien de otros y por la causa de Dios?

 

Ir ArribaViernes 8 de mayo

Para Estudiar y Meditar:

“El que recordó a su madre mientras pendía de la cruz en su agonía; el que se apareció a las mujeres que lloraban y las hizo mensajeras suyas para difundir las primeras y gratas noticias de un Salvador resucitado, es hoy el mejor Amigo de la mujer y está dispuesto a ayudarle en todas las relaciones de la vida” (HAd 183).

“El Señor tiene una obra para las mujeres así como para los hombres. Ellas pueden ocupar sus lugares en la obra del Señor en esta crisis, y él puede obrar por su medio. Si están imbuidos del sentido de su deber, y trabajan bajo la influencia del Espíritu Santo, tendrán justamente el dominio propio que se necesita para este tiempo. El Salvador reflejará, sobre estas mujeres abnegadas, la luz de su rostro, y les dará un poder que exceda al de los hombres. Ellas pueden hacer en el seno de las familias una obra que los hombres no pueden realizar, una obra que alcanza hasta la vida íntima. Pueden llegar cerca de los corazones de las personas a quienes los hombres no pueden alcanzar. Se necesita su trabajo” (Ev 340).

Preguntas para Dialogar:

  1. Uno de los aspectos más interesantes de los evangelios, incluyendo el de Lucas, tiene que ver con el rol de las mujeres con respecto a la resurrección de Jesús. En todos los evangelios, las mujeres fueron las primeras en ver al Cristo resucitado y proclamar su resurrección. Los apologistas bíblicos usan este hecho para afirmar la realidad de la resurrección corporal de Jesús, que algunas personas cuestionan o niegan. ¿Por qué el papel de las mujeres aquí es tan importante? Pues si, como pretenden algunos, las historias de la resurrección de Jesús fueron fabricadas por los escritores, ¿por qué mencionan a las mujeres, que no eran muy destacadas en esa sociedad, como las primeras en ver y proclamar a Jesús? Si fabricaron las historias para tratar de lograr que la gente creyera, ¿por qué usar mujeres en lugar de hombres? Conversen sobre este tema.

  2. En una sociedad que no siempre reconoce la dignidad de las mujeres, Jesús les concedió un estatus que solo les pertenece a ellas en el orden creativo de Dios: son hijas de Dios, iguales a los hombres en la nueva era del evangelio. Al mismo tiempo, por iguales que sean ante Dios, los hombres y las mujeres no son lo mismo. ¿De qué manera podemos afirmar la igualdad de los hombres y las mujeres ante Dios y, no obstante, afirmar y reconocer las diferencias), y ¿de que forma esas diferencias se desarrollan en la vida de la iglesia?

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