Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Jeremías"

Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2015

Lección 5: "Más ayes para el profeta"

Para el 31 de octubre de 2015

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 24 de octubre

Lee Para el Estudio de esta Semana: Jeremías 23:14, 15; Jeremías 20; Hechos 2:37; Job 3; Jeremías 18:1-10, 18-23.

Para Memorizar: “Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí” (Jer. 20:7).

Una cosa que todo seguidor de Dios algún día aprenderá es que el ser un creyente en Jesús y buscar hacer su voluntad no nos garantiza un pasaje fácil por la vida. Después de todo, se nos ha dicho que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Tim. 3:12). Esta es una verdad que ciertamente Jeremías estaba aprendido personalmente.

Sin embargo, nuestra fe puede darnos una comprensión más amplia sobre la que podemos afirmarnos en medio de nuestras luchas. Es decir, cuando nos llegan sufrimientos y pruebas injustas (y muchas de ellas son injustas), no necesitamos sentirnos solos, sin importancia ni propósito, como a menudo se sienten las personas que no conocen a Dios. Sabemos del cuadro más amplio y la esperanza final que Dios nos ofrece, no importa cuán terrible parezca el presente; de este conocimiento –y esperanza− podemos obtener fuerzas. Jeremías conocía este contexto, aunque a veces parecía olvidarlo y concentrarse en su lugar solo en sus males.

 

Ir ArribaDomingo 25 de octubre: Sacerdotes y profetas impíos

Separados cronológicamente de Judá, por más de dos mil años, y aún más alejados en lo cultural y social, es difícil para nosotros comprender todo lo que sucedía en el tiempo de Jeremías. Cuando leemos la Biblia, especialmente las advertencias y amenazas severas que Dios pronunció contra el pueblo, muchas personas ven a Dios como severo, despreciable y vengativo. Sin embargo, esta es una mala comprensión, basada solo en una lectura superficial de los textos. En cambio, el Antiguo Testamento revela lo mismo que el Nuevo Testamento: Dios ama a la humanidad y quiere que se salve, pero él no fuerza nuestras decisiones. Si queremos hacer el mal, a pesar de sus ruegos, estamos en libertad de hacerlo. Pero debemos recordar no solo las consecuencias, sino también que hemos sido advertidos de ellas de antemano.

¿Cuáles eran algunos de los males con los que Dios estaba tratando en Judá, y contra los que profetizaba Jeremías? Jer. 23:14, 15; 5:26-31.

La procesión de males que aquí se presenta es una pequeña muestra de las cosas en las que el pueblo de Dios había caído. Tanto los sacerdotes como los profetas eran “impíos”, una ironía increíble considerando que los sacerdotes debían ser representantes de Dios, y los profetas, sus voceros. Y esto era solo el comienzo de los problemas que enfrentó Jeremías.

Los males presentados aquí son de varios tipos. La apostasía de los líderes espirituales también llevaba a otros a hacer el mal “para que ninguno se convirtiese de su maldad” (Jer. 23:14). Aun cuando Dios les advierte del juicio venidero, los profetas les dicen que no vendrá. Entretanto, como estaban lejos de Dios, se habían olvidado de la amonestación de cuidar de los huérfanos y de defender a los pobres (Jer. 5:28). La nación se había apartado de Dios. Una buena parte de la Biblia, por lo menos entre los libros proféticos del Antiguo Testamento, registra que Dios procuraba llamar de vuelta a su pueblo descarriado, a pesar de todos estos males; y más, él estaba dispuesto a perdonarlos, sanarlos, y aún restaurarlos. Pero si ellos rehusaban, ¿qué más podría hacerse?

 

Ir ArribaLunes 26 de octubre: Jeremías en el cepo

La tarea de los profetas siempre ha sido trasmitir el mensaje de Dios, sin contar cuántas personas los acepten o rechacen. En general, el número de los que aceptaron lo que los profetas predicaban en el tiempo en que lo predicaban fue bajo. Por ejemplo, aunque no sabemos cuántos vivían en el tiempo de Noé, podemos suponer razonablemente que la mayoría no fue receptiva dado el pequeño número que entró en el arca. En toda la historia sagrada, esta parece haber sido la experiencia.

Lee Jeremías 20:1 al 6. ¿Qué clase de recepción tuvo este mensaje?

Para entender mejor lo que sucedía aquí, es necesario leer qué palabras usó Jeremías al dar su profecía (palabras que lo pusieron en problemas con este alto oficial). En Jeremías 19, leemos algo de esa profecía: Dios traería “mal sobre este lugar” (Jer. 19:3), haría que su pueblo cayera por la espada, y sus cuerpos fueran comidos por aves y animales (vers. 7), y haría que los judíos se volvieran caníbales (vers. 9).

Aunque ninguno habría sido feliz de ser el centro de tal profecía, Pasur se ofendió en forma especial. Como ocurre con la mayoría de la gente, su reacción inicial fue rechazar el mensaje, después de todo, ¿quién querría creer algo tan repugnante? Más que eso, usando su cargo, Pasur cometió el error de castigar al mensajero. Hizo azotar al profeta de acuerdo con la ley (Deut. 25:1-3) y lo puso en el cepo. Pasur lo liberó al día siguiente, y esta experiencia dolorosa y humillante no detuvo a Jeremías de seguir dando su profecía, esta vez, no solo contra Judea sino específicamente contra Pasur y su familia. Antes de mucho, la suerte de ellos sería un horrible ejemplo para todos los que lo vieron encadenado como cautivo. Este es el primer lugar en el libro de Jeremías en que se menciona a Babilonia como el lugar del exilio. (Los capítulos, y aun secciones de capítulos, no están en orden cronológico.)

Imagínate escuchar algo así profetizado contra ti. ¿Cuál piensas que sería tu primera reacción? ¿Y cuál debería ser? (Ver Hech. 2:37.)

 

Ir ArribaMartes 27 de octubre: Como un fuego en sus huesos

Las severas palabras de Jeremías contra Pasur y la nación no eran sus propias palabras; no fueron expresadas con enojo por haber sido puesto en el cepo. Eran las palabras de Dios dadas a él para el pueblo.

Sin embargo, lo que continúa proviene directamente del corazón del propio Jeremías, y está escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. Es el clamor que siente un ser humano a quien no le gusta la situación en la que está, y reclama acerca de ella.

Lee Jeremías 20:7 al 14. ¿Qué está diciendo el profeta? ¿Qué nos enseña acerca de su humanidad, y también de nuestra propia humanidad?

Sus palabras al principio parecen blasfemas. Sin embargo, uno se pregunta por qué diría él que Dios lo había seducido [“engañado”, DHH], si desde el mismo principio, Dios le había advertido que afrontaría dura oposición. Se queja, diciendo: “Cada vez que hablo, todo lo que digo es ‘violencia y destrucción’. No es extraño que la gente esté en contra de mí”.

Al mismo tiempo, ¿cuál es la importancia vital de lo que dice en Jeremías 20:9?

A él le habría gustado abandonar todo y dejar de predicar, pero la palabra de Dios era como un fuego en su corazón y en sus huesos. Qué metáfora poderosa de alguien que conoce su vocación y, a pesar del dolor personal y sin importar lo que le ocurra, continúa con su vocación. (Encontramos pensamientos similares en Amós 3:8 y 1 Cor. 9:16.)

En todos estos versículos, vemos la lucha que enfrenta Jeremías; podemos ver la gran controversia rugiendo tanto fuera como dentro de él. En un momento está alabando a Dios por salvar a los necesitados de los malvados; en el siguiente (como veremos mañana), está maldiciendo el día en que nació.

¿Por qué es tan importante, especialmente en circunstancias difíciles, alabar a Dios y meditar en las formas en que nos ha revelado su amor?

 

Ir ArribaMiércoles 28 de octubre: “Maldito el día en que nací”

Aún el crítico más duro de la Biblia tendría que conceder un punto importante: la Biblia no pasa por alto las debilidades y flaquezas humanas. Con la excepción del inmaculado Hijo de Dios, quien nunca pecó, pocos personajes bíblicos incluidos en la Biblia son presentados sin que se expongan sus flaquezas y debilidades. Esto vale aún para los profetas. El Dios a quien estos profetas sirvieron es perfecto; pero los profetas que lo sirvieron, no. Ellos, al igual que nosotros, eran pecadores con la necesidad de que la justicia de Cristo les fuera acreditada por fe (ver Rom. 3:22). Desde Noé hasta Pedro, y todos los demás, todos somos criaturas dañadas por el pecado, cuya única esperanza es, como dice Elena de White, ir a Dios y decirle: “No hay en mí mérito o bondad por la cual pueda reclamar la salvación, pero presento delante de Dios la sangre totalmente expiatoria del inmaculado Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es mi único ruego. El nombre de Jesús me da acceso al Padre. Su oído, su corazón, están abiertos a mi súplica más débil, y él suple mis necesidades más profundas” (FO 110).

Lee Jeremías 20:14 al 18. ¿Qué nos dice aquí acerca del estado mental del profeta con respecto a su propia situación personal?

Sus palabras aquí nos recuerdan las de Job, cuya situación era mucho peor que la de Jeremías (ver Job 3). Aunque Jeremías tenía la seguridad de que él hacía la voluntad de Dios y de que Dios estaba con él, el dolor de su situación presente lo consumía. Cualquiera haya sido su comprensión intelectual de la verdad, por el momento estaba ensombrecida por sus propios dolores.

Muchas personas pueden encontrarse, a veces, en una situación similar: conocen intelectualmente las promesas de Dios, pero están tan abrumados por la tristeza y el dolor que estas promesas quedan en segundo plano, y solo pueden concentrarse en su sufrimiento inmediato. Esta es una reacción explicable; no es que sea correcta, pero es comprensible. Lo que vemos aquí otra vez es la humanidad de Jeremías, que es similar a la humanidad de todos nosotros.

¿Has sentido alguna vez lo que sintió Jeremías? Si es así, ¿qué aprendiste de esa experiencia que te puede ayudar la próxima vez que sientas lo mismo?

 

Ir ArribaJueves 29 de octubre: Designios contra el profeta

Lee Jeremías 18:1 al 10. ¿Qué principios importantes acerca de la interpretación profética encontramos aquí?

¿Cuáles son los principios espirituales vitales que también aparecen en esos mismos versículos?

A pesar de todo el mal cometido, Dios todavía estaba dispuesto a darle a su pueblo una oportunidad de arrepentirse. Por ello también aquí vemos la gracia de Dios ofrecida a quienes quisieran aceptarla. Aun en ese momento todavía tenían tiempo de volver a Dios a pesar de todo lo que habían hecho.

Además, en estos versículos podemos ver la condicionalidad de muchas profecías: Dios dice que hará algo, que a menudo es dar un castigo. Pero si la gente se arrepiente, él no hará lo que dijo. Sus acciones son condicionales, dependiendo de la respuesta de la gente. ¿Por qué habría Dios de hacer otra cosa? Él no amonestaría a la gente a volverse de sus malos caminos, para luego castigarlos aunque se hubieran arrepentido. En tal caso, él no castigará, y lo dice explícitamente en estos textos.

Lee Jeremías 18:18 al 23. ¿Qué razones cree el pueblo que tiene para hacerle esto a Jeremías? ¿Cuál es la respuesta muy humana de Jeremías?

Cuán totalmente frustrado tiene que haberse sentido Jeremías al ser condenado por el pueblo que lo atacaba porque, ellos decían, “la ley no faltará”, ni el “consejo al sabio”, ni “la palabra al profeta”. ¡Cuán engañoso puede ser realmente el corazón!

¿Qué lecciones debemos aprender acerca de cuán cuidadosos necesitamos ser al hacer cosas en nombre de Dios? Lleva tu respuesta a la clase el sábado.

 

Ir ArribaViernes 30 de octubre

Para Estudiar y Meditar:

En Jeremías 18:11 al 17, encontramos que Dios le dice a su pueblo que deje de hacer las cosas que estaban haciendo. El versículo 11 dice: “¡Vuélvanse de su mal camino; enmienden su conducta y sus acciones!” (NVI). El versículo 12 dice, básicamente, que Dios ya sabe que no escucharán sus advertencias y ruegos, ya que continuarán haciendo el mal “que le dicte su obstinado corazón” (NVI). Dios entonces anuncia lo que hará por causa de su desobediencia. Este es uno de los muchos lugares en la Biblia que muestra que el conocimiento previo que Dios tiene de nuestras libres elecciones de ninguna manera viola nuestra libertad de elegir. Después de todo, ¿por qué rogaría Dios que se volvieran de sus maldades si ellos no tuvieran la libertad de obedecerle? Además, ¿por qué los castigaría por no obedecer si no tuvieran la libertad para desobedecer? Lo que es claro es que Dios sabía exactamente cuáles serían sus libres elecciones aun antes de que las hicieran. Esta verdad importante también se ve, por ejemplo, en Deuteronomio 31:16 al 21. Aun antes de que los hijos de Israel entraran en la Tierra Prometida, Dios le dijo a Moisés que él sabía que ellos “se volverán a dioses ajenos y les servirán” (vers. 20). Aquí hay más evidencias de que el preconocimiento de Dios de nuestras elecciones no viola la libertad que tenemos de hacer esas elecciones.

Preguntas Para Dialogar:

  1. Medita en la pregunta final de la sección del jueves. ¿Quién no ha oído a alguna persona que dice que hace tal y tal cosa porque Dios le dijo que la hiciera? (¿Cómo puedes responder a quien diga eso?) Aunque no hay dudas de que Dios nos conduce, ¿de qué maneras podemos probar esa conducción para asegurarnos de que realmente es de Dios?

  2. Jeremías dijo que la palabra de Dios era como “un fuego en mis huesos”. ¿Cómo podemos mantener encendido ese fuego también dentro de nosotros?

  3. ¿Qué encontramos en los versículos que consideramos esta semana que puede ayudarnos a comprender lo que está involucrado en el reavivamiento y en la reforma? (Después de todo, ¿no era eso lo que Dios buscaba que hiciera su pueblo?) Por ejemplo, ¿por qué reconocer nuestra propia pecaminosidad es tan importante para el reavivamiento? Recordando esto, ¿por qué la Cruz y la esperanza que ofrece deben también ser centrales en el reavivamiento?

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