Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Mayordomía: Las motivaciones del corazón"

Primer trimestre (enero-marzo) de 2018

Lección 12: "Los hábitos de un mayordomo"

Para el 24 de marzo de 2018

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 17 de marzo

Lee Para el Estudio de esta Semana: Efesios 5:15-17; Colosenses 3:23; Lucas 12:35-48; Santiago 4:14; Hechos 3:21; 1 Corintios 9:24-27.

Para Memorizar: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Sal. 119:9-11).

Los hábitos revelan propósito y dirección en nuestra vida.

Los mayordomos que desarrollan buenos hábitos son los más fieles. Daniel tenía el hábito de la oración diaria (Dan. 6:10). Pablo acostumbraba estar en la sinagoga (Hech. 17:1, 2). Él también escribió: “No se dejen engañar: ‘Las malas compañías corrompen las buenas costumbres’ ” (1 Cor. 15:33, NVI). Debemos cultivar buenos hábitos para reemplazar los malos.

“Cada uno de nosotros será, aquí y por toda la eternidad, lo que nuestros hábitos hagan que seamos. Las vidas de los que cultivan hábitos correctos y son fieles en todos sus deberes serán como luces brillantes que cubren la senda de otros” (TI 4:443).

La senda que crea un hábito es la manera más rápida que puedes tomar para obtener la recompensa que buscas. Un hábito es una decisión arraigada. En otras palabras, ni siquiera tienes que pensar en ello; solo hacerlo. Ese hábito puede ser muy bueno o muy malo, según lo que hagas. Esta semana observaremos hábitos poderosos que ayudarán a un mayordomo a estar en los negocios de Dios.

 

Ir ArribaDomingo 18 de marzo: “Hábito: Buscar a Dios en primer lugar”

Todos tenemos hábitos. La pregunta es: ¿De qué tipo son? ¿Buenos o malos? De todos los buenos hábitos que un cristiano podría tener, buscar a Dios en primer lugar cada día tendría que ser lo más importante.

“Cada mañana conságrate tú mismo, alma, cuerpo y espíritu a Dios. Establece hábitos de devoción y confía más y más en tu Salvador” (MCP 1:15). Con un hábito así, seguramente entraríamos por la “estrecha [...] puerta” que lleva a la vida (Mat. 7:14).

Dios dijo: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxo. 20:3). Jesús dijo, en el contexto de nuestras necesidades básicas, “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mat. 6:33), y también se nos dijo: “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jer. 29:13).

Lee Mateo 22:37 y 38; Hechos 17:28; Efesios 5:15 al 17; y Colosenses 3:23. ¿Qué se dice aquí que nos puede ayudar a entender cómo poner a Dios en primer lugar en nuestra vida?

De todos los ejemplos en relación con buscar al Señor en primer lugar, ninguno es mejor que el ejemplo de Jesús. Jesús en todo ponía a su Padre en primer lugar. Comenzamos a ver esta prioridad durante su visita pascual a Jerusalén de niño. Al ser confrontado por su madre, que lo había encontrado “en el templo”, le dijo: “En los negocios de mi Padre me es necesario estar” (Luc. 2:46, 49).

Durante toda su vida, Jesús ansió tener comunión con su Padre, como lo demuestra su vida de oración habitual. Este hábito era algo que los discípulos no comprendían plenamente. Todos los poderes de las tinieblas no pudieron separar a Jesús del Padre, porque Jesús formó el hábito de mantenerse totalmente conectado con él.

Podemos seguir el ejemplo de Jesús al tomar la decisión de amar a Dios con todo nuestro corazón, mente y alma (Mat. 22:37). Al orar, estudiar la Palabra de Dios y tratar de emular el carácter de Jesús en todo lo que hacemos, formaremos el hábito de hacer de Dios lo primero en nuestra vida. Y para un cristiano, ¿qué mejor hábito podría haber?

Pregúntate: ¿Realmente he puesto a Dios en primer lugar en mi vida? ¿Cómo lo sabes?

 

Ir ArribaLunes 19 de marzo: “Hábito: Esperar el regreso de Jesús”

Lee Lucas 12:35 al 48. ¿Qué nos enseña esta parábola acerca de cómo debemos identificarnos con la segunda venida de Jesús? ¿Por qué todo lo que hacemos siempre estará en el contexto de la realidad de la segunda venida?

La mayordomía habitualmente debiera practicarse en función del regreso de Jesús. El carácter de los mayordomos infieles que actúan como si fuesen fieles finalmente se mostrará en sus acciones; porque los mayordomos verdaderos y fieles cumplen con sus responsabilidades al velar y trabajar como si el patrón estuviese presente. Viven para el futuro y trabajan fielmente día a día. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Fil. 3:20).

Abraham esperaba una ciudad eterna (Heb. 11:10) y Pablo esperaba el regreso de Cristo (Heb. 10:25). Eran pensadores de vanguardia que anticipaban, planificaban, estaban listos al instante para encontrarse con Jesús. Nosotros también debemos desarrollar este hábito de mirar a la distancia con la mirada puesta en el punto culminante del evangelio (Tito 2:13). En lugar de mirar de tanto en tanto o echar un vistazo esporádico a las profecías, continuamente necesitamos mirar, velar y hacer, siempre conscientes de la eternidad que nos espera cuando Cristo regrese. Al mismo tiempo, debemos evitar las especulaciones descabelladas y fantasiosas acerca de los acontecimientos del tiempo del fin. La promesa de la segunda venida le da sentido a nuestra vida, provee una perspectiva correcta al presente y nos ayuda a recordar qué es lo importante en la vida. El hábito de esperar el regreso de Jesús le da definición y propósito al mayordomo.

La cruz ha allanado el camino para que tengamos un encuentro con el Redentor. Buscamos señales reveladas en la Escritura que nos señalen la venida de Cristo en la gloria del Padre y de los ángeles (Mar. 8:38). “Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno”
(2 Cor. 4:18, NVI).

Sí, la muerte, y la constante realidad de la muerte, siempre debiera ayudarnos a ser conscientes de lo limitado y transitorio que es nuestro tiempo aquí. Pero la promesa de la segunda venida también nos muestra que la muerte en sí es temporal y transitoria. No es de extrañar, entonces, que debamos vivir en función de la promesa del regreso de Cristo, una promesa que debería afectar el modo de vida de cada mayordomo cristiano. Acostumbrémonos ahora a vivir siempre con la esperanza del regreso de Cristo. Nuestro nombre revela la realidad de esa expectativa.

 

Ir ArribaMartes 20 de marzo: “Hábito: Uso sabio del tiempo”

“Nosotros nacimos ayer, y nada sabemos; nuestros días en este mundo son como una sombra” (Job 8:9, NVI).

Puedes detener un reloj, pero no el movimiento del tiempo. El tiempo no espera; sigue avanzando incluso si nos quedamos quietos y no hacemos nada.

¿Qué nos enseñan los siguientes versículos sobre nuestro tiempo en la tierra en esta vida? Sant. 4:14; Sal. 90:10, 12; Sal. 39:4, 5; Ecl. 3:6-8. ¿Cuál es el mensaje básico que debemos tomar de estos versículos acerca de cuán precioso es nuestro tiempo aquí?

Con algo tan limitado y no renovable como el tiempo, es importante que los cristianos lo administremos bien. Por ende, debiéramos desarrollar el hábito de usar el tiempo sabiamente, centrándonos en lo que es importante en esta vida y en la venidera. Debemos administrar el tiempo sobre la base de lo que la Palabra de Dios nos revela como importante, porque una vez que el tiempo se acaba, no se puede renovar. Si perdemos dinero tal vez podamos recuperarlo algún día, incluso más de lo que perdimos. Con el tiempo no es así. Un momento perdido es un momento perdido para siempre. Sería mucho más fácil volver a poner un huevo roto en su cascarón que recuperar siquiera un momento del pasado. Por lo tanto, el tiempo es uno de los bienes más preciados que Dios nos ha dado. Cuán importante es, entonces, que desarrollemos el hábito de aprovechar al máximo cada momento que tenemos.

“Nuestro tiempo pertenece a Dios. Cada momento es suyo, y nos hallamos bajo la más solemne obligación de aprovecharlo para su gloria. De ningún otro talento que él nos haya dado requerirá más estricta cuenta que de nuestro tiempo.

“El valor del tiempo sobrepuja todo cómputo. Cristo consideraba precioso todo momento, y así debemos considerarlo nosotros. La vida es demasiado corta para desperdiciarla. No tenemos sino unos pocos días de gracia en los cuales prepararnos para la eternidad. No tenemos tiempo que perder, ni tiempo para dedicarlo a los placeres egoístas, ni tiempo para entregarnos al pecado” (PVGM 277).

“Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios, sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos” (Efe. 5:15, 16, NVI). ¿Qué nos dice Pablo aquí, y cómo podemos aplicar estas palabras a nuestra situación actual?

 

Ir ArribaMiércoles 21 de marzo: “Hábito: Ser sanos de mente, cuerpo y alma”

Originalmente fuimos creados perfectos mental, física y espiritualmente. Por supuesto, el pecado lo arruinó todo. Lo bueno del evangelio, entre otras cosas, es que Dios se encuentra en proceso de restaurarnos a lo que originalmente fuimos destinados a ser.

Lee Hechos 3:21, y Apocalipsis 21:1 al 5. ¿Qué esperanza encontramos en estos versículos? ¿Cómo debemos vivir mientras esperamos esta restauración final?

Cristo trabajó incansablemente cuando estuvo aquí para elevar a la humanidad espiritual, mental y físicamente, como precursor de la restauración final en la culminación de los tiempos. El ministerio de curación de Jesús demuestra que Dios quiere que conservemos la salud lo más posible hasta el final. De este modo, los mayordomos desarrollan hábitos para su mente, cuerpo y alma que promueven un estilo de vida saludable.

En primer lugar, la mente se fortalecerá cuanto más se la use. Diariamente, llena tu mente de “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre” (Fil. 4:8). Esos pensamientos traen paz (Isa. 26:3), y un “corazón tranquilo da vida al cuerpo” (Prov. 14:30, NVI). Los hábitos saludables de la mente permiten que el baluarte del poder funcione en óptimas condiciones.

En segundo lugar, los buenos hábitos de salud, como el ejercicio y la alimentación adecuada, indican que nos cuidamos. El ejercicio, por ejemplo, reduce el estrés y la presión arterial, mejora nuestro estado de ánimo, y es un elixir que probablemente combata más el envejecimiento que cualquier cosa disponible en los estantes.

Por último, un mayordomo desarrollará buenos hábitos para vigorizar el alma. Eleva tu alma a Dios (Sal. 86:4, 5) y espera (Sal. 62:5). Tu alma prosperará cuando “pon[gas] en práctica la verdad” (3 Juan 3, NVI) y será “guardad[a] irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 5:23).

Piensa en la clase de hábitos que tienes y cómo afectan tu salud espiritual, física y mental. ¿Hay algunos cambios que necesitas hacer que podrían ayudarte a mejorar en alguna o en todas estas áreas? ¿Qué decisiones puedes tomar y qué promesas bíblicas puedes reclamar que te ayudarán a mejorar tu calidad de vida ahora mientras esperas la restauración final?

 

Ir ArribaJueves 22 de marzo: “Hábito: Autodisciplina”

La autodisciplina es uno de los rasgos de carácter más importantes que un mayordomo pueda tener. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Tim. 1:7). La palabra griega para disciplina, sophronismos, aparece solo aquí en este versículo del Nuevo Testamento e implica la capacidad de hacer lo que hay que hacer con una mente equilibrada y sana que no se desvía de los principios de Dios. La autodisciplina puede ayudarnos a “distinguir entre lo bueno y lo malo” (Heb. 5:14, NVI), a entender las situaciones que se nos presentan y, no obstante, soportar en forma tranquila y humilde las presiones y las distracciones sin importar el resultado. Daniel procuró hacer lo correcto a pesar de los leones, a diferencia de Sansón, que vivió una vida de autocomplacencia y mostró poca moderación o buen juicio. José procuró hacer lo correcto en la casa de Potifar, en contraste con Salomón, que adoró a otros dioses (1 Rey. 11:4, 5).

Lee 1 Corintios 9:24 al 27. ¿Qué dice Pablo acerca de la autodisciplina? Según él, ¿qué está en juego en definitiva cuando se trata de la autodisciplina?

“El mundo está entregado a la sensualidad. Abundan los errores y las fábulas. Se han multiplicado las trampas de Satanás para destruir a las almas. Todos los que deseen una santidad perfecta en el temor de Dios deben aprender las lecciones de temperancia y dominio propio. Los apetitos y las pasiones deben ser mantenidos sujetos a las facultades superiores de la mente. Esta disciplina propia es esencial para la fuerza mental y la percepción espiritual que nos han de capacitar para comprender y practicar las sagradas verdades de la Palabra de Dios” (DTG 71).

La autodisciplina mejora con la práctica habitual. Dios nos ha llamado a ser “santos en todo lo que hagan” (1 Ped. 1:15, NVI) y a “ejerc[itarnos] para la piedad” (1 Tim. 4:7). Los mayordomos deben practicar y entrenarse para ser disciplinados, al igual que los atletas o los músicos más talentosos. Mediante el poder de Dios y nuestro esfuerzo diligente, debemos disciplinarnos en lo que realmente importa.

¿Cómo podemos aprender a entregarnos al poder de Dios, el único que puede darnos la autodisciplina que necesitamos para vivir como mayordomos fieles y piadosos en un mundo caído y corrupto?

 

Ir ArribaViernes 23 de marzo

Para Estudiar y Meditar:

Enoc y Noé acostumbraban caminar con Dios en una época en la que había pocos fieles en medio del exceso, el materialismo y la violencia (Gén. 5:24, 6:9). Comprendieron y aceptaron la gracia de Dios, y por lo tanto eran buenos administradores de las posesiones y tareas que se les habían confiado.

A lo largo de los siglos, hubo personas que caminaron con Dios como lo hicieron Enoc y Noé. Por ejemplo, Daniel y sus amigos “comprendían que, para destacarse como representantes de la religión verdadera en medio de las falsas religiones del paganismo, necesitaban tener un intelecto claro y perfeccionar un carácter cristiano. Y Dios mismo fue su Maestro. Orando constantemente, estudiando concienzudamente y manteniéndose en relación con el Invisible, anduvieron con Dios como lo hizo Enoc” (PR 356).

“Andar con Dios” define lo que un mayordomo hace, es decir, vivir con Dios día a día en la tierra. Un mayordomo sabio hará del andar con Dios un hábito en medio de un mundo de corrupción, porque solo mediante esta conexión con Dios podemos protegernos de caer en los males reinantes.

Ser un mayordomo fiel implica llevar una vida íntegra, que comienza con estar en consonancia con Dios (Amós 3:3). Debemos andar en Cristo (Col. 2:6), andar en vida nueva (Rom. 6:4), andar en amor (Efe. 5:2), caminar en integridad (Prov. 19:1), andar sabiamente (Col. 4:5), andar en luz (1 Juan 1:7), transitar por caminos de rectitud (Prov. 4:26), andar en la ley (Éxo. 16:4), y andar en buenas obras (Efe. 2:10).

Preguntas para Dialogar:

  1. Define la humildad y explica su papel en la vida de un mayordomo (Mat. 11:29; Efe. 4:2; Fil. 2:3; Sant. 4:10). ¿Por qué es importante la humildad en nuestro andar con Dios? (Miq. 6:8).

  2. En la clase, conversen sobre cómo podemos ayudar a aquellos que nos rodean que están atrapados en hábitos malos, incluso autodestructivos. ¿Qué pueden hacer ustedes como iglesia local para ayudar a estas personas?

  3. ¿Qué otros hábitos buenos deberían tener los mayordomos cristianos? Ver, por ejemplo, Tito 2:7, Salmo 119:172, Mateo 5:8.

  4. En la clase hablen del tiempo y de los misterios del tiempo. ¿Por qué parece que pasa tan rápido? ¿Cómo entendemos lo que es el tiempo? Y más aún, ¿por qué es necesario ser buenos administradores del tiempo relativamente corto que tenemos mientras estamos aquí en la tierra?

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