Lecciones para adultos: "Mayordomía: Las motivaciones del corazón"
Primer trimestre (enero-marzo) de 2018
Lección 2: "Lo veo, lo quiero, lo tengo"
Para el 13 de enero de 2018
Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes
Lee Para el Estudio de esta Semana: 2 Corintios 8:1-7; Mateo 13:3-7, 22; Génesis 3:1-6; Isaías 56:11; Mateo 26:14-16; 2 Pedro 1:5-9.
Para Memorizar: “El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mat. 13:22).
El amor al dinero y las posesiones materiales puede provenir desde muchos ángulos diferentes. Elena de White describe la maniobra del diablo para atraernos a través de las artimañas del materialismo. “Vayan, induzcan a los poseedores de tierras y dinero a que se embriaguen con los cuidados de esta vida. Preséntenles el mundo en su aspecto más atractivo, para que depositen aquí su tesoro y pongan sus afectos en las cosas terrenales. Debemos hacer todo lo posible para impedir que los que trabajan en la causa de Dios tengan medios que puedan usar contra nosotros. Mantengan el dinero en nuestras propias filas.
Mientras más medios obtengan, más daño causarán a nuestro reino arrebatándonos nuestros súbditos. Hagan que se preocupen más por el dinero que por la edificación del Reino de Cristo y la difusión de las verdades que nosotros odiamos, y no necesitaremos temer su influencia; porque sabemos que toda persona egoísta y codiciosa caerá bajo nuestro poder y, finalmente, será separada del pueblo de Dios” (CMC 160, 161).
Esta estratagema, por desgracia, parece estar funcionando bien. Analicemos, entonces, estos peligros y lo que la Palabra de Dios nos dice, para que podamos evitar esta trampa espiritual.
Domingo 7 de enero: El evangelio de la prosperidad
Un popular predicador televisivo tiene un mensaje sencillo: Dios quiere bendecirte, y la prueba de su bendición es la abundancia de bienes materiales que posees. En otras palabras, si eres fiel, Dios te hará rico.
Esta idea, o sus variantes, se ha dado en llamar el evangelio de la prosperidad: Sigue a Dios, y él te hará rico en bienes mundanos. Esta idea no es más que una falsa justificación teológica para el materialismo, porque lo que realmente está diciendo es: ¿Quieres ser materialista y sentirte bien? Bueno, tenemos el “evangelio” para ti.
Sin embargo, relacionar el evangelio con la garantía de riquezas es una distracción mal encauzada. Esta creencia genera una disonancia con las Escrituras y refleja una teología egocéntrica que no es más que la verdad a medias y enfundada en lenguaje bíblico. En la base de esta mentira está el problema de la esencia de todo pecado, que es el yo y el deseo de agradar al yo por sobre todo lo demás.
La teología del evangelio de la prosperidad enseña que si le damos a Dios obtenemos, a cambio, la garantía de que tendremos riquezas materiales. Pero, esto hace que Dios sea una máquina expendedora y convierte nuestra relación con él en un mero trato: Si yo hago esto, tú prometes hacer aquello. Damos, no porque es lo que hay que hacer, sino por lo que obtenemos a cambio.
Ese es el evangelio de la prosperidad.
Lee 2 Corintios 8:1 al 7. ¿Qué ocurre aquí? ¿Qué principios vemos en estos versículos que contradicen esta idea del evangelio de la prosperidad? ¿Qué quiere decir Pablo cuando habla de la “gracia de dar” (2 Cor. 8:7, NVI)?
Estas personas, aunque en “profunda pobreza” (2 Cor. 8:2), eran muy generosas y daban aún más de lo que podían permitirse. Textos como estos, y muchos otros, ayudan a refutar la falsa teología del evangelio de la prosperidad, que enseña que, si vivimos bien con Dios, tendremos muchas posesiones materiales como resultado de ello.
¿Qué ejemplos puedes encontrar de personas son fieles a Dios, pero no son ricos en posesiones mundanales, y de quienes no son fieles a Dios, pero son ricos en posesiones mundanas? ¿Qué debería decirnos esto sobre el uso de la riqueza como indicador de las bendiciones de Dios?
Lunes 8 de enero: Visión espiritual borrosa
No necesitamos que la Biblia nos enseñe una verdad obvia: los afanes de esta vida y sus riquezas son temporales. Aquí no hay nada que dure, y lo que perdura, por cierto, no lo hace por mucho tiempo. Como dijo Pablo: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Cor. 4:18). Los cristianos son miopes cuando se centran en los afanes de este mundo antes que en el camino que conduce al cielo. Y hay pocas cosas que pueden cegar más la percepción de ese camino que el engaño de las riquezas. Helen Keller, que era ciega, dijo: “La persona más patética del mundo es alguien que tiene vista, pero no tiene visión”. La Biblia está llena de ejemplos de personas que podían ver pero que, en realidad, eran espiritualmente ciegas.
“Algunos aman tanto el mundo que este consume su amor por la verdad. A medida que sus tesoros aquí aumentan, su interés en el tesoro celestial disminuye. Cuanto más poseen de este mundo, con más fuerza lo abrazan, como si temieran que su codiciado tesoro les fuera quitado. Cuanto más poseen, menos tienen para conceder a los demás porque, cuanto más tienen, más pobres se sienten. ¡Oh, el engaño de las riquezas! Ellos no verán ni percibirán las necesidades de la causa de Dios” (SG 2:267).
La visión espiritual borrosa pone en riesgo la salvación eterna. No es suficiente tener a Jesús a la vista; debemos centrarnos en él.
Lee Mateo 13:3 al 7, y 22. ¿A qué peligro se refiere Jesús? ¿Por qué es fácil que cualquier persona, rica o pobre, caiga en esta trampa?
En primer lugar, Jesús nos advierte acerca de “las preocupaciones de esta vida” (Mat. 13:22, NVI). Jesús sabe que todos tenemos preocupaciones, incluyendo las financieras. Los pobres se preocupan porque no tienen suficiente, los ricos se preocupan sobre qué más podrían necesitar. Solo debemos asegurarnos de no permitir que esas preocupaciones “ahog[ue]n la palabra” (Mat. 13:22) en nuestra vida.
En segundo lugar, Jesús nos advierte sobre “el engaño de las riquezas” (Mat. 13:22). Aunque las riquezas no son malas, aun así poseen el poder de engañarnos de una manera que puede conducirnos a nuestra destrucción final.
¿En qué medida puedes ver en tu vida el “engaño de las riquezas”? ¿Qué decisiones prácticas puedes tomar para protegerte de este engaño?
Martes 9 de enero: Los pasos de la codicia
Como todos los pecados, la codicia comienza en el corazón. Empieza dentro de nosotros y luego trabaja hacia afuera. Esto es lo que pasó en el Edén.
Lee Génesis 3:1 al 6. ¿Qué hizo Satanás para tentar a Eva a pecar? ¿De qué modo utilizó los mismos principios a través de los siglos para engañarnos a nosotros también?
“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Gén. 3:6).
Si no conociéramos bien la historia, podríamos pensar que la industria publicitaria obtuvo su ejemplo paradigmático de cómo vender sus productos a partir del relato del Edén. El diablo presentó el fruto del árbol prohibido de tal modo que generó en Eva el deseo de querer más de lo que ya tenía, y hacerle pensar que necesitaba algo que realmente no tenía. ¡Qué brillante! Su caída es una demostración de los tres pasos que cada uno de nosotros da cuando caemos en la avaricia: Lo veo, lo quiero, lo tengo.
La codicia, por supuesto, puede ser un pecado silencioso. Al igual que la lujuria, está escondida detrás del velo de nuestra carne. Pero, cuando finalmente produce frutos, puede ser devastadora. Puede dañar las relaciones, dejar cicatrices en nuestros seres queridos y, después, llenarnos de culpa.
Si permitimos que la codicia aflore, esta anulará cualquier principio. El rey Acab vio la viña de Nabot, la quiso, e “hizo puchero” hasta que su reina mandó matar a Nabot (1 Rey. 21). Acán no pudo resistirse cuando vio una prenda y dinero, así que los codició y los tomó (Jos. 7:20-22). En última instancia, la codicia es simplemente otra forma de egoísmo.
“Si el egoísmo es la forma predominante de pecado, la codicia puede considerarse la forma predominante de egoísmo. El apóstol Pablo lo insinúa de manera llamativa al describir los ‘tiempos peligrosos’ [2 Tim. 3:1] de la apostasía final: representa al egoísmo como la raíz prolífica de todos los males que prevalecerán en ese entonces, y la codicia como su primer fruto. ‘La gente estará llena de egoísmo y avaricia’ [2 Tim. 3:2, NVI]”.-J. Harris, Mammon [Mamón], p. 52.
¿Por qué es importante reconocer en nosotros todas y cada una de las tendencias a la codicia?
Miércoles 10 de enero: “La codicia: hacer las cosas a tu manera”
Lee Isaías 56:11. ¿De qué pecado nos advierte?
Para nosotros, que somos seres caídos, la codicia puede ser tan fácil como respirar. Y tan natural, también. Sin embargo, es difícil imaginar algo en el carácter humano que refleje menos el carácter de Cristo que la codicia. “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Cor. 8:9).
Solo el Señor conoce el daño que la codicia ha causado a lo largo de la historia. La codicia ha derivado en guerras. La codicia ha hecho que la gente cometa delitos que acarrearon la ruina sobre sí misma y sus familias. La codicia puede ser como un virus que se aferra a su huésped y consume todas las virtudes hasta que todo lo que queda es cada vez más codicia. La avaricia es una enfermedad que quiere todo: pasión, poder y posesiones. Nuevamente, lo veo, lo quiero, lo tengo.
Lee Mateo 26:14 al 16. ¿Qué podemos aprender del poder de la codicia en esta triste historia?
Observa las palabras de Judas: “¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré?” (Mat. 26:15). ¡Hablando de permitir que la codicia invalide todo lo demás! Judas había sido un privilegiado como pocos en toda la historia: vivió con el Jesús encarnado, presenció sus milagros y lo oyó predicar las palabras de vida. Y, sin embargo, mira lo que la avaricia y la codicia lo indujeron a hacer.
“¡Cuán tiernamente obró el Salvador con aquel que habría de entregarlo! En sus enseñanzas, Jesús se espaciaba en los principios de la benevolencia que herían la misma raíz de la avaricia. Presentó ante Judas el odioso carácter de la codicia y, más de una vez, el discípulo se dio cuenta de que su carácter había sido pintado y su pecado señalado; pero no quería confesar ni abandonar su injusticia” (DTG 261).
¿Quién, si no se cuida, no manifiesta alguna codicia en su propio carácter? ¿Cómo podemos, por la gracia de Dios, mantener bajo control esta tendencia natural?
Jueves 11 de enero: El autocontrol
¿Qué dicen los siguientes versículos, que nos ayuda a entender de qué manera la gente, rica o pobre, puede protegerse de los peligros que la codicia, la avaricia, y el amor al dinero y a las cosas materiales puedan presentarle al cristiano? Hech. 24:24 al 26; Gál. 5:22 al 25; 2 Ped. 1:5 al 9.
Estos versículos son muy ricos y están llenos de muchos preceptos divinos sobre cómo debemos vivir. Pero observa un hilo común: el autocontrol. Este rasgo puede ser particularmente difícil de ejercer cuando se trata de la codicia, la avaricia y el deseo de poseer cosas. Solo mediante el autocontrol, primero de nuestros pensamientos y luego de nuestras acciones, podemos estar protegidos de los peligros de estas cosas de las que hemos estado hablando.
Podemos ejercer ese control solo en la medida en que nos entreguemos al poder del Señor. Nadie, por sí solo, puede vencer estos rasgos pecaminosos, especialmente si se han cultivado y acariciado por mucho tiempo. Realmente necesitamos la obra sobrenatural del Espíritu Santo en nuestra vida si queremos obtener la victoria sobre estos engaños poderosos. “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Cor. 10:13).
Vuelve a leer 2 Pedro 1:5 al 9. ¿Cuál es el camino que Pedro señala? ¿Cuáles son sus pasos y cómo podemos aprender a seguirlos, especialmente en nuestra lucha contra la codicia y la avaricia?
Para Estudiar y Meditar:
El fin último de la humanidad es ser feliz y estar satisfecha. Pero la autorrealización mediante el materialismo no logrará este objetivo. En lo más íntimo del ser, la gente sabe que esto es cierto y, sin embargo, continúa con su obsesión por las posesiones: lo veo, lo quiero, lo tengo. ¿Qué podría ser más sencillo que eso? Los adventistas del séptimo día, al igual que todos los demás, se enfrentan a la tentación de suscribirse a los valores del materialismo. Sin embargo, la adquisición continua de bienes no produce felicidad, satisfacción ni contentamiento. Al contrario, produce problemas, como vemos cuando el joven rico se apartó de Jesús desdichado, desanimado y abatido porque no oyó ni obtuvo lo que quería. “Los valores materialistas se asocian con un socavamiento generalizado del bienestar de la gente, desde poca satisfacción y felicidad en la vida, hasta depresión y ansiedad, pasando por los problemas físicos como los dolores de cabeza, los trastornos de la personalidad, el narcisismo y el comportamiento antisocial”.-T. Kasser, The High Price of Materialism [El alto precio del materialismo], p. 22.
En otras palabras, los cristianos materialistas beben con orgullo de la fuente de la riqueza, pero se deshidratan espiritualmente. Sin embargo, si bebemos del agua que Cristo da, nunca tendremos sed (Juan 4:14).
Preguntas para Dialogar:
Analiza la idea del evangelio de la prosperidad. ¿Qué versículos podrían usar quienes creen en esta idea, para tratar de promoverla? Al mismo tiempo, ¿qué ejemplos puedes encontrar en la Biblia de personas fieles, cuyas vidas son refutaciones vivientes de esta falsa enseñanza?
Cuando su primer hijo ya tenía algunos años, un hombre dijo: “He aprendido dos verdades bíblicas importantes de este niño. Primero, que nacemos pecadores. Segundo, que nacemos codiciosos”. ¿Quién puede contar historias acerca del modo en que aun los niños revelan cuán codiciosos somos naturalmente los seres humanos? ¿Qué nos dice esto acerca de la necesidad de la gracia divina?
“Si buscamos el origen de nuestros problemas”, escribió alguien, “no deberíamos testear a la gente para medir su adicción a las drogas; deberíamos testearlas para medir su estupidez, su ignorancia, su codicia y su amor al poder”. ¿Qué tiene la codicia que es tan perjudicial, no solo para el codicioso en sí, sino también para los que lo rodean? ¿Qué ejemplos conoces donde la codicia ha causado daños terribles a todos los involucrados?
Lecciones de la Escuela Sabática
Estudie la palabra de Dios a través de las Guías o lecciones de la Escuela Sabática.
Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Juan 12:44,45.
Libros de Lecturas Devocionales
- A Fin de Conocerle. Hoy con la lectura Servid al señor de todo corazón basada en Colosenses 3:23-24.
- Cada día con Dios. Hoy con la lectura Fábulas por arte compuestas basada en Daniel 8:14.
Envíe su Pedido de Oración, sus peticiones serán tratadas de una forma confidencial.
Principal | Nosotros | Noticias | Recursos | Descargas | Devoción | Directorios
Iglesia Adventista del Séptimo Día de Santa Clara
Primer Sitio Cubano al Servicio de Cristo
©2002-2024
Contáctenos: iasdsantaclara@yahoo.es
Patrocinadores:
Ministerio PedrAngular
Craig Pettersen