Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Las Etapas Familiares"

Segundo trimestre (abril-junio) de 2019

Lección 1: "Los ritmos de la vida"

Para el 6 de abril de 2019

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 30 de marzo

Lee Para el Estudio de esta Semana: Génesis 1; Génesis 8:22; Salmo 90:10; Job 1:13-19; Hechos 9:1-22; Filipenses 1:6; Romanos 8:1.

Para Memorizar: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Ecl. 3:1).

Algunos de los poemas más hermosos que se hayan escrito provienen del rey Salomón: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz” (Ecl. 3:1-8).

Esas palabras reflejan gran parte de la existencia humana: las etapas, los ritmos de nuestra vida. Sí, nuestra vida atraviesa etapas, cambios, y es así desde el momento en que nacemos. Los cambios a veces son buenos; otras veces, no. A veces tenemos control sobre ellos; otras veces, no. Esta semana veremos las etapas y los ritmos de nuestra vida, especialmente en la medida en que nos impactan a nosotros y a nuestra familia también.

 

Ir ArribaDomingo 31 de marzo: En el principio

La Biblia empieza por el principio, que sin duda es la razón por la que comienza con las palabras (en realidad, es una sola palabra en hebreo) “En el principio...” (Gén. 1:1). El enfoque particular del capítulo, por supuesto, es la transformación de la Tierra de una condición “desordenada y vacía” (Gén. 1:2) al mundo que Dios mismo, en el sexto día, declaró “bueno en gran manera” (Gén. 1:31). En resumen, este comienzo es el inicio de nuestro mundo.

Lee Génesis 1. Aunque suceden muchas cosas, pregúntate: ¿Hay algún in- dicio de azar o casualidad, o todo está hecho en forma muy ordenada, todo en su debido tiempo y lugar? ¿Qué dice tu respuesta sobre el carácter de Dios?

Elena de White escribió que “el orden es la primera ley del cielo” (TI 6:204); aparentemente, también es así en la Tierra. Aunque el pecado ha trastornado el mundo natural, hasta cierto punto, el orden, el ritmo y la regularidad aún existen.

Lee Génesis 8:22. ¿Cómo se ve el orden aquí, también?

Incluso después de la Caída, las estaciones van y vienen de manera ordenada, en general. Por lo tanto, junto con las lumbreras del  cielo  (es decir, el Sol y la Luna), que son “para separar el día de la noche; y sirv[e]n de señales para las estaciones, para días y años” (Gén. 1:14), también están las estaciones: todo forma parte del ritmo natural del mundo que Dios creó. Y, de hecho, aunque solo tenemos atisbos ahora, un versículo como Isaías 66:23 implica que en los cielos nuevos y en la Tierra Nueva el sentido del ritmo también existirá.

Piensa en el sábado: ¿Cómo impacta en tu vida en forma regular, especialmente en tu vida familiar? ¿Cuáles son las ventajas específicas, no solo del sábado, sino del hecho de que llegue con tanta regularidad?

 

Ir ArribaLunes 1 de abril: Los ritmos de la vida

Los científicos hablan de algo llamado ritmo circadiano, la idea de que hay ritmos biológicos (a veces llamados “relojes corporales”) que regulan la función de nuestro cuerpo. En otras palabras, existe un cierto grado de regularidad incluso dentro de nuestro propio cuerpo. Por lo tanto, hasta cierto punto, los ritmos existen en todas partes, e incluso en nosotros.

¿Cuáles son las etapas predecibles de la vida que se mencionan en los siguientes pasajes de las Escrituras, y cómo se relacionan directamente con la vida familiar?

Eclesiastés 3:2

Génesis 21:8; Jueces 13:24

Salmo 71:5; Proverbios 5:18

Génesis 15:15; Jueces 8:32

Salmo 90:10

Entre los dos grandes mojones de la vida, el nacimiento y la muerte, todos pasamos por una variedad de etapas, que son diferentes para cada persona. Algunos niños no viven mucho después de nacer; otros se convierten en adultos que viven hasta una edad madura. Los niños crecen y se desarrollan a su propio ritmo. Algunos caminan o hablan antes que otros.

Algunos podrán asistir a la escuela, crecer, y llegarán a ser profesionales, mientras que otros dedicarán su tiempo a otras formas de trabajo. Algunos tendrán familias, y otros quizá nunca se casen ni tengan hijos.

Hay miles de millones de personas en la Tierra, y aunque todos tenemos mucho en común (ver Hech. 17:26) cada uno es distinto y, por lo tanto, las diferencias existirán en cada una de nuestras vidas.

En cierto sentido, estas diferencias son importantes porque nos hacen únicos; lo que significa que cada uno tiene algo que compartir que los demás no tienen. En resumen, nuestras diferencias nos permiten ser una bendición para los demás. Por ejemplo, tanto jóvenes como adultos pueden beneficiarse de lo que cada uno le ofrece al otro: “La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la hermosura de los ancianos es su vejez” (Prov. 20:29). En cualquier etapa en la que estemos, y más allá de nuestras diferencias, todos tenemos algo que ofrecer.

Cualesquiera que sean las circunstancias de tu vida en este momento, ¿qué puedes hacer con el fin de ser una bendición para los demás? ¿Qué tal, si haces un esfuerzo consciente para ser de bendición, especialmente para alguien de tu familia?

 

Ir ArribaMartes 2 de abril: Lo inesperado

Lee Job 1:13 al 19; y 2:7 al 9. ¿Qué le pasó a Job? ¿De qué manera su experiencia refleja lo que nos sucede a todos, de una forma u otra, o en un momento u otro?

El filósofo griego Heráclito declaró que “no hay nada permanente, a excepción del cambio”. Justo cuando parece que todo va bien, sucede algo inesperado. Quizá sea la pérdida de un trabajo o de una extremidad corporal, una enfermedad que nos obliga a guardar cama o es causa de una muerte prematura, un incendio en la casa, un accidente automovilístico, una caída mientras caminamos con la mascota de la familia.
Por supuesto, no todos los cambios tienen que ser negativos. Tal vez una promoción en el trabajo lleve a mejores condiciones económicas. O quizá conozcas a tu futuro cónyuge, un cambio que muchos recibirían con agrado. De cualquier modo, podemos estar siguiendo un ritmo, e incluso teniendo una rutina, cuando de forma instantánea e inesperada resultamos gravemente afectados.

Job, indudablemente, no previó la nueva etapa de su vida. La Biblia lo describe como un “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). También sabemos que estaba casado, que tenía siete hijos y tres hijas, y que era muy rico (Job 1:2, 3). Para cuando llegamos a la mitad del libro, ya ha sufrido al menos seis pérdidas importantes: sus bienes, su mano de obra, sus hijos, su salud, el apoyo de su esposa y el ánimo de sus amigos. Su mundo dio un vuelco, y su vida familiar quedó devastada.

Aunque lo que le ocurrió a Job fue extremo, ¿quién no ha experimentado algo inesperado, de una manera muy negativa también? Quizá todo esté yendo viento en popa cuando, de repente y sin previo aviso, la vida cambia por completo, y nuestra vida y la de nuestra familia nunca volverán a ser las mismas.

Esto no es nada nuevo. Probablemente Abel no se imaginaba que sería asesinado, y José no esperaba que lo vendieran como esclavo a Egipto. En ambas historias, los miembros de la familia fueron los traidores, y en ambas historias las familias se vieron muy afectadas por lo que les sucedió a otros miembros. Las Escrituras están cargadas de ejemplos de gente cuyas vidas y familias se vieron enormemente transformadas por lo imprevisible.

¿Cómo te ha ayudado la fe en medio de las pruebas que inesperadamente interrumpieron los ritmos de tu vida?

 

Ir ArribaMiércoles  3 de abril: Transiciones

Lo cierto es que los seres humanos a menudo somos criaturas de costumbres. De hecho, nos aferramos a ellas, y cuanto más entrados en años más difícil nos resulta cambiar esas costumbres.

Por cierto, no es fácil cambiar. ¿Cuántas esposas se han quejado por años: “He intentado cambiar a mi esposo, pero...?” Sin embargo, Dios se deleita en cambiarnos; no tanto nuestra personalidad sino nuestro carácter. De eso se trata el plan de salvación: Dios nos transforma en personas nuevas en él.

“Al entregarse Saulo completamente al poder convincente del Espíritu Santo, vio los errores de su vida, y reconoció los abarcadores requerimientos de la Ley de Dios. El que había sido un orgulloso fariseo, confiado en que lo justificaban sus buenas obras, se postró ahora delante de Dios con la humildad y la sencillez de un niñito, confesando su propia indignidad, e invocando los méritos de un Salvador crucificado y resucitado. Saulo anhelaba ponerse en completa armonía y comunión con el Padre y el Hijo; y en la intensidad de su deseo de obtener perdón y aceptación elevó fervientes súplicas al Trono de la gracia.

“Las oraciones del penitente fariseo no fueron inútiles. Sus recónditos pensamientos y emociones fueron transformados por la gracia divina; y sus facultades más nobles fueron puestas en armonía con los propósitos eternos de Dios. Cristo y su justicia llegaron a ser para Saulo más que todo el mundo” (HAp 97, 98).

Aunque nuestras historias de conversión no sean tan dramáticas como la de Saulo, todos deberíamos tener una historia, una experiencia de cómo el Señor ha obrado en nuestra vida para cambiarnos, para convertirnos en la clase de persona que sabemos que deberíamos ser. Sí, el proceso puede ser largo y, a veces, es fácil preguntarse si alguna vez vamos a cambiar. En esos momentos, es crucial meditar en dos versículos bíblicos y reclamarlos como propios.

Lee Filipenses 1:6 y Romanos 8:1. ¿Qué dos grandes promesas se encuentran en esos textos, y cómo encajan en la experiencia de un cristiano?

 

Ir ArribaJueves 4 de abril: Las interacciones

La Biblia es un libro de relaciones. Dios nos creó para relacionarnos con los demás; de hecho, muy pocos vivimos en total aislamiento. En primer lugar, nadie podría llegar a existir si no fuera por los demás. Incluso, después de nacer necesitamos que alguien nos cuide, al menos hasta cierta edad, cuando se supone que podríamos existir por nuestra propia cuenta. E incluso si tuviésemos la posibilidad, ¿quién querría hacerlo? La mayoría necesita y anhela la compañía y el compañerismo de otros seres humanos. Aunque las mascotas, como los perros, pueden ser una grata compañía, en definitiva, las interacciones más profundas, significativas y transformadoras se dan con otras personas. Por ende, no es de extrañar que la familia y las relaciones familiares sean tan esenciales para nuestra existencia.

Debido a que la mayoría interactúa todo el tiempo con los demás, estas interacciones pueden repercutir sobre los cambios y los ritmos de nuestra vida. Sin embargo, esto funciona de dos maneras: los demás impactan en nuestra vida en sus interacciones con nosotros; al mismo tiempo, nosotros podemos causar un impacto en nuestras interacciones con los demás. Y ya sea que nos demos cuenta o no, esas interacciones, en cualquier dirección, pueden ser para bien o para mal. Entonces, es fundamental que seamos proactivos, en todo momento, para que nuestra influencia inevitable sobre los demás sea siempre para bien, especialmente para aquellos con quienes estamos más cerca, que generalmente son nuestros familiares.

Lee los siguientes versículos. ¿Qué nos dicen que hagamos en nuestras interacciones con los demás? Romanos 15:7; Efesios 4:2, 32; 1 Tesalonicenses 3:12; Santiago 5:16.

En muchos aspectos, el principio es simple. Si actuamos de forma amable y compasiva con los demás, seremos una influencia positiva para ellos, incluso hasta el punto en que podremos cambiar su vida de una manera muy positiva. Así como Jesús cambia la vida de la gente de una manera muy positiva, nosotros también tenemos el privilegio de hacer algo similar por los demás. Recordemos nuevamente: nuestra influencia será para bien o para mal, incluso en forma sutil. Y en ningún otro lugar esta influencia (sutil o no) es más marcada que en nuestra familia.

Considera las siguientes declaraciones de Jesús: Lucas 11:34; Marcos 4:24, 25. ¿Qué nos dicen acerca de la importancia de cómo interactuar con los demás?

 

Ir ArribaViernes 5 de abril

Para Estudiar y Meditar:

Imagínate los cambios que se produjeron en la vida de los discípulos de Cristo al pasar tiempo con él. En su mayoría, eran personas incultas, sencillas, acostumbradas a las enseñanzas y las tradiciones de su fe judía; pero ahora estaban siendo desafiadas por el rabino galileo. Vivieron celos (Mat. 20:20-24) y conflictos (Juan 3:25); parecía que les faltaba la fe (Mar. 9:28, 29), e incluso abandonaron a Jesús (Mat. 26:56) y lo traicionaron (Mat. 26:69-74). Al mismo tiempo, crecían espiritualmente. Por esto la gente reconocía que Pedro había estado con Jesús (Mat. 26:73). Incluso los miembros del Sanedrín se maravillaron cuando percibieron que Pedro y Juan eran “hombres sin letras y del vulgo”. “Les reconocían que habían estado con Jesús” (Hech. 4:13). Piensa también en el impacto increíblemente positivo que podríamos causar en nuestra familia si viviéramos de tal modo que cuando los demás integrantes de nuestra familia nos vean, sepan que hemos “estado con Jesús”.
¿Qué nos dicen estas palabras de Elena de White sobre las influencias en el hogar?: “El hogar, aunque sea sencillo, puede ser siempre un lugar donde se pronuncien palabras alentadoras y se realicen acciones bondadosas, donde la cortesía y el amor sean huéspedes permanentes” (HC 14).

Preguntas para Dialogar:

  1. Lee Eclesiastés 3:1 al 8. ¿Qué dicen estos versículos y cómo puedes aplicar ese principio a tu vida y experiencias?

  2. En clase, conversen sobre algunas de las experiencias transformadoras y las lecciones que aprendieron, y además, sobre las lecciones que deberían haber aprendido pero no aprendieron. ¿Qué aprendieron de esas lecciones que no sabías? También hablen de cómo estas experiencias transformadoras afectaron a su familia. ¿Qué lecciones aprendieron de estas situaciones también?

  3. Piensa en los diferentes aspectos de tu vida actual, y en cuán radi- calmente diferentes serían ahora si no fuera por Cristo en tu vida. ¿Qué te sugiere esto sobre el poder de Cristo para cambiarnos?

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