Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Daniel"

Edición para maestros. Primer trimestre (enero-marzo) de 2020

Lección 5: "Del orgullo a la humildad"

Para el 1 de febrero de 2020

 

Reseña | Comentario | Aplicación a la vida

 

Ir ArribaRESEÑA

Texto Clave: Daniel 4:3.

Enfoque del estudio: Daniel 4:1-33; Proverbios 14:31; 2 Reyes 20:1-5; Jonás 3:10; Daniel 4:34-37; Filipenses 2:1-11.

Introducción: Nabucodonosor ya había tenido al menos tres oportunidades para entender que debía atribuir todos sus logros al Dios hebreo. Pero debido a que no aprendió esta lección, Dios le dio una última lección para ayudarlo a comprender la diferencia entre el orgullo y la humildad y a tener una vislumbre del carácter de Dios.

Temática de la lección:

  1. El orgullo. Al concentrarse en sus propios logros, Nabucodonosor olvidó al Dios de Daniel a quien le debía su trono y todo lo demás.

  2. La humildad. Recién después de perder el reino, Nabucodonosor pudo reconocer al Dios de Daniel como la fuente de su poder y como su sustentador.

  3. Dios: Dios se revela en este episodio como el que pone y quita reyes.

Aplicación a la vida. Hay un Nabucodonosor en cada uno de nosotros. Superar el orgullo y humillarnos es un ideal que no podemos alcanzar en términos humanos. La humildad es un objetivo difícil de alcanzar. Tan pronto como creemos que lo alcanzamos, ya lo perdimos. Pero Jesús puede darnos poder para vencer nuestra arrogancia y vivir una vida humilde. Puede cambiar cada “tentación al orgullo en una oportunidad para agradecer” (Wright, Hearing the Message of Daniel: Sustaining Faith in Today's World, p. 94).

 

Ir Arriba COMENTARIO

1. El orgullo. Daniel 4 registra un testimonio personal de Nabucodonosor. A medida que se desarrolla la historia, el rey reconoce que el orgullo fue la causa de su caída de la realeza y procede a contar cómo actuó Dios para llevarlo a la humildad. En el apogeo de sus logros (unos treinta años después de los acontecimientos presentados en Dan. 3), el rey soñó con un árbol gigantesco que proporcionaba refugio y sustento a todas las criaturas de la Tierra. Luego, debido a una decisión celestial, el árbol fue cortado. Una vez más, solo Daniel pudo explicarle al rey la verdadera interpretación. Ese árbol exuberante representaba al rey mismo en su arrogancia. De hecho, los árboles y las vides se representan en otras partes de las Escrituras como símbolos de reyes y reinos arrogantes que Dios finalmente derriba (Eze. 17:1-15; 19:10-14; 31:3-12).

Con extrema sensibilidad pastoral, Daniel le explicó que el árbol representaba al rey mismo. Dios lo destituiría del trono a menos que cambiara su actitud hacia sus súbditos (Dan. 4:27). El orgullo, como es habitual, tiene repercusiones en el ámbito social. Pero había llegado el momento de que Nabucodonosor rindiera cuentas por su estilo administrativo altanero. Si deseaba escapar de su terrible destino, no tenía más remedio que reemplazar la opresión con la justicia y así reflejar el carácter de Dios en los asuntos de su reino. Sin embargo, el rey no estaba dispuesto a dejar de lado su arrogancia y cambiar sus actitudes. Un año después, se deleitaba con los logros arquitectónicos (4:29, 30), lo cual es una ironía. Al fin y al cabo, “Nabucodonosor probablemente nunca manipuló un ladrillo en toda su vida. Él no construyó Babilonia. La construyó el sudor de los miles de esclavos oprimidos, inmigrantes y otros sectores pobres de la nación, esa clase de multitud abundante cuya mano de obra ha construido todas las civilizaciones de la raza humana caída de la historia” (Wright, p. 101).

En ese mismo momento, el rey se vio afectado por una enfermedad mental, posiblemente un trastorno mental conocido como zoantropía o licantropía, en el que la persona cree que se ha convertido en un animal y se comporta en consecuencia. Durante siete años, Nabucodonosor tuvo que vivir entre las bestias del campo. Por lo tanto, el que se creía un dios se volvió menos que humano. Como dice la Escritura: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu” (Prov. 16:18).

2. La humildad. Nabucodonosor aprendió la lección que Dios le dio. Después de siete años entre las bestias, el rey tuvo un cambio radical de actitud: “Yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo” (Dan. 4:34). Mirar hacia arriba indica un cambio en la mentalidad de Nabucodonosor. Anteriormente, el rey solía mirar hacia abajo desde la altura del orgullo. Y al mirar hacia arriba, de donde viene todo poder y sabiduría, ocurrieron tres cosas importantes: (1) se sanó de su enfermedad mental (“mi razón me fue devuelta”); (2) reconoció que Dios era el soberano del universo; y (3) fue restablecido en el trono (4:34-36). Como el rey mismo declaró: “Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia” (4:37). Nadie más que Nabucodonosor podía reconocer la verdad de que Dios humilla a “los que andan con soberbia”.

Pero el proceso de humillación duró siete tiempos; la palabra original probablemente signifique “años” y aquí debe entenderse en términos de siete años literales. Estos siete años se refieren a un período de tiempo literal durante el cual el rey, retirado del trono y humillado, tuvo que vivir entre las bestias del campo. Por lo tanto, a diferencia de los intervalos de tiempo mencionados en las partes apocalípticas de Daniel, los siete años no deben interpretarse de acuerdo con el principio de día por año. Como se mencionó anteriormente, transcurrieron doce meses entre la jactancia del rey y su período de juicio, que duró siete tiempos. Así, al final de los siete años, el rey fue restablecido en el trono. Por lo tanto, no hay ninguna indicación de que el período mencionado en Daniel 4 no deba interpretarse literalmente.

Fue necesario un terrible juicio de Dios sobre el rey para que su mente despertara plenamente y se diera cuenta de que el Dios de Daniel era el que estaba al frente. ¿Por qué es tan difícil para un ser humano hacerse humilde? Es porque todos estamos contaminados con el deseo de ser servidos y alabados, que no es nada más que el deseo de ser tratado como Dios (ver Gén. 3). Pero como no podemos convertirnos en Dios, el orgullo produce una frustración amarga. La humildad, sin embargo, trae satisfacción. Siempre podemos encontrar a alguien necesitado a quien servir, y al hacerlo, experimentamos el gozo y el cumplimiento de servir a Cristo (ver Thomas, “Downward Mobility”, pp. 34-37).

3. La conversión. Un interrogante que a menudo surge en este sentido se refiere a que si el rey realmente se convirtió o no. Aunque algunos comentaristas creen que no hay pruebas suficientes para confirmar una conversión auténtica, sí existen pruebas suficientes que apuntan en esa dirección. Al observar la esencia de la confesión del rey en Daniel 4:34 y 35, se destacan cuatro elementos:

a) Él confiesa la soberanía de Dios, quien establece un Reino que no tiene fin. Dios “hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Dan. 4:35). Hay una insinuación de lo infinito y eterno en las palabras de Nabucodonosor cuando dice: “Su reino por todas las edades” (vers. 34).

b) Nabucodonosor confiesa también la condición como criatura de la humanidad: “Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada” (Dan. 4:35). El rey ya no reconoce el poder divino a un nivel meramente teórico. Confiesa que incluso el más grande de los hombres (y él anteriormente se consideraba el más grande, y probablemente sus súbditos también) no es nada ante el majestuoso Señor. Ese reconocimiento siempre es una señal de un corazón sumiso; la condición de ser creado y su dependencia de Dios es evidente. El hombre no es autónomo; es dependiente y un ser creado. Encuentra el verdadero gozo solo cuando ha llegado a reconocer su verdadera dependencia de la Deidad.

c) Nabucodonosor confiesa la veracidad y la justicia de Dios, “todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos” (Dan. 4:37). Dios lo ha tratado duramente, pero él reconoce que los juicios de Dios han sido verdaderos y justos. Eran apropiados a sus pecados.

d) “Finalmente, llegó a reconocer que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes (comparar con Prov. 3:34). Su vida fue una representación de la aplicación que Pedro hizo del siguiente principio: ‘Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo’ (1 Ped. 5:6)”. (Ferguson y Ogilvie, The Preacher’s Commentary Series, t. 21, pp. 96, 97). El patrón de la gracia salvífica de Dios siempre descansa sobre este precepto de humildad.

 

Ir Arriba APLICACIÓN A LA VIDA

  1. ¿De qué forma evalúas tus propios logros en comparación con los de los demás? ¿Cómo percibes la diferencia entre el orgullo y una autoestima elevada?

  2. En tu opinión, ¿de qué modo podemos mostrar y experimentar una humildad auténtica? ¿Cuál es la diferencia entre humildad y baja autoestima?

  3. ¿Qué lugar le cabe a la humildad entre los líderes de la iglesia? ¿Crees que se puede respetar y seguir a un líder humilde? Explica.

  4. ¿De qué manera enseñó Jesús la humildad? ¿En qué ocasión del ministerio de Jesús ejemplificó la humildad de la manera más poderosa? ¿Qué y cómo puedes aprender de él?

  5. ¿Cuál crees que es la relación entre la humildad y el perdón? ¿Cuán difícil te resulta perdonar a alguien que te ofendió?

  6. La lección de esta semana abre la posibilidad de un autoexamen. Pide a los miembros de la clase que reflexionen sobre lo que sigue. Trata de ponerte en la piel de Nabucodonosor y pregúntate:

    1. ¿Tiendo a atribuirme más méritos de lo que merezco por ciertos logros? ¿Cómo cuento mis historias personales? ¿Tiendo a mostrarme mejor o más exitoso de lo que realmente soy?

    2. ¿Qué medidas debo tomar para alcanzar la humildad?

    3. ¿Ha habido situaciones en mi vida en las que fui humillado y eso me ayudó a entender mis limitaciones y, por lo tanto, a honrar a Dios? Si es así, ¿cómo?

    4. ¿Con cuánta frecuencia recuerdo darle la gloria a Dios por todo lo que he logrado? ¿Qué me puede ayudar a recordar que siempre debo darle gloria a él?

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