Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Hacer amigos para Dios: El gozo de participar en la misión"

Edición para maestros. Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2020

Lección 3: "Ver a las personas a través de los ojos de Jesús"

Para el 18 de julio de 2020

 

Reseña | Comentario | Aplicación a la vida

 

Ir ArribaRESEÑA

Texto Clave: Marcos 8:22-26.

Enfoque del estudio: Juan 4:3-34, Hechos 26-28.

El tema de la lección de esta semana, “Ver a las personas a través de los ojos de Jesús”, se centra especialmente en la importancia de que una persona guíe a otra a Jesús. Jesús veía a las personas no como eran sino como podían llegar a ser. Él veía su potencial para el Reino de Dios. Percibía los anhelos dentro de cada individuo de conocer a Dios.

Cuando vemos a las almas a través de los ojos de Jesús, vemos a cada persona que conocemos como ganable para Cristo porque fueron creados a su imagen. A pesar de las circunstancias de sus vidas, tienen un deseo interno de conocerlo. Esto era cierto para la mujer samaritana, el eunuco etíope, el ladrón en la cruz, el centurión romano, y muchos otros buscadores de Dios del Nuevo Testamento. Hay un vacío del alma sin Cristo.

Reconocer esta verdad eterna nos permite ver a las personas con nuevos ojos, se den cuenta o no de que tienen un vacío con forma de Dios en sus vidas. Aunque tienen necesidades percibidas que son obvias, también tienen un deseo eterno de conocer a Dios. Hay un hambre oculta del alma. Hombres y mujeres del siglo XXI están hambrientos de un conocimiento de Dios.

Es el plan de Dios que cada uno de nosotros vea y aproveche las oportunidades que nos rodean para guiar a nuestros amigos a Jesús. Muchas personas nunca vendrán a menos que las traigamos. Uno de los grandes mitos es que las personas no tienen interés en las cosas espirituales. Si creemos que no están interesadas, no veremos el interés que puedan tener. Jesús veía a las personas como ganables, y ellos respondían a esa fe de Jesús en ellas.

 

Ir Arriba COMENTARIO

Jesús sana al ciego en Betsaida

La curación del ciego en Betsaida realizada por Cristo en dos etapas tiene un significado especial para nuestra testificación hoy. Es importante tener en cuenta la ubicación geográfica de esta curación. Se cree que Betsaida se encontraba en la costa norte del mar de Galilea; los eruditos debaten su ubicación exacta. La ciudad se menciona con frecuencia en los Evangelios junto con Jerusalén y Capernaum. Fue aquí donde Jesús llamó a Felipe, a Pedro y a Andrés para que se convirtieran en sus discípulos.

Además de la compasión de Jesús por este hombre ciego, es evidente que estaba enseñando una lección espiritual más profunda a sus discípulos. Quería que reconocieran que había personas necesitadas a su alrededor que estarían abiertas al evangelio si sus necesidades físicas se satisfacían primero. Tales almas necesitadas estaban presentes incluso en Betsaida.

Hay algunas razones importantes por las cuales Jesús sanó a este ciego en dos etapas. Debido a que esta sanación es la única vez en los Evangelios que uno de los milagros de curación de Jesús no fue instantáneo, debe haber algún significado en este milagro que no se ve en otros lugares de la Escritura. Primero, el milagro revela la compasión de Jesús. ¿Alguna vez has salido de una habitación oscura a la luz brillante? Por un momento estabas cegado. Los ojos tardan en adaptarse a la luz si has estado en la oscuridad. Si fueras ciego, una luz brillante repentina te afectaría aún más. Jesús sanó al hombre en dos etapas para que sus ojos se adaptaran gradualmente a la luz. Jesús es amable. Él entiende nuestra condición y ministra amorosamente a nuestras necesidades.

Al compartir la luz de la verdad de Dios con nuestros amigos, es bueno recordar: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Prov. 4:18). Así como la luz del sol se eleva gradualmente disipando la oscuridad, así también la luz de la verdad de Dios ilumina gradualmente nuestras mentes hasta que caminamos a plena luz. La luz puede ser cegadora o iluminadora. Jesús entendió este principio y dejó a sus discípulos un vívido ejemplo de cómo presentar la verdad en la curación en dos etapas de este ciego.

También es posible que Jesús deseara revelar a sus seguidores que cada uno de nosotros necesita de un segundo toque. Demasiado a menudo somos parcialmente “ciegos”. Vemos a los que nos rodean como “árboles caminando”. Cuando el Espíritu Santo haga que las escamas caigan de nuestros ojos, también veremos a los que nos rodean con mucha más claridad.

Marcos 8:25 dice: “Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos”. La palabra griega para “claramente” es delaugos, que se traduce mejor como “radiantemente” o “a plena luz”. Cuando Cristo sana nuestra ceguera espiritual, vemos a los demás como Cristo los ve a la luz de su amor.

Jesús ministra a la mujer samaritana

La ruta más directa desde Jerusalén a Galilea era a través de Samaria, pero debido a su animosidad con los samaritanos, los judíos evitaban esta ruta. Normalmente tomaban la ruta más larga y tortuosa a través del Valle del Jordán. Juan 4:4 declara que a Jesús “le era necesario pasar por Samaria”. No necesitaba pasar por Samaria geográficamente, había otras formas de llegar a Galilea. Jesús tenía una cita divina en el pozo con una mujer samaritana que marcaría una diferencia eterna.

Jesús deseaba derribar los muros del prejuicio entre los judíos y los samaritanos. Su objetivo resuelto era revelar a sus discípulos que los samaritanos estaban abiertos al evangelio. Jesús vio a esta mujer atribulada a través de los ojos de la compasión divina. Observó astutamente que ella llegó al pozo al mediodía, la parte más calurosa del día. Este era un momento extraño para ir a sacar agua; las mujeres del pueblo iban temprano en la mañana. Allí se reunían, socializaban y sacaban el suministro de agua para el día. Evidentemente, esta mujer quería evitar el chismorreo que se produciría debido a su estilo de vida si llegaba al mismo tiempo que el resto de las mujeres.

Ella pudo haberse sentido avergonzada. Su estilo de vida desordenado la dejaba marginada. Ella era conocida y deseaba evitar el mayor contacto posible. Su único deseo era reunir rápidamente su suministro diario de agua y regresar a casa. Se sorprendió al encontrar a este extraño judío galileo en el pozo. Se sorprendió aún más cuando él le habló. Los judíos no tenían trato con los samaritanos. Cuando Jesús le pidió un favor, ella no pudo negarse. En las tierras áridas y desérticas del Cercano Oriente y de Medio Oriente, todavía hoy se cree que el agua es un regalo de Dios. Rehusarle un vaso de agua a un viajero cansado es una ofensa contra el Todopoderoso.

Suavemente, casi imperceptiblemente, Jesús derribó las barreras entre ellos, ganó su confianza y luego apeló directamente a sus anhelos internos por la libertad de la culpa y la vida eterna. Primero ella reconoció que era un hombre justo, luego reconoció que era más que un maestro religioso: debía ser un profeta de Dios. Cuando el Espíritu Santo despertó los impulsos divinos dentro de su alma, sintió que Jesús podría ser el Mesías (Juan 4:11, 15, 19, 26).

Emocionada, olvida la razón por la que fue al pozo, deja su cántaro de agua y corre para contar la historia de su encuentro con Cristo. Su testimonio produce un avivamiento espiritual en toda la región (4:39-41). Cuando los discípulos regresan de su viaje para comprar comida, Jesús comparte con ellos esta visión divina: los samaritanos están abiertos y receptivos al evangelio. Para los discípulos, esta realidad es casi increíble. La lección que Cristo les enseña es para todas las generaciones. Dios está trabajando en lugares inesperados. Mantén los ojos abiertos, y verás la obra providencial del Espíritu Santo en la vida de aquellos que no esperabas que recibirían el evangelio (4:35-38).

Ilustración: Recolectar frambuesas y ganar almas

Una noche, Elena de White tuvo un sueño acerca de la recolección de arándanos y la ganancia de almas. Junto con un gran grupo de jóvenes, ella fue a recoger arándanos. Un carro tirado por caballos llevaba sus suministros y los llevó al lugar que estaba lleno de arbustos de arándanos. Existen varios tipos de arándanos: son azules o rojos, y bastante deliciosos. También son saludables, abundantes en antioxidantes. Elena de White notó los arbustos llenos de arándanos cerca del carro y comenzó a recogerlos. Pronto ella había llenado dos cubos. Los otros en su grupo se dispersaron y regresaron más tarde con cubos vacíos. Les advirtió que mientras buscaban arándanos a cierta distancia del vagón, había muchos justo delante de ellos, si tan solo abrieran los ojos para verlos.

 

Ir Arriba APLICACIÓN A LA VIDA

Jesús instó a los discípulos a comenzar a compartir el evangelio donde estaban. No hay otro lugar mejor para comenzar que el lugar donde estás. Los discípulos fueron los primeros en compartir el evangelio en Jerusalén, Judea y Samaria, y luego en las partes más remotas de la Tierra. Hay personas a nuestro alrededor que buscan la paz y el propósito que solo Cristo puede dar. Jesús nos invita a comenzar a compartir su amor en nuestras familias, nuestros vecindarios, nuestros lugares de trabajo y comunidades.

Andrés comenzó con su propia familia y compartió el evangelio con su hermano Pedro. En otra ocasión, desarrolló una relación con un niño pequeño que, debido a la confianza que le generó Andrés, le dio todo su almuerzo a Jesús. Lo poco en las manos de Jesús es mucho, y lo pequeño en las manos de Jesús es grande. Jesús siempre comienza con lo que tiene. Alimentó a cinco mil en las laderas de Galilea con solo cinco panes y dos peces. Andrés no era tan extrovertido como Pedro. No tenía las mismas cualidades de liderazgo, pero fue un presentador. Cada vez que leemos sobre Andrés, lo encontramos presentando a alguien a Jesús.

Los Evangelios están llenos de historias de Jesús compartiendo el amor de Dios con una persona a la vez. Un escriba judío, un recaudador de impuestos romano, una mujer cananea, un líder religioso judío y un joven ladrón experimentaron su toque amoroso. Fueron transformados por su gracia.

Piensa sobre con quién en tu esfera de influencia puedes compartir el amor de Dios. ¿Quién de tu familia o amigos podría ser más receptivo? Comienza por ahí. Pide a Dios que te revele quién podría estar buscándolo ahora. Te sorprenderá cómo Dios abre las puertas para que compartas su amor con personas a tu alrededor que nunca pensaste que serían abiertas o receptivas.

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