Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "La educación"

Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2020

Lección 6: "Más lecciones del gran Maestro"

Para el 7 de noviembre de 2020

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 31 de octubre

Lee Para el Estudio de esta Semana: Génesis 3:1–11; Romanos 5:11–19; Génesis 28:10–17; Juan 1:1–14; Mateo 15:21–28; Marcos 10:46–52.

Para Memorizar: “Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino” (Mar. 10:52).

¿Quién de nosotros nunca se sintió avergonzado de sí mismo? ¿Quién no ha hecho cosas que nos duelen con solo pensar en ellas y por las cuales retrocederíamos horrorizados ante la idea de que los demás se enteren? Lo más probable es que todos, ¿verdad?

Imagínate, entonces, cómo se sintieron Adán y Eva después de comer la fruta del árbol prohibido. O cuando Jacob engañó a su padre para que lo favoreciera por sobre su hermano mayor y luego tuvo que huir de la ira de su hermano. ¿Cómo habrá dormido de noche? E imagínate ser la mujer sorprendida en adulterio “en el acto mismo” (Juan 8:4). David también pasó por esa experiencia, y el Salmo 32 es su expresión conmovedora y su confesión de lo sucedido.

Por supuesto, esa es una de las razones por las que el evangelio es universal y la muerte de Cristo es para toda la humanidad. Salvando nuestras diferencias, sin duda hay algo que nos une: nuestra pecaminosidad generalizada.

Por lo tanto, la verdadera educación cristiana debe consistir en señalarnos la única solución para nuestro estado lamentable. Esta semana analizaremos nuestra única solución: nuestro Gran Maestro.

 

Ir ArribaDomingo 1 de noviembre: En vez de esconderse

Lee Génesis 3:1 al 11. ¿Por qué Dios le habrá preguntado a Adán: “¿Dónde estás tú?”

Las historias tradicionales de la Caída describen la fruta como una manzana. Pero eso no es lo que dice el texto. Era simplemente el “fruto del árbol” (Gén. 3:3); el tipo de fruta no importa. Comer de ese árbol estaba prohibido porque el árbol significaba algo. Representaba la tentación de dejar a Dios de lado y declarar: “Yo puedo ser la medida de mi propia vida. Puedo ser Dios para mí. Tengo autoridad sobre la Palabra de Dios”.

Y, efectivamente, cuando la “serpiente” hizo que Adán y Eva comieran la fruta del árbol, sus vidas se salieron de curso. Y luego, cuando sintieron que Dios andaba cerca, intentaron esconderse “entre los árboles del huerto” (3:8).

Qué extraño que Dios le preguntara a Adán “¿Dónde estás tú?” Sin duda Dios sabía dónde estaba. Quizás el Señor hizo la pregunta con la intención de ayudar a Adán y a Eva a entender lo que estaban haciendo (esconderse) como resultado de lo que habían hecho. Es decir, los estaba ayudando a ver los tristes resultados de su proceder.

Lee Romanos 5:11 al 19, donde Pablo vincula muchas veces directamente lo que hizo Adán en el Edén con lo que hizo Jesús en la Cruz. ¿Qué debería decirnos esto acerca de cómo Jesús vino a deshacer lo que hizo Adán?

Se podría argumentar que el plan de salvación es la contestación de Dios a la respuesta de Adán y de Eva. Ellos se escondieron de Dios por la vergüenza y la culpa de su pecado, y Dios vino a rescatarlos. A nuestro modo, nosotros también hicimos lo mismo, y Jesús vino a rescatarnos. De allí que también se nos podría preguntar: “¿Dónde estás tú?” Es decir, ¿dónde estás, en tu pecado y culpa, en relación con Jesús y lo que él hizo para rescatarte?

Si bien la educación cristiana es muy abarcante, ¿por qué debe implicar, e incluso enfatizar, el hecho de que nuestro estado natural es escondernos de Dios y luego señalarnos a Jesús como la solución?

 

Ir ArribaLunes 2 de noviembre: Fugitivo

Lee Génesis 28:10 al 17. ¿Cuál es el contexto de esta historia y qué nos enseña acerca de la gracia de Dios para aquellos que, en cierto sentido, están huyendo de sus pecados?

En su trato con el resto de la familia, Jacob, con la ayuda de su madre, cayó en crueles engaños, y ahora lo está pagando. Su hermano está respirando amenazas violentas contra él, y él se ha convertido en un fugitivo que se dirige hacia la casa de su tío en Harán. Todo es inestable y aterrador.

Un día, Jacob avanza penosamente hasta que anochece y cae la oscuridad. Está en el medio de la nada, con el cielo como techo. Al encontrar una piedra como almohada, se duerme. Pero la inconsciencia del sueño pronto se ve interrumpida. Recibe el famoso sueño, y la escalera que ve se apoya en la Tierra y se extiende hasta el cielo. Los ángeles suben y bajan por ella.

Luego oye una voz que dice: “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham”. La voz continúa repitiendo las promesas que Jacob conoce de la tradición familiar. Tu descendencia será inmensa. Serán una bendición para todas las familias de la tierra. “He aquí, yo estoy contigo”, continúa la voz, “y te guardaré por dondequiera que fueres [...] porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (Gén. 28:15).

Elena de White escribió acerca de cómo Pablo, mucho tiempo después, “contemplaba la visión de la escalera de Jacob, que representaba a Cristo, quien unió la Tierra con el Cielo, y al hombre finito con el Dios infinito. Su fe se fortaleció al recordar cómo los patriarcas y profetas habían confiado en Uno que fue su sostén y consolación y por quien él sacrificaba su vida” (HAp 422).

Jacob se despierta y se dice a sí mismo: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” (Gén. 28:16). Lo que sucedió aquí es “impresionante”. Él nunca olvidará el lugar y le pondrá nombre. Luego jura lealtad a Dios para toda la vida.

¿Qué podemos aprender de esta historia acerca de cómo Dios, en Cristo, busca alcanzarnos a pesar de nuestros pecados? Nuevamente, ¿por qué este principio debe ser el eje de la educación cristiana?

 

Ir ArribaMartes 3 de noviembre: El rabí Jesús

De todos los capítulos del Nuevo Testamento, ningún comienzo es más famoso que este: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). Y Juan 1 pronto nos traslada al inolvidable versículo: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (1:14).

Lee Juan 1:1 al 14. ¿Qué dice este pasaje sobre quién era Jesús y qué vino a hacer aquí? ¿Qué debería decirnos sobre Jesús como el buen ejemplo de un maestro?

El mismo Dios que habló con Adán y Eva en el Edén, y con Jacob en medio de la nada, ahora se presenta como persona. Dios, dice el Nuevo Testamento, se personificó en Jesús. A través de Jesús, podemos conocer la voluntad y los caminos de Dios, porque Jesús es Dios.

El capítulo sigue diciendo que Juan el Bautista era un predicador tan convincente que incluso los dirigentes religiosos de Jerusalén sospechaban que podría ser alguien especial. Pero estaba preparando el camino para alguien más grande que él. Alguien asombrosamente especial estaba a punto de aparecer, y él, Juan el Bautista, era indigno de “desatar las correas de sus sandalias” (Juan 1:27, NTV).

 Al día siguiente vio a Jesús, y declaró que era el “Hijo de Dios”. Ese día, y también un día después, dijo que Jesús era “el Cordero de Dios”.

Además, dos de los seguidores de Juan el Bautista deciden seguir a Jesús. Y cuando Jesús les pregunta qué estaban buscando, lo llaman “Rabí (que traducido es, Maestro)” (1:38).

Por ende, Jesús es un rabino, un maestro; pero nunca ha habido un maestro humano como él, porque él es Dios. En otras palabras, Dios descendió en forma humana, y en esa forma actuó como Rabino, como Maestro. No es de extrañar que Elena de White haya dicho que Jesús fue “el maestro más grande que el mundo haya visto jamás” (ST, 10/6/1886). En definitiva, este Maestro era Dios.

En vista de quién era Jesús, ¿por qué tiene sentido aprender de él las mejores formas de enseñar las verdades espirituales? ¿Qué podemos aprender de Jesús acerca de por qué no solo lo que decimos es importante para enseñar, sino también lo que hacemos?

 

Ir ArribaMiércoles 4 de noviembre: Una mujer le responde

Jesús es el Gran Maestro. El verdadero carácter de Dios brilla a través de su enseñanza y también en su vida. Por lo tanto, un relato de los Evangelios es aún más asombroso porque muestra que cuando alguien le replica a Jesús, él todavía escucha.

Lea la historia del encuentro de Jesús con una gentil (o “cananea”) de la región de Tiro y Sidón (Mat. 15:21–28; Mar. 7:24–30). Observa que los hombres del entorno de Jesús se impacientan con ella, y que incluso Jesús parece despedirla. ¿Qué opinas de la audacia de la mujer? ¿Qué nos enseña esta historia acerca de cómo el mismo Jesús enseñó a los demás?

Jesús estaba cerca de Tiro y Sidón. Había cruzado a un lugar donde abundaban los extraños y las tensiones étnicas se exacerbaban. Los habitantes de la ciudad que hablaban griego miraban con desprecio a los granjeros judíos que vivían en el campo, y estos a su vez despreciaban a los de la ciudad.

No mucho antes, Herodes, el gobernante marioneta de Galilea, el territorio de origen de Jesús, había ejecutado a Juan el Bautista. Pero Juan era un hombre cuya perspectiva Jesús compartía ampliamente, y la ejecución parecía acechar. Jesús había comenzado a enfrentarse cara a cara con el peligro de su misión.

Al sentir la tensión, Jesús entró en una casa, con la esperanza de que nadie supiese que estaba allí (así dice Marcos en su relato: Mar. 7:24). Pero la mujer lo encontró.

En la cultura de aquel tiempo y lugar, una mujer no tenía derecho a hacerse valer. Además, esta mujer pertenecía a una cultura y a un grupo étnico para el que los judíos tenían poco tiempo, y esto la ponía en mayor desventaja.

Pero la hija de la mujer estaba enferma. Ella quería ayuda, y persistió en pedirla.
Jesús la desestimó. “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”, le dijo (Mat. 15:26). El comentario podría haber herido los sentimientos de ella.

Y entonces sucedió algo extraordinario. A continuación ella respondió. Ella estaba familiarizada con los perros, a diferencia de los judíos, que no los tendrían como mascotas, y dijo: “Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (Mat. 15:27).

Su comentario fue determinante. Parece convincente. Y Jesús sana a su hija.

“Hágase contigo como quieres” (Mat. 15:28). ¿Cómo interpretamos estas palabras? No obstante, ¿cómo respondemos cuando las cosas no suceden como nosotros queremos?

 

Ir ArribaJueves 5 de noviembre: Un alumno que entiende el mensaje

Jesús y sus seguidores habían emprendido el regreso hacia Jerusalén. Así como Herodes había estado preocupado por Juan el Bautista, las autoridades, incluyendo a Herodes, ahora estaban preocupadas por Jesús. Sus seguidores incluían a los pobres y otras personas vulnerables que desesperadamente esperaban un cambio.

Jesús quería traer esperanza al mundo por sobre todas las cosas. Pero a estas alturas estaba seguro de que quienes tenían mayor poder y privilegios iban a hacer todo lo posible para anular esa misión. No querían que él tuviese éxito.

En cuanto al círculo íntimo de los alumnos de Jesús, los doce discípulos parecían ansiosos por estar al lado de Jesús. Pero al mismo tiempo parecían desconcertados, o ciegos. Por ejemplo, en Marcos 8:31 al 33, el Gran Maestro desafía a sus alumnos a ver cosas que a ellos les resulta difícil ver. Es decir, en muchos sentidos todavía estaban espiritualmente ciegos a lo que realmente importaba (ver Mar. 8:37).

Todo esto forma parte del contexto del encuentro de Jesús con alguien que sí ve.

Lee la historia de Jesús y la curación de Bartimeo, un mendigo ciego. (Ver Mar. 10:46–52.) Observa la gran misericordia que muestra Jesús. Ahora deténte a pensar que el deseo de ver del ciego lo lleva a su decisión de seguir a Jesús camino a Jerusalén. ¿Crees que Marcos pudo estar haciendo un contraste entre Bartimeo y los otros discípulos? ¿Cuánta luz arroja esta historia sobre lo que significa para ti ser receptivo al Gran Maestro?

Bartimeo hubiese querido ver los rizos del pelo de un bebé y el color del trigo en la cosecha. Pero ver abarca más que solo el aspecto físico; esta historia, en otras palabras, se refiere a ver espiritualmente. Se trata de entender el mensaje, de captar quién es realmente el Gran Maestro. Ver físicamente es una cosa. Esto es importante, y Jesús lo sabe. Pero Jesús también sabe que el deseo más profundo de cada persona es una vida nueva y mejor.

Lee Hebreos 5:12 al 14. ¿Qué nos enseña esto sobre la verdadera educación?

 

Ir ArribaViernes 6 de noviembre

Para Estudiar y Meditar:

Lee Elena de White, El camino a Cristo, “La prueba del discipulado”, pp. 49-56.

Elena de White nos dice (entre otras cosas) que cuando realmente respondemos al Gran Maestro, “deseamos vehementemente llevar su imagen, respirar su espíritu, hacer su voluntad y agradarle en todas las cosas” (CC 50) En compañía de Jesucristo, “nuestros deberes llegan a ser una delicia” (ibíd., 51). Ahora, abre tu Biblia y consulta Mateo, capítulos 5 al 7. Este es el Sermón del Monte, uno de los grandes resúmenes de lo que el Gran Maestro quería que sus alumnos supieran, y el discurso de apertura, la Constitución, del Reino que vino a establecer.

Preguntas para Dialogar:

  1. Así como Dios interpeló a Adán y Eva, y también a Jacob, Jesús se dirige a nosotros. Él se vincula con nuestros anhelos profundos, y nos sorprende (como lo hizo con Bartimeo) a fin de que reconsideremos quiénes somos y hacia dónde vamos. Con esto en mente, piensa en cómo enseñamos la Biblia a nuestros hijos y a los demás. ¿Cuál es la diferencia entre una enseñanza mediocre de la Biblia y el estilo convincente que realmente produce la diferencia en la vida de la gente?

  2. El interrogante de dónde te encuentras en el camino de la vida, ¿es meramente personal, o podría ser útil analizarla con gente de tu confianza? La idea de la iglesia como el “cuerpo de Cristo” (1 Cor. 12:27), ¿sugiere que conversar con los demás puede ser una forma de ponerte en contacto con lo que Cristo quiere que sepas?

  3. El jueves aprendimos que no bien Bartimeo pudo ver, tan pronto como fue rescatado de su ceguera física (y espiritual), siguió a Jesús camino a Jerusalén. En este viaje percibió todos los días la sabiduría del Gran Maestro. Con esto podemos suponer que él quería llevar la imagen de Jesús, respirar su espíritu, hacer su voluntad. ¿Por qué alguien se deleitaría, como dice El camino a Cristo, en seguir una norma tan elevada como la que Jesús promovió en el Sermón del Monte?

  4. Enfócate en la pregunta final del estudio del jueves. ¿Cómo aprendemos a discernir entre el bien y el mal? ¿Cómo definimos lo que está bien y lo que está mal? Y ¿por qué lo que hacemos con ese conocimiento quizá sea aún más importante que contar con ese conocimiento?

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