Lecciones para adultos: "La educación"
Edición para maestros. Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2020
Lección 10: "La educación artística y científica"
Para el 5 de diciembre de 2020
Reseña | Comentario | Aplicación a la vida
La naturaleza es la revelación de Dios en 3D, multimediática, estereofónica las 24 horas del día. No requiere suscripciones pagas ni dispositivos de transmisión, está en todas partes y es siempre accesible (Sal. 19:1). Por esta razón, apelar a la ignorancia por no conocer ni seguir a Dios será inadmisible en la evaluación final (Rom. 1:18-20). Además, las artes, en la medida en que reflejan la belleza o la verdad, pueden ser una fuente para ver a Dios y reflexionar sobre su carácter.
La biología, la física y las otras ramas de la ciencia son herramientas rigurosas y eficaces para comprender diferentes aspectos de la creación de Dios. Pero a menudo tropiezan con respecto a los orígenes. Por ejemplo, se ha dicho que solo hay dos cosas ciertas en este mundo: la muerte y los impuestos. Pero sabemos que no siempre fue así. Si bien la muerte es una parte tan natural y afianzada de nuestra vida ahora, originalmente era una condición inexistente (tampoco había impuestos). El mundo físico se vio afectado por una decisión moral/espiritual (Rom. 5:12). La ciencia biológica, en su forma actual, no da cabida a esta información y, por lo tanto, su modelo para el origen de la vida a menudo es engañoso.
Dios escribió y organizó las leyes del universo de manera tan magistral, tanto a nivel macro como a nivel micro, que es de entender por qué la ciencia puede estudiar y manipular eficazmente el mundo natural para su propósito sin reconocer a Dios ni recurrir a él. En cierto sentido, Dios creó el sistema natural tan bien, y aparentemente tan independiente de él, que la gente lo usa como evidencia en contra de la existencia de Dios. La educación cristiana y su cosmovisión no cometen ese error; más bien, consideran que la naturaleza da evidencias de Dios y que además es su revelación.
La ciencia puesta en perspectiva
La historia de la ciencia muestra una acumulación de logros y conocimientos estupendos, tanto teóricos como tecnológicos. Desde los avances médicos hasta la tecnología de la información, estamos en deuda con la comunidad científica por sus incansables esfuerzos para mejorar la vida moderna. Sin embargo, esos avances se basan en un verdadero océano de errores, teorías descartadas y paradigmas obsoletos que se conservaron más allá de su apogeo debido a muchas variables, incluidas las que son susceptibles a todas las disciplinas: los prejuicios y los preconceptos. A la luz de esta historia, ¿por qué debería ser particularmente razonable tomar con pinzas las “verdades” científicas, en vez de zambullirse de cabeza en la próxima teoría científica, que quizá caiga en el cubo de basura científico en una generación? Esta perspectiva no es popular porque la ciencia no tiene intenciones de anunciar sus errores. También tiene una manera de excusarse de sus errores o de ocultarlos cuidadosamente.
Estos son dos ejemplos: el primero, en el que la ciencia debería haberse inclinado ante la iglesia pero no lo hizo; y el segundo, en el que la iglesia fue el chivo expiatorio por un error más general. (Los siguientes dos ejemplos están tomados en parte de J. C. Lennox, God’s Undertaker: Has Science Buried God?, pp. 24, 68.)
Los primeros pensadores cristianos (Agustín, Ireneo, Aquino), como confiaban en el relato bíblico, opinaban que el universo tuvo un comienzo y que Dios lo creó. Sin embargo, durante gran parte de la era científica moderna, el consenso era que el universo era infinito en edad y en extensión. Cuando los ateos debatían con los cristianos sobre la existencia de Dios, los apologistas usaban el origen del universo como evidencia de la existencia de Dios. Los ateos respondían con el “hecho” de que el universo era infinito, socavando así ese argumento. Avancemos rápidamente hasta fines del siglo XX, y el consenso entre los científicos es que el universo sí tuvo un comienzo. Pero algunos se mostraron reacios a admitirlo. ¿Por qué? Porque daba a los cristianos una justificación para sus creencias creacionistas. Reflexionemos sobre esto por un momento. Las evidencias científicas, como el cambio rojo en la luz de las galaxias distantes y la radiación residual del microondas, respaldan la teoría de que el universo tuvo un comienzo. Esta suposición se alinea con el relato bíblico. Pero los científicos se resistieron a esta conclusión porque daba demasiado terreno a la religión. ¿No sería bueno que la comunidad científica jugara limpio y simplemente dijera: “Nos equivocamos, pero esos cristianos creacionistas que creen en la Biblia tienen razón”?
La “tesis del conflicto”, que sostiene que la religión y la ciencia están totalmente en desacuerdo, obtiene gran parte de su popularidad de historias como la de Galileo. El hecho de que esas historias reciban titulares dramáticos, como: “Galileo, científico extraordinario secular versus la iglesia, la encarnación institucional de dogmas religiosos no científicos”, solo refuerza la tesis. Por supuesto, Galileo tenía razón sobre el heliocentrismo, y la iglesia medieval estaba equivocada, pero el argumento es tendencioso al decir que este fue un caso claro de ciencia versus religión y que la ciencia ganó. El hecho es que Galileo creyó en Dios y en la Biblia durante toda su vida. En principio, su problema no fue con la iglesia sino con la academia. En una carta de 1615, él afirma que los profesores académicos contrarios a él trataron de influir en las autoridades de la Iglesia Católica Romana con el propósito de que hablaran en contra de él. Los argumentos científicos de Galileo eran una amenaza para el aristotelismo reinante de la academia. Roma se alineó con una cosmovisión respaldada por los filósofos y los profesores italianos. Entender esto no exime a la Iglesia Católica Romana de su trato hacia Galileo, pero sí muestra que Roma simplemente estaba en armonía con el paradigma académico vigente de la época. Usar la historia de Galileo como ilustración de la victoria de la ciencia sobre la religión es poner a la iglesia medieval como chivo expiatorio y distorsionar la historia.
Estos dos ejemplos muestran que la batalla entre la fe y la ciencia es un subterfugio en muchos sentidos. La idea de que la cosmología del Big Bang es una concesión de facto de que los creacionistas tenían razón desde el comienzo, es prácticamente desconocida en la actualidad. Ahora, la teoría del Big Bang para el origen del universo se usa en oposición a los creyentes como argumento que refutaría la existencia de Dios. Muchos creacionistas laicos no se dan cuenta de que les arrebataron de la mano el trofeo de la victoria (es decir, que el universo tiene un comienzo) y que lo están utilizando para volver a pegarles, figurativamente hablando.
Una cosa positiva que ha surgido de nuestra era posmoderna es que nos ha hecho confesar que los científicos están en la misma situación que cualquier otro académico que trabaja en su ámbito, y que toda la ciencia que llega al mercado público ha pasado a través del tamiz humano de la subjetividad, la falibilidad, la parcialidad, el conflicto ético y demás. Los secularistas modernos a menudo miran la ciencia a través de lentes rosados, y probablemente no son conscientes de que la ciencia no ha logrado ni de cerca refutar la existencia de Dios ni la fiabilidad de las creencias religiosas. Pero no nos basemos en lo que dice un cristiano para eso; escuchemos la crítica del físico agnóstico David Berlinsky a las pretensiones de su propia esfera (The Devil’s Delusion: Atheism and its Scientific Pretentions):
“¿Alguien ha presentado pruebas de la inexistencia de Dios? Ni de lejos. La cosmología cuántica, ¿ha explicado la aparición del universo o por qué está aquí? Ni de lejos. ¿Han explicado nuestras ciencias por qué nuestro universo parece estar ajustado para permitir la existencia de la vida? Ni de lejos. Los físicos y los biólogos, ¿están dispuestos a creer en algo mientras no sea en un pensamiento religioso? Bastante cerca. El racionalismo y el pensamiento moral, ¿nos han brindado una concepción de lo que es bueno, lo que está bien y lo que es moral? Ni de cerca. El secularismo, ¿ha sido una fuerza para el bien en el terrible siglo XX? Ni próxima a estar lejos siquiera. ¿Existe una ortodoxia estrecha y opresiva en las ciencias? Bastante cerca. ¿Hay algo en las ciencias o en la filosofía de estas ciencias que justifique la afirmación de que las creencias religiosas son irracionales? Pelota a la tribuna. El ateísmo científico, ¿es un ejercicio frívolo de menosprecio intelectual? Pelota al ángulo”.
Esta breve crítica y perspectiva debería servir para mostrar que los cristianos no necesitan abandonar el estudio de la ciencia como si fuera algo inherentemente antagónico al teísmo o a la Biblia. Al contrario, fue la creencia en Dios y en una creación ordenada, decidida y planificada lo que motivó que algunas de las mentes científicas más brillantes de la historia realizaran una investigación científica en el mundo físico.
Acerca de la belleza
Tradicionalmente, ha habido cinco ramas de la filosofía. Esas ramas y sus objetos de estudio son:
Lógica: el pensamiento ideal.
Ética: el comportamiento ideal.
Política: la organización social ideal.
Metafísica: la realidad última.
Estética: la forma ideal/la belleza.
Aunque muchos de estos temas pueden escucharse encendiendo la radio, las reflexiones sobre la belleza se han vuelto raras. Principalmente debido al relativismo cultural y moral de nuestra época, la belleza se considera simplemente una preferencia subjetiva. Sin embargo, en lo profundo sabemos que esta afirmación no puede ser cierta. De hecho, así como sabemos que existen conceptos fundamentales de lo “bueno” que no se relacionan con el tiempo, la cultura ni el lugar, con la “belleza” sucede igual. Como dijo un filósofo: “La belleza es la bondad que se hace manifiesta a los sentidos”.
Encendemos las noticias, y la gente usa argumentos a favor y en contra (lógica) para sostener cómo debería comportarse la gente (ética), o si los políticos están gobernando adecuadamente (política). ¿Pero cuándo fue la última discusión que escuchaste sobre el tema de la belleza? Analicen estas preguntas en clase:
¿De qué manera crees que se entiende la “belleza” desde una cosmovisión cristiana, no secular?
El papel que cumplen las artes en nuestra vida quizá no parezca una prioridad, pero cuando pensamos en cómo los medios y las artes están afectando la moralidad de cada nación (piensa en la tuya), la importancia resulta evidente. Andrew Fletcher llegó a decir: “Déjame componer las canciones de una nación, y ya no interesa quién haga sus leyes”. ¿Por qué dijo eso? ¿Qué tipo de contribuciones pueden hacer los adventistas en la música, el arte y la literatura que puedan dar testimonio de Dios?
La sociedad está saturada de clichés sobre ciencia y religión. Desafortunadamente, los clichés generalmente favorecen la ciencia y se burlan de la religión. ¿Qué tipo de preparación necesitan los estudiantes adventistas que ingresan a los ámbitos científicos para mantener la credibilidad de la Biblia y la cosmovisión cristiana?
No todos los jóvenes adventistas asisten a instituciones educativas adventistas. ¿Cómo pueden las iglesias convertirse en “escuelas” para estos jóvenes, a fin de reforzar su fe mientras asisten a universidades seculares?
Lecciones de la Escuela Sabática
Estudie la palabra de Dios a través de las Guías o lecciones de la Escuela Sabática.
Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Juan 12:44,45.
Libros de Lecturas Devocionales
- A Fin de Conocerle. Hoy con la lectura Servid al señor de todo corazón basada en Colosenses 3:23-24.
- Cada día con Dios. Hoy con la lectura Fábulas por arte compuestas basada en Daniel 8:14.
Envíe su Pedido de Oración, sus peticiones serán tratadas de una forma confidencial.
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