Lecciones para adultos: "Isaías: “Consolaos, pueblo mío”"
Edición para maestros. Primer trimestre (enero-marzo) de 2021
Lección 13: "El nuevo nacimiento del planeta Tierra"
Para el 27 de marzo de 2021
Reseña | Comentario | Aplicación a la vida
A partir de Isaías 63 y hasta el final del libro, se nos brinda una descripción del futuro glorioso que espera al pueblo de Dios, a pesar de violar el pacto con tanta frecuencia.
Hay gente fuera de los límites de Jerusalén que se encuentra entre los que constituyen el grupo del pueblo de Dios al final, como veremos. Otro tema importante al final del libro es Dios como Creador o Re-creador. Aunque el cielo nuevo y la Tierra Nueva representan una promesa para los que regresan del exilio babilónico, también tienen un cumplimiento escatológico en el tiempo del fin.
Los tres temas principales que se exploran en este estudio son los siguientes: (1) el Líder y Salvador, (2) los redimidos de Jehová, y (3) Dios como (Re)creador.
El Líder y Salvador
Isaías 63 comienza una nueva parte del libro. Presenta a un valiente guerrero “que marcha en la grandeza de su poder” y que es “grande para salvar” (Isa. 63:1). Sus vestiduras están manchadas porque se ha rociado sangre sobre ellas (63:3). Él “fue su Salvador” (63:8). Una imagen similar se presenta en el libro de Apocalipsis: “Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS” (Apoc. 19:13).
El capítulo incluye otras características del Salvador: es el líder que guía a su pueblo, de manera similar a lo que ocurrió en tiempos de Moisés (Isa. 63:12, 13); al final del capítulo, dice: “Tú, oh Jehová, eres nuestro padre; nuestro Redentor perpetuo es tu nombre” (63:16).
El capítulo siguiente (Isa. 64) trae a la memoria que Dios ha hecho cosas asombrosas, que su pueblo no espera (64:3). También vuelve a decir: “Jehová, tú eres nuestro padre” (64:8).
Luego, en Isaías 65, el autor incluye otra dimensión del carácter de Dios. Se revela usando la primera persona. Él afirma: “Estaba listo para responder, [...] estaba listo para dejarme encontrar” (Isa. 65:1, NTV). Según la declaración anterior, Isaías presenta al Señor como un Dios accesible. “Dije [...]: Heme aquí, heme aquí. Extendí mis manos todo el día” (65:1, 2).
Otro atributo notable de Dios se presenta en este capítulo. Él es quien trae juicio y recompensa a la Tierra. “No callaré, sino que recompensaré, y daré el pago en su seno por vuestras iniquidades, dice Jehová, y por las iniquidades de vuestros padres juntamente” (65:6, 7). Para “los que dejáis a Jehová” (65:11), él afirma: “Os destinaré a la espada” (65:12), y “Jehová el Señor te matará” (65:15).
Isaías 66 presenta ideas similares sobre Dios. En primer lugar, Dios se presenta como el Soberano del universo. El Señor dice: “El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies” (66:1). Esta imagen también aparece en la visión de Isaías 6:1 al 3: “Vi yo al Señor sentado sobre un trono”.
Luego, su voz proviene del Templo: “Voz de Jehová que da el pago a sus enemigos” (Isa. 66:6; comparar con 65:6). Esta descripción implica la aniquilación final de los enemigos de Dios, quienes “escogieron sus propios caminos” y cuya “alma amó sus abominaciones” (66:3).
Isaías 66:15 y 16 ofrece detalles vívidos de la destrucción final: “Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su reprensión con llama de fuego. Porque Jehová juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos de Jehová serán multiplicados”.
Esta parece ser una referencia a una aniquilación, una destrucción final, el acto supremo del Señor en justa represalia contra sus enemigos. Isaías termina su libro refiriéndose a la derrota total de los enemigos del Señor, aquellos que se rebelaron contra él. El final ha llegado, la victoria es total: “Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables a todo hombre” (Isa. 66:24).
Los redimidos de Jehová
Isaías 63 revela que el gran Día del Señor, el día de la ejecución de su Juicio, tiene dos implicaciones primordiales: “Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el año de mis redimidos ha llegado” (63:4) Por un lado, para su pueblo, el Día del Juicio será un día de redención. Pero, por otro lado, el Juicio será un día de venganza para aquellos que se han rebelado contra Jehová.
Por lo tanto, estudiemos algunas características que ofrece este capítulo en relación con los redimidos. Este grupo incluye a su pueblo a través de todas las edades. Estas personas incluyen a aquellos de la época de Abraham (63:7-19). Isaías 63:16 dice: “Si bien Abraham nos ignora, e Israel no nos conoce; tú, oh Jehová, eres nuestro padre; nuestro Redentor”. La referencia a Abraham probablemente designa a los descendientes de Abraham, tanto espirituales como literales.
Desafortunadamente, el pueblo de Dios quebranta el pacto. Sigue cometiendo pecado por mucho tiempo. Isaías dice: “Nuestras maldades nos llevaron como viento” (Isa. 64:6).
Una descripción similar del pueblo de Dios se encuentra en los últimos capítulos de Isaías.
Son un “pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos” (65:2). Son “pueblo que en mi rostro me provoca de continuo a ira”, que “hi[zo] lo malo delante de mis ojos, y escogi[ó] lo que me desagrada” (65:3, 12). Este tema se repite en Isaías 66: “Escogieron sus propios caminos, y su alma amó sus abominaciones [...] hicieron lo malo delante de mis ojos, y escogieron lo que me desagrada” (66:3, 4).
Sin embargo, el Señor mira a su pueblo con compasión: “Así ha dicho Jehová: Como si alguno hallase mosto en un racimo, y dijese: No lo desperdicies, porque bendición hay en él; así haré yo por mis siervos, que no lo destruiré todo” (65:8).
La forma nifal de māṣāʾ (que se traduce como “hallado”) contiene implicaciones teológicas dignas de nuestra consideración. El vino nuevo (los siervos de Dios) está a punto de ser destruido. Pero la misericordia de Dios parece “hallarlo”. No es su dignidad ni su fidelidad lo que lo preserva; más bien, es la misericordia de Dios.
El siguiente versículo enfatiza la misma idea. Es el Señor quien “sacar[á] descendencia de Jacob, y de Judá heredero de [su]s montes” (65:9).
El verbo “sacaré” (en la forma hifil) se expresa en una forma causativa; por lo tanto, Dios aún cumple la promesa al preservar una descendencia que surge de los descendientes de Jacob. No es por la fidelidad de Jacob ni de Judá, sino por la fidelidad de Dios, que la continuidad de la promesa está asegurada. Bajo este pacto, la descendencia puede poseer los montes. Nuevamente, todo se debe a la misericordia y la fidelidad de Dios, y no a las obras de su pueblo.
Es interesante notar que la descendencia de Jacob, o los siervos, están en contraste con vosotros (Judá): “He aquí que mis siervos cantarán por júbilo del corazón, y vosotros clamaréis por el dolor del corazón” (65:14).
Es la descendencia de Jacob la que permanecerá para siempre. “Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra descendencia” (66:22). Isaías usa la misma palabra zeraʿ (ver descendencia) en 65:9 y 66:22.
Sin embargo, gente de todas las naciones puede unirse a ese grupo de siervos, o la descendencia de Jacob: “Publicarán mi gloria entre las naciones” (66:19). Junto con los hijos de Israel, ellos “traen la ofrenda en utensilios limpios a la casa de Jehová” (66:20). Y el Señor “tomar[á] también de ellos para sacerdotes y levitas” (66:21). Este es un anuncio de una nueva dimensión del pueblo escogido de Dios, que abarca a personas de todo el mundo.
Dios como (Re)creador
Dios como Creador es un tema importante en el libro de Isaías. El tema se enfatiza especialmente en Isaías 40: “El Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra” (40:28), y en la última parte del libro. Al parecer, Isaías presenta a Dios como Creador o Re-creador con la intención de reforzar la idea de Dios como Redentor. Dios no simplemente creó este mundo y a los seres humanos y luego se olvidó de ellos; él creó este universo y a la humanidad, pero además, también es el Sustentador y, por sobre todo, el Redentor de sus criaturas.
Esa es la razón por la que el Señor dice: “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo” (Isa. 66:13).
No obstante, un día, los israelitas, el pueblo de Dios, fueron desarraigados de su tierra y fueron llevados a Babilonia en el exilio; los separaron de su amada familia, destruyeron su Templo, les quitaron todas las posesiones. Pero Dios sigue estando con ellos.
Al vivir en Babilonia, algunos de los israelitas perdieron la esperanza de regresar a Jerusalén. Piensan que Dios los ha olvidado para siempre por sus pecados (ver la oración en Dan. 9). Sin embargo, Dios les dice, a través del profeta Isaías: “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado” (Isa. 65:17, 18).
Si consideramos la promesa para el pueblo del Señor en los tiempos de Isaías, vemos que es una promesa para un pueblo en el exilio. Y Dios de antemano les dice: durante algunos años verán en el exilio solo la atmósfera de Babilonia, sus cielos y la tierra, pero crearé algo nuevo para ustedes: “Yo crearé nuevos cielos y nueva tierra” (65:17).
Este es el lenguaje de Génesis 1. Aquí se utiliza incluso el mismo verbo bara’ (crear). Sin embargo, hay una variante interesante. En Génesis 1, el verbo bara’ está en tiempo pasado, por lo que la traducción es “creó Dios”; es una acción concluida. No obstante, en Isaías, bara’ es un verbo hebreo en participio, lo que denota una acción continua o una acción repetida que está teniendo lugar en el presente. En otras palabras, aunque el cielo y la tierra de Jerusalén se perderán, yo creo, o estoy creando, nuevos cielos y nueva tierra para ustedes. Una nueva Jerusalén surgirá de las ruinas. Regresarán y ocurrirá una experiencia maravillosa para que “de lo primero no ha[ya] memoria, ni más ven[ga] al pensamiento” (Isa. 65:17).
No podemos negar la dimensión escatológica de este anuncio profético. Hay un cumplimiento posterior en relación con el “cielo nuevo” y la “tierra nueva” de Apocalipsis 21. Adán y Eva perdieron su cielo y su tierra, tal como le sucedió a Israel más adelante. Pero el Señor, el Creador, ha prometido hacer un mundo maravilloso nuevamente.
Según Isaías 66, el Señor afirma: “Tiempo vendrá para juntar a todas las naciones y lenguas; y vendrán, y verán mi gloria” (66:18). Es evidente que los creyentes serán de otras naciones además de Israel. ¿Cómo entiendes Isaías 19:25 en relación con esta idea: “En aquel tiempo Israel será tercero con Egipto y con Asiria para bendición en medio de la tierra; porque Jehová de los ejércitos los bendecirá diciendo: Bendito el pueblo mío Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel mi heredad” (19:24, 25)?
¿Cómo imaginas que será el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios hará para nosotros al final de los tiempos? Lee Apocalipsis 21:1 y 2, y 22:1 al 5.
Lecciones de la Escuela Sabática
Estudie la palabra de Dios a través de las Guías o lecciones de la Escuela Sabática.
Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Juan 12:44,45.
Libros de Lecturas Devocionales
- A Fin de Conocerle. Hoy con la lectura Servid al señor de todo corazón basada en Colosenses 3:23-24.
- Cada día con Dios. Hoy con la lectura Fábulas por arte compuestas basada en Daniel 8:14.
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