Lecciones para adultos: "La promesa: El pacto eterno de Dios"
Edición para maestros. Segundo trimestre (abril-junio) de 2021
Lección 5: "Hijos de la promesa"
Para el 1 de mayo de 2021
Reseña | Comentario | Aplicación a la vida
Los pactos de Dios son atemporales. Aunque Noé, Abraham, Moisés y otros ya murieron, el cumplimiento de las promesas de Dios aún continúa. Él todavía nos brinda su promesa de salvación, si elegimos abrirle el corazón.
Cuando Yahvéh anunció que era el escudo de Abram (Gén. 15:1), esto significaba que sería el protector de Abram. El término escudo refería a la garantía protectora de Yahvéh para con Abram. A pesar de la idea de Abram de que Eliezer se convertiría en el hijo de su herencia, un hijo especial surgiría del vientre de Sarai. Este hijo produciría un linaje abrahámico, y sería tan innumerable como “las estrellas”.
Tu escudo
“Después de estas cosas, la palabra de Jehová vino a Abram en una visión, diciendo: ‘No temas, Abram; Yo soy tu escudo, tu recompensa aumentará enormemente’ ” (The Interlinear Hebrew-Greek-English Bible, t. 1, p. 32, énfasis añadido; ver Gén. 15:1.)
“El ‘escudo’, o protección, que se menciona aquí no se refiere a la protección física en la guerra ni a la protección física contra la desgracia. Más bien, se refiere a la protección de la posibilidad de que la promesa del pacto no se cumpliera a través de Abraham y su descendencia futura [...]. Si nosotros somos la simiente de Abraham (y todos los que tienen la fe de Abraham son la simiente de Abraham), entonces también tenemos la seguridad de que Dios será nuestro escudo” (G. M. Hasel y M. G. Hasel, The Promise: God's Everlasting Covenant, p. 44).
La promesa del Mesías: Primera parte
Después de que se le negara la entrada a la Tierra Prometida, Moisés se paró en la cima del esplendoroso monte al final de su odisea y se le dio una visión del Mesías venidero: “Se le permitió mirar a través de los tiempos futuros y contemplar el primer advenimiento de nuestro Salvador. [...] Contempló la vida humilde de Cristo en Nazaret; su ministerio de amor, simpatía y sanidades, y cómo lo rechazaba y despreciaba una nación orgullosa e incrédula. [...] Vio cómo, en el Monte de los Olivos, Jesús se despedía llorando de la ciudad de su amor. [...]
“Vio que [...] Dios no había desechado la simiente de Abraham; habrían de cumplirse los propósitos gloriosos cuyo cumplimiento él había emprendido por medio de Israel. Todos los que llegasen a ser por Cristo hijos de la fe habían de ser contados como simiente de Abraham” (PP 507, 508).
Cuando Yahvéh anunció que era el escudo de Abram (Gén. 15:1), esto significaba que sería el protector de Abram. El término escudo refería a la garantía protectora de Yahvéh para con Abram. A pesar de la idea de Abram de que Eliezer se convertiría en el hijo de su herencia, un hijo especial surgiría del vientre de Sarai. Este hijo produciría un linaje abrahámico, y sería tan innumerable como “las estrellas”.
Tu escudo
“Después de estas cosas, la palabra de Jehová vino a Abram en una visión, diciendo: ‘No temas, Abram; Yo soy tu escudo, tu recompensa aumentará enormemente’ ” (The Interlinear Hebrew-Greek-English Bible, t. 1, p. 32, énfasis añadido; ver Gén. 15:1.)
“El ‘escudo’, o protección, que se menciona aquí no se refiere a la protección física en la guerra ni a la protección física contra la desgracia. Más bien, se refiere a la protección de la posibilidad de que la promesa del pacto no se cumpliera a través de Abraham y su descendencia futura [...]. Si nosotros somos la simiente de Abraham (y todos los que tienen la fe de Abraham son la simiente de Abraham), entonces también tenemos la seguridad de que Dios será nuestro escudo” (G. M. Hasel y M. G. Hasel, The Promise: God's Everlasting Covenant, p. 44).
La promesa del Mesías: Primera parte
Después de que se le negara la entrada a la Tierra Prometida, Moisés se paró en la cima del esplendoroso monte al final de su odisea y se le dio una visión del Mesías venidero: “Se le permitió mirar a través de los tiempos futuros y contemplar el primer advenimiento de nuestro Salvador. [...] Contempló la vida humilde de Cristo en Nazaret; su ministerio de amor, simpatía y sanidades, y cómo lo rechazaba y despreciaba una nación orgullosa e incrédula. [...] Vio cómo, en el Monte de los Olivos, Jesús se despedía llorando de la ciudad de su amor. [...]
“Vio que [...] Dios no había desechado la simiente de Abraham; habrían de cumplirse los propósitos gloriosos cuyo cumplimiento él había emprendido por medio de Israel. Todos los que llegasen a ser por Cristo hijos de la fe habían de ser contados como simiente de Abraham” (PP 507, 508).
La promesa del Mesías: Segunda parte
En Génesis 3:15, el Cristo preencarnado predijo el advenimiento mesiánico, que ofrecería expiación para la raza humana; para demostrar a los reinos sin pecado que no había excusa para el fracaso de Adán, y para validar la combinación inmortal de la Ley y el evangelio por medio del Calvario.
La caída de Adán produjo en la humanidad un nuevo paradigma del mal. La posteridad de Adán contrajo una inclinación mental natural a rebelarse contra la soberanía divina. Por lo tanto, dado que el pecado no puede ser un mero acto indebido, debiera describirse como una condición psicótica espiritual que se enfurece en contra de la soberanía divina. En Mateo 1:21, se dio la promesa de la venida de Cristo que nos sanaría de la enfermedad de la esquizofrenia espiritual. Nacida fuera de Cristo, la raza humana nace en una condición de psicopatología espiritual. Cristo vino para que pudiéramos ser sanados a través de una “transfusión de sangre”, sobre la base de su muerte en el Calvario.
Así, Cristo llegó a ser el Monogenes, o el Hijo unigénito (Juan 3:16), en el sentido de que Cristo entró al cosmos como el único de su especie, sin ninguna competencia. En Nazaret, el Segundo Adán inició su humilde ministerio en un mundo caído y corrupto, en contraste con la perfección del Paraíso, donde el Adán original falló. Este Dios-hombre, que fue tentado en todas las cosas, logró evadir a los “perros sabuesos” infernales del pecado. (Ver Gén. 3:15; 1 Cor. 10:13; 15:21, 22; Heb. 4:15, 16.) Lee Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 649, capítulo 75, “Ante Anás y Caifás”.
“Engrandeceré tu nombre”
En tórrido contraste con aquellos constructores de imperios fantásticos, si bien presuntuosos, en las llanuras de Sinar, Abraham evitó la autodeificación; aunque Dios había prometido engrandecer su nombre. “Si Nimrod es el líder político secular arquetípico del mundo posterior al diluvio, Abraham es su líder espiritual. Abraham es [...] el instrumento de Yahvéh para el cumplimiento de su visión para la humanidad. [...]
“Con Abraham, la historia del mundo toma un rumbo diferente; Dios establece un nuevo patrón. Abraham es la ola del futuro para los seres humanos y para todas las naciones. Yahvéh indica aquí su indiferencia para con las líneas de sangre. [...]
“Se inicia una nueva línea de creyentes en el único Dios. Yahvéh elige a Abraham, un afroasiático que vivía en la zona de influencia de Nimrod, para ser su siervo, para bendición de sus hermanos a través de su simiente. [...]
“Un hombre ahora debe actuar en nombre de Dios y la humanidad. [...] El plan y la inclusión en él no se basan en la etnia, sino en la relación de pacto” (C. E. Bradford, Sabbath Roots: The African Connection, pp. 77–79).
En Génesis 3:15, el Cristo preencarnado predijo el advenimiento mesiánico, que ofrecería expiación para la raza humana; para demostrar a los reinos sin pecado que no había excusa para el fracaso de Adán, y para validar la combinación inmortal de la Ley y el evangelio por medio del Calvario.
La caída de Adán produjo en la humanidad un nuevo paradigma del mal. La posteridad de Adán contrajo una inclinación mental natural a rebelarse contra la soberanía divina. Por lo tanto, dado que el pecado no puede ser un mero acto indebido, debiera describirse como una condición psicótica espiritual que se enfurece en contra de la soberanía divina. En Mateo 1:21, se dio la promesa de la venida de Cristo que nos sanaría de la enfermedad de la esquizofrenia espiritual. Nacida fuera de Cristo, la raza humana nace en una condición de psicopatología espiritual. Cristo vino para que pudiéramos ser sanados a través de una “transfusión de sangre”, sobre la base de su muerte en el Calvario.
Así, Cristo llegó a ser el Monogenes, o el Hijo unigénito (Juan 3:16), en el sentido de que Cristo entró al cosmos como el único de su especie, sin ninguna competencia. En Nazaret, el Segundo Adán inició su humilde ministerio en un mundo caído y corrupto, en contraste con la perfección del Paraíso, donde el Adán original falló. Este Dios-hombre, que fue tentado en todas las cosas, logró evadir a los “perros sabuesos” infernales del pecado. (Ver Gén. 3:15; 1 Cor. 10:13; 15:21, 22; Heb. 4:15, 16.) Lee Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 649, capítulo 75, “Ante Anás y Caifás”.
“Engrandeceré tu nombre”
En tórrido contraste con aquellos constructores de imperios fantásticos, si bien presuntuosos, en las llanuras de Sinar, Abraham evitó la autodeificación; aunque Dios había prometido engrandecer su nombre. “Si Nimrod es el líder político secular arquetípico del mundo posterior al diluvio, Abraham es su líder espiritual. Abraham es [...] el instrumento de Yahvéh para el cumplimiento de su visión para la humanidad. [...]
“Con Abraham, la historia del mundo toma un rumbo diferente; Dios establece un nuevo patrón. Abraham es la ola del futuro para los seres humanos y para todas las naciones. Yahvéh indica aquí su indiferencia para con las líneas de sangre. [...]
“Se inicia una nueva línea de creyentes en el único Dios. Yahvéh elige a Abraham, un afroasiático que vivía en la zona de influencia de Nimrod, para ser su siervo, para bendición de sus hermanos a través de su simiente. [...]
“Un hombre ahora debe actuar en nombre de Dios y la humanidad. [...] El plan y la inclusión en él no se basan en la etnia, sino en la relación de pacto” (C. E. Bradford, Sabbath Roots: The African Connection, pp. 77–79).
Para reflexionar: Un relato rabínico de la travesía del Mar Rojo dice así: Justo cuando el mar comenzó a ahogar a los egipcios, los ángeles celestiales comenzaron a aplaudir, bailar y celebrar. Entonces intervino la voz entristecida de Dios, diciendo: “¡La obra de mi mano, mi creación, se ha hundido en el mar!” El amor de Dios es tan grande que no se complace en la destrucción ni siquiera de los más impíos.
El amor de Dios se extiende a todos, incluso a quienes quebrantan su Ley y su corazón. ¿Cómo se manifiesta este amor en la relación de pacto que busca establecer con cada persona? ¿Cómo sigue manifestándose este amor cuando alguien rechaza el ofrecimiento de Dios? ¿Cuál es la defensa de Satanás cuando Dios muestra tal amor?
Debido a que estaban oprimidos por una potencia extranjera, el pueblo judío ansiaba un Mesías que los liberara. No obstante, Jesús viajó a este mundo para tomar una cruz, no para ocupar un trono. ¿Cómo encajaba su misión en el pacto que Dios nos ofreció?
Dios tenía muchos planes para Israel, pero ellos le fallaron muchas veces. ¿Crees que Dios desea usarnos a nosotros como quiso usar a Israel? Explica. ¿Qué debemos hacer individualmente y como iglesia para que podamos “escuchar” su voz y ser sus vasos?
Con la venida del Mesías, la gente esperaba señales y prodigios, milagros y misticismo. ¿En qué medida nosotros somos semejantes hoy? ¿Cómo es posible que perdamos las señales sutiles de la Segunda Venida? A nivel colectivo, ¿cómo puede la iglesia dar pasos positivos para ser un pueblo preparado que espera?
Cuando aceptas la salvación de Dios, comienzas la experiencia de llegar a ser cada vez más semejante a Cristo con cada día que pasa. ¿Qué barómetro usas para medir tu progreso? ¿Qué criterio piensas que utiliza Dios para medir tu progreso? Charles Swindoll describe la lucha por el crecimiento espiritual individual como tres pasos hacia adelante, un paso hacia atrás. Si es así, ¿cómo se puede seguir adelante sin desanimarse? En Génesis 15:1, Dios dice a Abram que él es su “galardón [...] sobremanera grande”. ¿En qué sentido Dios y nuestra relación con él no es solo un medio para un fin, sino el fin en sí mismo?
Dios dice a Jacob en Génesis 28:14 que su bendición llevaría a que todo el mundo fuese bendecido. ¿Puede una bendición ser realmente una bendición si no se comparte de alguna manera? Explica.
El pacto original de Dios con Abram parecía sugerir que él tenía en mente a los descendientes directos de Abram. Pero más adelante es evidente que Dios tenía en mente a diversos grupos y personas unidos por una fe común. ¿Cambió Dios de opinión? Analicen.
El hecho de que Dios eligiera a un nómada desconocido en una de las zonas remotas del mundo (incluso en ese entonces), sugiere que lo que Dios valora de los seres humanos es bastante diferente de lo que nosotros valoramos de nosotros mismos y de los demás. ¿Qué pudo haber visto Dios en Abraham?
Lecciones de la Escuela Sabática
Estudie la palabra de Dios a través de las Guías o lecciones de la Escuela Sabática.
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Colosenses 3:1.
Libros de Lecturas Devocionales
- A Fin de Conocerle. Hoy con la lectura Fieles en lo poco basada en Lucas 16:10.
- Cada día con Dios. Hoy con la lectura Preparémonos para la inmortalidad basada en 1 Juan 5:4.
Envíe su Pedido de Oración, sus peticiones serán tratadas de una forma confidencial.
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