Lecciones para adultos: "Descanso en Cristo"
Edición para maestros. Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2021
Lección 12: "El profeta sin descanso"
Para el 18 de septiembre de 2021
Reseña | Comentario | Aplicación a la vida
La estrategia de Dios para salvar a la humanidad perdida a veces parece extraña. Nínive, una ciudad de 120.000 habitantes, era una ciudad importante en la antigua Asiria. Los ejércitos asirios eran algunos de los más despiadados del Cercano Oriente. Su crueldad era famosa en toda la cuenca mediterránea. No solo atacaban las fortalezas enemigas, también las destruían. Asesinaban brutalmente a los adversarios y se llevaban a miles de jóvenes como esclavos.
Imagínate la reacción de Jonás cuando Dios le dio instrucciones de viajar de Israel a Nínive a fin de predicar un mensaje de arrepentimiento en esta ciudad inicua. En lugar de confiar en el poder de Dios para cumplir su mandato, se sintió abrumado por la ansiedad. No tenía descanso ni paz mental, por lo que huyó en dirección contraria. Una de las cosas más notables de esta historia es el sincero deseo de Dios de salvar a los habitantes de Nínive. A Dios le apasiona salvar a los perdidos. Él hará lo que sea necesario para redimirlos. La historia de Jonás no tiene que ver solo con la salvación de Nínive, también tiene que ver con la salvación de Jonás, el profeta reacio.
Probablemente, Jonás no se dio cuenta de la profundidad de su animosidad hacia los ninivitas. Al huir de Dios, terminó en el vientre de un pez enorme y tuvo tres días para reconsiderar su relación con Dios. En un acto de pura desesperación, Jonás clamó a Dios. Cuando el enorme pez lo escupió en la orilla, el fugitivo reacio se convirtió en un misionero agradable. Pero la historia no termina allí. Jonás predicó a Nínive; y cuando estos se arrepintieron, él se enojó. Pensaba más en su reputación que en el honor de Dios y su amor por la gente de Nínive. En la lección de esta semana, descubrimos esta maravillosa verdad: Jonás necesitaba el evangelio tanto como la gente de Nínive, y nosotros también.
Jonás residía en una pequeña ciudad llamada Gat-hefer, ubicada a poca distancia de la ciudad portuaria de Jope (2 Rey. 14:25). Embargado de miedo por la crueldad de los habitantes de Nínive, huyó del llamado de Dios para testificarles. A bordo de un velero que se dirigía a Tarsis, deseaba alejarse lo más posible de Nínive. Aunque no podemos asegurarlo, muchos comentaristas bíblicos creen que Tarsis es Tartessos en el sur de España, cerca de Gibraltar. El viaje por mar desde Jope a Tartessos era de aproximadamente 3.500 kilómetros; Nínive, por otro lado, se encontraba a unos 1.100 kilómetros de Jope.
La idea de hacer el ridículo, de que lo rechazaran o, peor aún, de que lo persiguieran, abrumaba al profeta. Las dificultades que tenía ante él parecían tan grandes que no podía afrontarlas. Al comentar sobre la falta de fe de Jonás, Elena de White describe la mentalidad del profeta: “Mientras el profeta pensaba en las dificultades y las imposibilidades aparentes de lo que se le había encargado, se sintió tentado a poner en duda la sabiduría del llamado. Desde un punto de vista humano, parecía que nada se ganaría proclamando un mensaje tal en esa ciudad orgullosa. Se olvidó por el momento de que el Dios a quien servía era omnisciente y omnipotente. Mientras vacilaba y seguía dudando, Satanás lo abrumó de desaliento. El profeta fue dominado por un gran temor, y ‘se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis’. Fue a Jope, allí encontró un barco a punto de zarpar y, ‘pagando su pasaje, entró en él para irse con ellos’ (Jon. 1:3).
“El encargo que había recibido imponía a Jonás una pesada responsabilidad; pero quien le había ordenado que fuese podía sostener a su siervo y concederle éxito. Si el profeta hubiese obedecido sin vacilación, se habría ahorrado muchas experiencias amargas, y habría recibido abundantes bendiciones” (PR 198, 199).
Jonás no resolvió su problema al huir de él; correr solo lo sumió en más dificultades. El Dios que lo comisionó para que predicara el arrepentimiento en Nínive era completamente capaz de sostenerlo, apoyarlo y fortalecerlo. Dios nunca nos asigna una tarea sin darnos la capacidad de realizarla. “A medida que la voluntad del hombre coopera con la voluntad de Dios, esta llega a ser omnipotente. Cualquier cosa que debe hacerse por orden suya, puede llevarse a cabo con su fuerza. Todos sus mandatos son habilitaciones” (PVGM 268). Jonás pensó más en su debilidad que en la fuerza de Dios. Pero Dios aún no había terminado con él...
Jonás iba hacia Tarsis, pero Dios iba hacia Jonás. Cuando el profeta huyó del llamado de Dios, Dios llamó al profeta. La Escritura dice: “Jehová hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave” (Jon. 1:4). La tormenta fue tan feroz que amenazó con hacer pedazos el barco. Cuando parecía que la carga y toda la tripulación se perderían, con total desesperación Jonás les rogó que lo tiraran por la borda, pues creyó que era el causante. Mientras se hundía bajo las olas, fue tragado por un pez grande. La Biblia dice: “Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches” (1:17).
Hay quienes creen que la historia de Jonás es demasiado fantasiosa para ser verdad. Piensan que es un relato mítico de ficción, más que una narrativa histórica. Sin embargo, las evidencias de las Escrituras, la historia y la arqueología contradicen ese enfoque. Entre otras razones para creer que la historia de Jonás es un acontecimiento de la vida real, es que, según 2 Reyes 14:25, Jonás era un personaje histórico. Los judíos consideraban que el libro de Jonás era histórico. Los hallazgos arqueológicos de Nínive confirman el tamaño de la ciudad según se describe en la Biblia. Jesús mismo se refiere a Nínive y la historia de Jonás (Mat. 12:39, 40; Luc. 11:29, 30). Uno de los principales problemas gira en torno a si un pez podría tragarse a alguien y si podría sobrevivir.
El Dr. John D. Morris, científico del Creation Institute, explica de esta manera la posibilidad de que Jonás fuese tragado por un pez grande: “Hay varias especies de ballenas y tiburones vivos hoy con gargantas lo suficientemente grandes como para tragar a un hombre entero. Entre los animales extintos como los plesiosaurios, se podría decir lo mismo, y tal vez se trataba de un pez de gran tamaño hasta ahora desconocido. El caso es que la historia no es imposible. Sin embargo, lo más importante es que la Biblia dice que ‘Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás’ (Jon. 1:17). Sin duda, este acontecimiento fue milagroso, y no un fenómeno naturalista. Por lo tanto, no tenemos que darle una explicación que se limite a la experiencia o el conocimiento modernos.
“¿Podría un hombre sobrevivir en el vientre de un pez? Se ha demostrado claramente tanto en las Escrituras como en otras fuentes que el modismo hebreo ‘tres días y tres noches’ significa un período que comienza un día y termina el día después al siguiente. No significa necesariamente tres días y noches completos. Además, se han reportado varios casos de marineros modernos u otras personas ingeridas por un animal de este tipo, que fueron recuperadas muchas horas después” (J. D. Morris, “Did Jonah Really Get Swallowed by a Whale?”). Morris sigue diciendo que como cristianos creemos en los milagros, por lo que aceptamos la Palabra de Dios tal como indica la historia en el libro de Jonás.
Allí, en el vientre de ese gran pez, Jonás pudo pensar seriamente. Lleno de irremediable desesperación, clamó a Dios: “Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo” (Jon. 2:7). Jonás miró más allá de la oscuridad, hacia la luz radiante que brillaba desde el Santuario celestial. Centró su atención en lo eterno. El salmista David declara: “Vieron tus caminos, oh Dios; los caminos de mi Dios, de mi Rey, en el santuario” (Sal. 68:24). Jonás descubrió al Dios que hace maravillas. Cualquiera que sea la circunstancia en la que nos encontremos, mientras miremos hacia el Santuario y contemplemos la gloria de Dios, como Jonás, nuestra confianza en Dios y en su poder infinito aumentará. Al comentar sobre la experiencia de Jonás, Elena de White declara: “Sin embargo, el Se ñor no abandonó a Jonás en su hora de desesperación. Mediante una serie de pruebas y providencias extra ñas, debía revivir la confianza del profeta en Dios y en su poder infinito para salvar” (PR 199).
Cuando su fe revivió, el Señor obró un milagro y el gran pez escupió a Jonás en la orilla. Jonás viajó a Nínive y predicó que Dios iba a destruir la ciudad inicua. Para su sorpresa, la gente se arrepintió. Hubo un gran reavivamiento espiritual. El rey aprobó un decreto, en armonía con la costumbre oriental, y toda la nación ayunó, confesó su pecado y se arrepintió. Increíblemente, Jonás se sintió totalmente decepcionado: había cumplido el mandato de Dios, pero las terribles consecuencias no se concretaron.
En la profecía, hay algo que se conoce como profecía condicional. Este concepto se expresa bien en Jonás 3:10: “Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo”. El cumplimiento de la profecía se basó en la respuesta de ellos. Cuando se arrepintieron, Dios “cedió”. La predicación de Jonás había sido un éxito, pero el reacio profeta no lo reconoció. Se sintió un fracasado; pero, siglos después, Jesús citó a Jonás como un ejemplo de fidelidad en su predicación en Nínive. Esta es una noticia increíblemente buena: Dios no se rinde fácilmente con nosotros. Jonás necesitaba el evangelio tanto como los ninivitas. Dios lo persiguió, no lo dejó ir y se aferró a él hasta que Jonás reconoció su mano poderosa.
¿Alguna vez has sentido que Dios te guiaba a hacer algo, pero eras renuente a hacerlo? ¿Alguna vez sentiste que el Espíritu Santo estaba obrando en tu corazón, convenciéndote de que tomaras una decisión, y dudaste debido a las aparentes consecuencias? Tal vez, como Jonás, has sido un misionero renuente. Escuchaste el llamado de Dios para ocupar un cargo en la iglesia, testificar a un vecino o un compañero de trabajo, o para compartir el evangelio con un familiar incrédulo. Al mismo tiempo, te preocupa el hecho de no estar calificado para hacerlo. O en tu testimonio, tienes miedo de decir algo incorrecto. Tienes miedo de que no acepten lo que tienes para decir. Peor aún, tienes miedo de que te rechacen. Debes recordar un par de cosas: en primer lugar, Dios no llama a los calificados, califica a quienes llama. En segundo lugar, cuando Dios te impresiona para que hagas algo y tú aceptas ese encargo, él asume la responsabilidad por los resultados. Dios no nos llama al “éxito”; nos llama a la fidelidad. Si somos fieles a la tarea asignada, un día te dirá: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25:21).
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