Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "En el crisol con Cristo"

Edición para maestros. Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2022

Lección 11: "Aguardar en el crisol"

Para el 10 de septiembre de 2022

 

Reseña | Comentario | Aplicación a la vida

 

Ir ArribaRESEÑA

Texto Clave: Gálatas 5:22.

Enfoque del estudio: 1 Samuel 26; Salmo 37:1–11; Romanos 5:3–5; 15:4, 5.

Introducción:

La esperanza y la mansedumbre, como herramientas esenciales para superar los crisoles, se definen esperando. Sin embargo, el concepto de espera bíblica no consiste solo en esperar, sino en esperar con paciencia. Esta paciencia no es una estratagema política, sino que es parte del fruto del Espíritu. El pueblo de Dios espera pacientemente en el crisol, porque Dios mismo es paciente. Dios es paciente porque tiene un carácter amoroso y porque también elige el mejor momento para intervenir. Pero Dios calcula cuál es el momento más indicado para ofrecer el mayor tiempo posible para la salvación de la mayor cantidad de gente posible.

Una vez más, esperar es posible solo cuando confiamos en Aquel a quien estamos esperando.

Temática de la lección:

La lección de esta semana destaca dos temas principales:

  1. Entendemos que la espera paciente es parte del fruto del Espíritu y es crucial para superar los crisoles.

  2. Esperar pacientemente es posible cuando conocemos y confiamos en la persona que estamos esperando.

 

Ir Arriba COMENTARIO

La paciencia de Dios

Una expresión bíblica que describe la paciencia de Dios es “tardo para la ira” (Neh. 9:16, 17; ver también Éxo. 34:6; Núm. 14:18; Sal. 103:8; Jon. 4:2; Nah. 1:3). Fíjate que la mayoría de estos textos colocan la expresión “tardo para la ira” en el contexto de otras descripciones divinas, como que Dios es “grande en misericordia”, “clemente y piadoso”, “misericordioso”. Además, la Biblia presenta a Dios como “tolerante” con el pueblo (Gén. 18:17-33; Núm. 14:27; Deut. 8:2; Neh. 9:30, 31; Sal. 78:38; Isa. 42:14; Eze. 20:17; Hech. 13:18; 1 Ped. 3:20). Al mismo tiempo, se enfatiza que Dios es “grande en misericordia y verdad” (Éxo. 34:6) y es el Autor de “maravillas” (Neh. 9:17). Al mismo tiempo, “de ningún modo [el Señor] tendrá por inocente al culpable” (Núm. 14:18; ver también Nah. 1:3; 1 Ped. 3:20).

Por tanto, es evidente que la paciencia de Dios no debe confundirse con la indiferencia, la impotencia ni la indecisión. La paciencia de Dios tampoco es una apariencia para calcular el mejor momento para la venganza. Dios es paciente porque abunda en amor por nosotros y quiere salvar a tantos como le sea posible. Pablo nos pregunta retóricamente: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? (Rom. 2:4; ver también Rom. 9:22-24). Pedro también declara que “la paciencia de nuestro Señor es para salvación” (2 Ped. 3:15), porque “el Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (ver en el contexto más amplio de 2 Ped. 3:9).

Nuestra paciencia

La explicación bíblica de la paciencia de Dios ayudará a todos los cristianos, y especialmente a nosotros, como adventistas del séptimo día, a comprender el retraso de la segunda venida de Jesús. Además, nos ayudará a evaluar y a desarrollar nuestra propia paciencia. Un estudio bíblico breve, y no exhaustivo, sobre la paciencia muestra varios aspectos:

  1. La Biblia enseña que la paciencia es una parte integral de la vida cristiana y proviene de Dios. Dios nos viste de paciencia, junto con la misericordia, la humildad y la mansedumbre, porque “Cristo es el todo, y en todos” (Col. 3:11), y porque Dios nos ha “escogido” (ver Col. 3:12). Jesús obra en nosotros su paciencia (1 Tim. 1:16, NTV). Nosotros somos pacientes debido al “llamado” que Dios nos extendió (Efe. 4:1, 2; 2 Tim. 4:2). La paciencia cristiana forma parte del fruto producido por el Espíritu Santo (Gál. 5:22). Está en conjunto y vinculada con otras virtudes cristianas, como el amor, la esperanza y la mansedumbre (Gál. 5:22; Col. 3:12; Efe. 4:1, 2; 2 Tim. 4:2). El amor es paciente (1 Cor. 13:4), y nuestra esperanza nos permite esperar con paciencia (Rom. 8:25). La paciencia nos fortalece con gozo (Col. 1:11) y produce carácter (Rom. 5:3, 4; Sant. 1:3, 4).

  2. La paciencia es una característica clave del remanente de Dios en el tiempo del fin: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12; ver también Apoc. 13:10). El remanente entiende que debe ser paciente hasta la venida del Señor, de la misma manera en que un agricultor es paciente hasta que la cosecha esté lista (Sant. 5:7, 8; ver también Luc. 8:15, Heb. 10:36, Apoc. 14:14-20). Nos armamos de valor con el mandato de Dios a Habacuc en cuanto a que incluso si, a veces, ciertas profecías del tiempo del fin quizá parezcan estar lejos de su cumplimiento final, debemos perseverar en nuestra espera: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará” (Hab. 2:3). Dios nos llama: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Sal. 46:10). David insiste: “Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová” (Sal. 27:14).

  3. Mientras tanto, toda una nube de testigos nos anima con paciencia en el camino: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:1, 2). Entre los grandes ejemplos de paciencia se encuentran Abraham (Heb. 6:15), así como los profetas y Job, quienes prueban “que el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Sant. 5:11). Jeremías decidió esperar en el Señor, sea como fuere: “Por tanto, digo: ‘El Señor es todo lo que tengo. ¡En él esperaré!’ ”(Lam. 3:24, NVI), porque “bueno es el Señor con quienes en él confían, con todos los que lo buscan” (Lam. 3:25, NVI).

    Pablo explica que los ejemplos que tenemos en las Escrituras están destinados a ayudarnos a desarrollar nuestra resistencia y darnos esperanza (Rom. 15:4, 5). Muchos otros hombres y mujeres de fe, a partir de la época neotestamentaria, soportaron con paciencia la tribulación y llevaron con valentía el nombre y la causa de Dios: “Y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado” (Apoc. 2:3; ver también Rom. 12:12; 2 Tim. 2:24; 2 Tes. 1:4; Apoc. 1:9; 2:19; 3:10). Por supuesto, Jesús es nuestro mayor ejemplo de paciencia y mansedumbre en medio del sufrimiento: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Ped. 2:21-23).

  4. Sí, hay aspectos prácticos de la paciencia para esta vida: su contraparte, la impaciencia, arruina nuestra vida actual y nos hace necios (Prov. 14:29; 15:18; 16:32; 25:15; Ecl. 7:8, 9). Pero la paciencia es esa virtud que Dios nos da en el crisol de la tribulación que nos ayuda a vencer y nos asegura la vida eterna. En sus enseñanzas sobre la tribulación en el mundo, Jesús nos instruye: “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (Luc. 21:19). El apóstol Pablo declara que Dios dará “vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” (Rom. 2:7). Por medio del profeta Isaías, Dios nos promete: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isa. 40:31; ver también Sal. 37:7-9; 40:1).

La paciencia es confianza

Ian se encontraba en el hospital con cáncer. Era un invierno duro, con temperaturas extremadamente bajas. Una mañana, cuando la enfermera entró en la habitación para ver cómo estaba, Ian le dijo a la enfermera que su esposa, Anastasia, iría a visitarlo ese día. La enfermera respondió: “No lo creo, ¡hace 30 grados bajo cero afuera!” El hombre replicó: “Conozco a mi esposa y confío en ella. ¡Ella es especial! ¡Cuando promete algo, cumplirá esa promesa sin importar cómo!” Una hora después, Anastasia entró en la habitación de Ian del hospital. Más tarde ese día, la enfermera le dijo a Ian: “Dudaba seriamente de que tu esposa viniera. ¡Pero ahora sé que ella es realmente especial!” Nuestra espera está determinada por nuestro conocimiento y confianza en la persona a quien estamos esperando. Si conocemos a Dios y confiamos en él, nuestra espera no nos llevará a la desesperación, sino a una espera paciente y activa.

 

Ir Arriba APLICACIÓN A LA VIDA

  1. Nuestra paciencia se manifiesta (en realidad, la necesitamos con urgencia) en varios aspectos de la vida: familia, negocios, salud, espiritualidad y demás. Sin embargo, la verdadera paciencia siempre estará arraigada en el fruto del Espíritu. Anota una evaluación de tu paciencia en varios aspectos de tu vida. ¿Qué descubriste? ¿En qué aspectos de tu vida puedes mejorar? ¿Cómo puedes hacer que eso suceda, con la ayuda de Dios?

  2. Se considera que la impaciencia es una característica de la inmadurez. A los niños generalmente les resulta difícil esperar; las personas maduras están más dispuestas a la espera. La experiencia y la confianza han facilitado que los maduros estén capacitados para esperar con paciencia. Evalúa tu madurez espiritual. ¿Cómo planeas seguir creciendo en tu paciencia?

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