Lecciones para adultos: "En el crisol con Cristo"
Edición para maestros. Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2022
Lección 2: "Los crisoles venideros"
Para el 9 de julio de 2022
Reseña | Comentario | Aplicación a la vida
Introducción:
Pedro soportó pruebas de todo tipo en sucesivas oleadas a lo largo de la vida. Literalmente luchó contra las espumosas olas del lago durante las frías noches que pasó pescando para su familia. Luchó contra las olas del amargo remordimiento cuando traicionó a su Señor. Luchó contra las olas de la incertidumbre en la prisión después de predicar el evangelio.
Luchó contra las olas de la frustración al trabajar para establecer la incipiente iglesia cristiana. Fue, por así decirlo, un estudiante en la escuela del sufrimiento al analizar sus pruebas de causa a efecto, y así se permitió crecer desde la experiencia. Pero aprendió especialmente a comprender el papel que tenía el sufrimiento en la obra de salvación de Dios y en su propia esperanza personal de hacer, y llegar a ser, lo que Dios quería para él. Como Pedro se convirtió en un experto en sufrimientos y pruebas, es el más indicado para enseñarnos esta semana. La lección de esta semana destaca varios tipos de crisoles: los crisoles generados por Satanás, los crisoles generados por nuestro pecado, los crisoles que Dios usa para purificarnos y formar nuestro carácter y los crisoles de la madurez. Cada uno de estos crisoles tiene su origen (Satanás, nosotros o Dios) y sus criterios de manejo y respuesta.
Temática de la lección:
La lección de esta semana destaca dos temas principales.
El sufrimiento es una realidad presente en nuestro mundo caído y, como cristianos, debemos aprender a encarar el sufrimiento y aprender de él.
En segundo lugar, como mayordomos de nuestra espiritualidad, debemos aprender a distinguir entre los diferentes tipos de pruebas y sufrimientos. Esto nos ayudará a comprender cómo afrontar las crisis en la vida y a sacar las mejores lecciones.
Sufrir con Cristo
Primera de Pedro 4:12 y 13 nos intriga con dos temas principales. En primer lugar, ¿qué quiere decir Pedro con que no debemos sorprendernos cuando las pruebas golpeen nuestra vida? El mal y el pecado son intrusos en el orden creado por Dios. No son naturales para la vida biológica ni para la vida moral, tal como fueron creados originalmente por Dios. No tenemos que acostumbrarnos a ellos, ni aceptarlos como parte del mundo original de Dios. El mal y el pecado no perdurarán. Se acerca el momento en que Dios acabará con ellos.
Lo que Pedro quiere comunicar aquí es que el pecado, el mal, el sufrimiento y la muerte son omnipresentes en un mundo posterior a la Caída. Para sobrevivir en este mundo, debemos aceptar que esta nueva realidad, aunque temporal, está presente. Si bien no debemos vivir en una angustia constante por temor a que el mal nos sobrevenga en cualquier momento, debemos estar preparados para lo que pueda suceder como consecuencia del mal.
En este contexto, estar preparado significa: (1) ser consciente del panorama del Gran Conflicto; (2) estar continuamente conectado con Dios en oración y mediante su autorrevelación; y (3) tener amigos espirituales que estén dispuestos a consolarnos y apoyarnos en forma sabia, compasiva y bíblica en tiempos de sufrimiento.
En segundo lugar, ¿qué quiere decir Pedro cuando nos insta a regocijarnos al participar del sufrimiento de Cristo? Pedro destaca el sufrimiento de Cristo varias veces en su primera epístola. En el capítulo 1, el acontecimiento de la primera venida de Cristo, según lo predijo el Espíritu Santo, se describe como los “sufrimientos de Cristo” (1 Ped. 1:11). En el capítulo 2, Pedro explica que Jesús sufrió injustamente, porque es el Siervo sufriente de Isaías 53 (1 Ped. 2:21-25). En el capítulo 3, Pedro enfatiza que Jesús “padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Ped. 3:18). En el capítulo 4, Pedro agrega que “Cristo sufrió en el cuerpo” (1 Ped. 4:1, NVI). Y en el capítulo 5, confirma que él mismo fue testigo de “los padecimientos de Cristo” (1 Ped. 5:1).
Pedro también relaciona todo nuestro sufrimiento con el sufrimiento de Cristo.
En el capítulo 1, Pedro dice a los cristianos que necesitan regocijarse en la salvación de Cristo, aunque “hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo” (1 Ped. 1:6, NVI). Sin embargo, este sufrimiento solo “será hallad[o] en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Ped. 1:7).
En el capítulo 2, Pedro explica que sufrir injustamente es encomiable (1 Ped. 2:19, 20), porque Jesús también sufrió injustamente (1 Ped. 2:21-25).
En el capítulo 3, continúa con el mismo tema del sufrimiento injusto: “Si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois”, porque “mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal” (1 Ped. 3:14, 17). Esto es así porque, humanamente hablando, no era justo que Jesús muriera por los injustos; pero este acto en sí obró para el bien de Dios y del universo, y la salvación de los pecadores. Lo mismo es verdad para nosotros con respecto a nuestro sufrimiento como cristianos. No es justo que suframos persecución por ser cristianos, pero ese sufrimiento puede usarse para bien, porque conducirá a la transformación de nuestro carácter y a la salvación de muchas otras personas, al tiempo que glorificará a Dios (1 Ped. 1:6, 7).
En el capítulo 4, Pedro explica el bien que el sufrimiento produce en nosotros y por nosotros: el sufrimiento nos ayuda a disciplinar nuestro cuerpo y nuestros deseos (1 Ped. 4:1, 2). Pero esa disciplina moral no es solo el resultado natural del sufrimiento causado por nuestras tantas malas acciones (1 Ped. 4:15). El sufrimiento es eficaz porque somos “participantes de los padecimientos de Cristo” (1 Ped. 4:13); sufrimos “por ser cristiano[s]” que llevan el nombre de Dios (1 Ped. 4:16) y hacen la voluntad de Dios. (1 Ped. 4:19).
En el capítulo 5, Pedro nos recuerda que no estamos solos, porque muchos otros hermanos y hermanas cristianos en todo el mundo están “soportando la misma clase de sufrimientos” (1 Ped. 5:9, NVI). Tenemos la certeza de que, en la perspectiva de la gracia y la salvación de Dios, este sufrimiento es solo por “un poco de tiempo” (1 Ped. 5:10).
El diablo de la Ilustración (1 Ped. 5:8-11)
La figura del diablo era real para los cristianos a lo largo de la historia. Los reformadores protestantes consideraban que su existencia era real. Sin embargo, durante y después de la Ilustración, los filósofos y los teólogos construyeron una cosmovisión que rechazaba la existencia de personas o fenómenos que obraran más allá del mundo conocido. Esta cosmovisión condicionó al cristianismo liberal actual para que negara la existencia del diablo como persona real. Este grupo declara que el diablo es simplemente una representación mítica del principio del mal. En consecuencia, ahora se considera que el mal es el resultado de la ignorancia o el producto de un proceso evolutivo largo y violento del que surgió la raza humana. Por ende, el mal es el resultado de un determinismo material, genético y social. Aun cuando algunos cristianos admitieran la existencia del diablo, les resultaría difícil creer que en verdad es tan malvado y poderoso como se lo describe en la Biblia.
Sin embargo, como cristianos creyentes en la Biblia, consideramos que la existencia del diablo es real. Para Jesús, Satanás era un ser real, no un símbolo de algunos tenebrosos aspectos internos de su mente (ver, p. ej., Mat. 4:1-11). En opinión de Pablo, el cristiano está comprometido con una lucha que se libra contra las “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efe. 6:12). Y aquí, en nuestra lección, Pedro nos recuerda que debemos estar en guardia contra los ataques del diablo (1 Ped. 5:8). Sin embargo, aunque es real, el cristiano no se focaliza en el diablo. Sí, debemos ser conscientes de su existencia y procurar no caer en sus engaños, pero el centro, la esencia y el gozo de nuestra vida es Cristo y su salvación.
Elena de White: El papel del sufrimiento después de la caída
“La vida de afanes y cuidados, que en lo sucesivo sería el destino del hombre, le fue asignada por amor. Era una disciplina que su pecado había hecho necesaria para frenar la tendencia a ceder a los apetitos y las pasiones y para desarrollar hábitos de dominio propio. Era parte del gran plan de Dios para rescatar al hombre de la ruina y la degradación del pecado” (PP 44).
¿Cómo puedes vivir una vida centrada en Cristo sabiendo que Satanás es real y está activo en el mundo?
Si bien es posible que ya no nos sorprenda el hecho de que haya sufrimiento en el mundo, siempre es una sorpresa cuando las pruebas nos golpean personalmente. Estar preparados para afrontar el sufrimiento en la vida personal y responder a él de manera cristiana es fundamental. Los cristianos conocen varios tipos de crisoles de infortunios y se los toman en serio. Quieren aprender a sacar lo bueno de ellos. Muchas veces, el cristiano necesita tener la seguridad de que no es el responsable de determinada crisis personal en la vida. En el caso de una enfermedad, un cristiano se sentiría mucho mejor sabiendo que no es responsable por la causa de su enfermedad, ¿verdad? Esa seguridad marca una gran diferencia para el cristiano que pasa por esa prueba. Al mismo tiempo, debemos reconocer que, si surge una enfermedad debido a nuestro estilo de vida, la experiencia bien puede considerarse un crisol del pecado y debe tratarse como tal (1 Ped. 4). ¿Qué tipos de crisoles has atravesado recientemente? ¿Qué aprendiste? ¿Cómo lo has superado?
Concéntrate, por ejemplo, en el crisol de la madurez. ¿De qué formas podemos identificar este tipo de crisol en nuestra vida? ¿Cómo contribuye el sufrimiento a nuestra madurez?
Lecciones de la Escuela Sabática
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Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Colosenses 3:1.
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- A Fin de Conocerle. Hoy con la lectura Fieles en lo poco basada en Lucas 16:10.
- Cada día con Dios. Hoy con la lectura Preparémonos para la inmortalidad basada en 1 Juan 5:4.
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