Lecciones para adultos: "En el crisol con Cristo"
Edición para maestros. Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2022
Lección 4: "Ver el rostro del orfebre"
Para el 23 de julio de 2022
Reseña | Comentario | Aplicación a la vida
Enfoque del estudio: Éxodo 14; 15:22–27; 17:1–7; Proverbios 3; Lucas 4:1–13; 1 Pedro 1:6–9.
Introducción:
La lección de esta semana se centra en el crisol de la purificación. La purificación requiere una norma. En nuestro caso, la norma es la imagen de Dios en nosotros y la imagen de Jesucristo, que es el reflejo perfecto de la imagen de Dios (Heb. 1:3). La purificación también requiere un agente de purificación, que la Biblia a menudo presenta como el fuego (1 Ped. 1:7; Apoc. 3:18). El resultado de la purificación es nuestro carácter, representado por el aceite en las lámparas de las diez vírgenes en la parábola de Jesús (Mat. 25:1-13). El libro de Daniel describe el carácter de los purificados como “sabios” en las cosas de Dios (Dan. 1:19, 20; Dan. 2:47, 48; Dan. 3:26-30).
Temática de la lección:
La lección de esta semana destaca cuatro temas principales:
En primer lugar, el papel esencial del sufrimiento en el proceso de formación y purificación del carácter.
En segundo lugar, veremos que la formación del carácter es la restauración de la imagen de Dios en los seres humanos, tal como fueron creados por Dios en el principio, así como la formación de nuestro carácter según la imagen de Cristo.
En tercer lugar, esta formación del carácter abarca el tema del conflicto cósmico. En este conflicto entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás, experimentamos el crisol de la madurez.
En cuarto lugar, la purificación y la madurez no se logra en aislamiento, sino en comunidad.
Elena de White y el sufrimiento en las pruebas
La relación entre los crisoles y la purificación es muy importante. Los comentarios de Elena de White sobre este tema son reveladores y relevantes. En uno de sus libros principales, cita la carta de Juan Hus a un amigo, en la que Hus relaciona el sufrimiento de Jesús con nuestro sufrimiento. En esa misma carta, Hus también relaciona el sufrimiento con la purificación: “Jesucristo sufrió por sus muy amados; por tanto, ¿habremos de extrañarnos que nos haya dejado su ejemplo con el fin de que suframos con paciencia todas las cosas para nuestra propia salvación? Él es Dios y nosotros somos sus criaturas; él es el Señor y nosotros sus siervos; él es el Dueño del mundo y nosotros viles mortales; ¡y sin embargo sufrió! Entonces, ¿por qué no habríamos de padecer nosotros también, y más cuando sabemos que la tribulación purifica? Por tanto, amados míos, si mi muerte ha de contribuir a su gloria, oren para que esta venga pronto y que él me pueda capacitar para soportar con serenidad todas mis calamidades” (CS 112, 113).
En otra parte, Elena de White escribe en un tono similar: “No se quejen amargamente de la prueba que les sobreviene; que sus ojos se dirijan a Cristo, que revistió su divinidad de humanidad para que podamos comprender cuán grande es su interés por nosotros, ya que se identificó con la humanidad sufriente. Probó la copa del dolor humano, padeció todas nuestras tribulaciones, fue perfeccionado mediante el sufrimiento, y, a semejanza nuestra, fue tentado en todo, para poder socorrer a los que están en tentación. Él dice: ‘Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre’ (Isa. 13:12). Hará precioso al varón al morar en él, al darle el Espíritu Santo. Él dice: ‘Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?’ (Luc. 11:13)” (ST, 5 de marzo de 1896).
A un miembro de iglesia dominado por el apetito, la autora le escribe: “Ahora debería estimar de tal manera la recompensa eterna, el tesoro celestial, la herencia inmortal, la inmarcesible corona de gloria, como para sacrificar con gusto la complacencia del apetito depravado, no importa cuán grandes tengan que ser sus sufrimientos, para llevar a cabo la obra de purificación de la carne y del espíritu” (TI 2:91).
Al hermano G, Elena de White le escribe una carta en la que explica la relación entre el sufrimiento y la purificación del pueblo adventista que se prepara para la segunda venida de Jesús: “La purificación del pueblo de Dios no puede lograrse sin que dicho pueblo soporte padecimientos. Dios permite que los fuegos de la aflicción consuman la escoria, separen lo inútil de lo valioso, a fin de que el metal puro resplandezca. Nos hace pasar de un fuego a otro, probando nuestro verdadero valor. Si no podemos soportar estas pruebas, ¿qué haremos en el tiempo de angustia? Si la prosperidad o la adversidad descubren falsedad, orgullo o egoísmo en nosotros, ¿qué haremos cuando Dios pruebe la obra de cada uno como por fuego y revele los secretos de todo corazón?
“La verdadera gracia está dispuesta a ser probada; y si estamos poco dispuestos a que el Señor nos escudriñe, nuestra condición es verdaderamente grave. Dios es refinador y purificador de las almas; en el calor del horno, la escoria queda para siempre separada del verdadero oro y plata del carácter cristiano. Jesús vigila la prueba. Él sabe lo que es necesario para purificar el metal precioso a fin de que refleje el esplendor de su amor divino” (TI 4:89).
Continúa este tema de la misma manera profunda: “Dios acerca a los suyos a sí mismo mediante pruebas difíciles, mostrándoles su propia debilidad e incapacidad y enseñándoles a confiar en él como su única ayuda y salvaguardia. Así logra su objetivo. Así quedan preparados para que se los emplee en cualquier emergencia, para desempeñar importantes puestos de confianza y para lograr los grandes fines para los cuales les fueron dadas sus facultades. Dios prueba a los hombres a la derecha y a la izquierda, y así los educa, prepara y disciplina. Jesús, nuestro Redentor, representante y cabeza del hombre, soportó este proceso de prueba. Sufrió más de lo que nosotros podemos ser llamados a sufrir. Llevó nuestras enfermedades y fue tentado en todo como nosotros. No lo sufrió por su propia culpa, sino por causa de nuestros pecados; y ahora, fiando en los méritos de nuestro Vencedor, podemos llegar a ser vencedores en su nombre.
“La obra de refinamiento y purificación que Dios ejecuta debe proseguir hasta que sus siervos estén tan humillados, tan muertos al yo que, cuando sean llamados al servicio activo, sean sinceros en buscar la gloria de Dios. Entonces él aceptará sus esfuerzos; no obrarán impetuosamente, por impulso; no se apresurarán y pondrán en peligro la causa del Señor, siendo esclavos de tentaciones y pasiones, ni seguirán sus propios ánimos carnales encendidos por Satanás. ¡Oh, cuán terriblemente mancillada queda la causa de Dios por la perversa voluntad del hombre y su genio insumiso! ¡Cuánto sufrimiento trae él sobre sí al seguir sus propias y temerarias pasiones! Dios arroja vez tras vez a los hombres al suelo, y aumenta la presión hasta que la perfecta humildad y una transformación de carácter los pongan en armonía con Cristo y el espíritu del cielo, y sean vencedores de sí mismos” (TI 4:89).
Hemos aprendido que el sacrificio sustitutivo de Jesús nos purifica de nuestros pecados. Pero también aprendimos que el sufrimiento nos purifica. ¿Existe alguna contradicción entre estas dos ideas? Para nada. La gracia de Dios nos justifica y, mediante la fe, recibimos el perdón de nuestros pecados; por lo tanto, somos apartados para Dios y vivimos para Dios. La justificación y el perdón son declaraciones y experiencias espirituales profundas. Pero luego continuamos en la experiencia de la gracia en el contexto del Gran Conflicto, en el que somos probados y en el que demostramos ser fieles y que amamos a nuestro Señor. En esta experiencia, descubrimos que muchas veces podemos fallar. También descubrimos características ocultas que hay que abandonar. Las purgamos por la gracia de Dios. La purificación es una experiencia real de gente real con una historia real. Ser consciente de esto, ¿cuán útil te resulta en tu experiencia de purificación? ¿De qué manera notas personalmente que el Espíritu Santo está purificando tu carácter?
¿Cuál es tu vivencia al contemplar continuamente la imagen de Cristo en tu vida? ¿Cuál es tu experiencia en la transformación del carácter y la personalidad a su imagen?
¿Cómo maduraste más en la fe como persona? ¿Cómo describirías este crecimiento?
Tu comunidad de fe, ¿cómo ha madurado espiritualmente? ¿En qué medida los demás, dentro y fuera de tu comunidad de fe, han notado el mismo crecimiento? Describe lo que tú y otros miembros de tu comunidad de fe observan.
Lecciones de la Escuela Sabática
Estudie la palabra de Dios a través de las Guías o lecciones de la Escuela Sabática.
Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. Gálatas 4:7.
Libros de Lecturas Devocionales
- A Fin de Conocerle. Hoy con la lectura Requisitos para la ciudadanía celestial basada en Apocalipsis 22:14.
- Cada día con Dios. Hoy con la lectura La grandeza de la humildad basada en Lucas 9:24.
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