Lecciones para adultos: "En el crisol con Cristo"
Edición para maestros. Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2022
Lección 6: "Pelea con toda la energía"
Para el 6 de agosto de 2022
Reseña | Comentario | Aplicación a la vida
Enfoque del estudio: Génesis 32; Mateo 5:29; Juan 16:5–15; Colosenses 1:28, 29; 1 Pedro 1:13.
Introducción:
Esta lección se enfoca en varios elementos esenciales que nos ayudan a construir una estrategia triple para superar los crisoles. En primer lugar, bajo la guía del Espíritu Santo, debemos cultivar el conocimiento de la verdad acerca de Dios, del mal y de nosotros mismos, en el contexto inmediato de nuestra vida y en el contexto más amplio del Gran Conflicto. Si bien es cierto que no alcanza con solo entender nuestra situación, este conocimiento es el peldaño básico y fundamental sobre el que se colocan los otros elementos para construir la respuesta correcta al crisol. Necesitamos saber por qué suceden las cosas y responder estas preguntas: ¿De qué lado elegimos apoyarnos y por qué?
En segundo lugar, debemos comprender la naturaleza del libre albedrío que Dios nos dio. Sí, es cierto que Dios es soberano y nos da la salvación y todas las cosas buenas para vivir y prosperar. Sin embargo, él nos creó con verdadera libertad, sin la cual no seríamos los mismos. Es por eso que Dios nos da poder y nos llama a ejercer nuestro libre albedrío y a colaborar con él en la gran obra de salvación y en el avance de su Reino.
En tercer lugar, esta colaboración nos exige un compromiso y una perseverancia radicales. No podemos colaborar con dos reyes diferentes que están en guerra entre sí. Debemos conocer la verdad, elegir al Rey celestial que es justo y amante, alinear nuestra vida con sus principios y comprometernos plenamente con la causa de su Reino, cueste lo que cueste. Estos principios nos darán energía plena y constante para luchar y vencer en el crisol de esta vida.
Temática de la lección:
La lección de esta semana destaca tres temas principales:
El papel de la verdad en la superación de los crisoles.
El papel de nuestro libre albedrío en la superación de los crisoles.
El papel del compromiso y la perseverancia en la superación de los crisoles.
Agustín y Pelagio sobre la libertad y la fuerza de voluntad
A muchos cristianos les resulta difícil comprender la relación que tiene nuestro libre albedrío con el origen del mal y el sufrimiento, y con la salvación. Algunos caen en uno de dos extremos, como lo ilustra el feroz debate del siglo V entre el asceta británico Pelagio, que se estableció en Roma (c. 355-420), y Agustín (354-430), el obispo de Hipona, al norte de África. Su debate fue sobre el tema del libre albedrío y la salvación. Al arribar a Roma y ver la laxitud espiritual y moral de los cristianos en la capital del Imperio Romano Occidental, Pelagio concluyó que el problema tenía sus raíces en las enseñanzas de Agustín sobre el pecado original y la gracia.
Por lo tanto, Pelagio decidió enfrentarse al obispo de Hipona (actualmente al noreste de Argelia). Agustín enseñaba que Dios es amor y que la esencia del amor es la libertad (no hay amor sin libertad). Además, Agustín postulaba que Dios creó un universo perfecto y bueno. También creó a la humanidad a su imagen, lo que significa que los seres humanos fueron creados perfectos, buenos, amantes y libres. Por consiguiente, según Agustín, cuando Adán y Eva abusaron de su libertad y pecaron, generaron el pecado original. Como consecuencia, estaban cubiertos de culpa, su naturaleza perfecta pasó a ser pecaminosa y perdieron la libertad. Todavía podían percibir lo bueno y lo perfecto, pero no podían experimentarlo.
Lo que propuso Agustín fue que el pecado es más que un acto o un error individual. Es una condición de la existencia humana separada de Dios y en contra de Dios. El pecado original abarcaba la culpa y la propensión al mal. Después de la Caída, todos los seres humanos somos pecadores, opinaba Agustín, porque nacemos con la culpa de Adán y con una naturaleza pecaminosa que esclaviza nuestra voluntad y nuestra vida. Por lo tanto, Agustín creía que no podemos ser salvos con solo decidir hacer el bien, porque somos pecadores; no podemos ser salvos con solo recibir una enseñanza o estímulo o al seguir un ejemplo, porque no podemos acabar con la culpa de Adán. Tampoco tenemos el poder de superar nuestra condición pecaminosa y hacer el bien, afirmaba Agustín. En su opinión, la única forma de ser salvos sería si pudiéramos morir a la naturaleza pecaminosa y resucitar a otra naturaleza. Pero según Agustín, ni siquiera podemos hacer esto por nosotros mismos. La única forma en que somos salvos es por la gracia de Dios. En su gracia, explicó Agustín, Dios ejerce su voluntad soberana y decide salvarnos por su cuenta: nos quita la culpa de Adán y la nuestra mediante su gracia y el sacramento del bautismo, y somete nuestra naturaleza pecaminosa mediante la presencia del Espíritu Santo, quien regenera en nosotros una nueva naturaleza espiritual y nos da el poder de vivir una vida recta. Por esta razón, Agustín introdujo el concepto de la predestinación divina: como el pecado nos esclavizó después de la Caída, no podemos arrepentirnos por nuestra cuenta; por ende, Dios predestina a algunos de nosotros a la salvación y al resto a la perdición.
Pelagio pensó que la posición de Agustín conducía a la laxitud espiritual, ya que los cristianos ahora echarían la culpa de su decadencia moral al pecado original y evitarían la responsabilidad personal por el pecado y el mal. Por esta razón, Pelagio propuso otra perspectiva. Al igual que Agustín, Pelagio creía que Dios creó un universo perfecto y a seres humanos libres. El mal se originó en la libre elección de Adán de pecar. Sin embargo, Pelagio rechazó la idea de Agustín de que los seres humanos heredan una naturaleza pecaminosa y la culpa de Adán. Según Pelagio, el pecado de Adán solo lo afectó a él, y no a sus hijos. Por lo tanto, razonaba Pelagio, la inocencia y el libre albedrío de la posteridad de Adán se conservaron por completo y, por lo tanto, cada niño que nace en el mundo lo hace con una naturaleza perfecta y un libre albedrío en perfecto funcionamiento.
Además, Pelagio afirmó que todos los seres humanos pecan, no porque hayan nacido con la culpa y la naturaleza pecaminosa de Adán. Todos pecamos porque todos nacemos y vivimos en un entorno social corrupto, ejercemos nuestra voluntad y decidimos pecar. Según Pelagio, una persona no es culpable por la culpa heredada de Adán, sino por su propia voluntad de pecar. Por lo tanto, sostenía Pelagio, Dios nos hace responsables de nuestros pecados porque somos verdaderamente libres. Dios nos llama a tener una vida recta porque sabe que podemos hacerlo. Jesús vivió una vida perfecta y nos mostró que esto es posible. Sí, vivimos por la gracia de Dios, pero, según Pelagio, la gracia divina consistió en el hecho de que Dios nos creó con libre albedrío, nos dio su Ley e instrucciones para vivir una vida buena y perfecta, y nos dio el ejemplo de Jesús. Además, Dios nos da perdón en Jesús en caso de que caigamos al decidir pecar, y nos da la conducción del Espíritu Santo en nuestra experiencia espiritual. Para leer más sobre el debate entre Pelagio y Agustín, ver, por ejemplo, Alister E. McGrath, Christian Theology: An Introduction, 5ª ed. (Oxford, Reino Unido: Wiley-Blackwell, 2011), pp. 18-20.
Indudablemente, ambos contendientes eran sinceros y resaltaron sus buenos argumentos. Sin embargo, ambos cayeron en extremos. Agustín cae en la predestinación y el sacramentalismo (la gracia de Dios nos llega mediante los sacramentos). Pelagio cae en un tratamiento superficial del pecado y la salvación por obras. ¡La verdad está en la Biblia! La Biblia muestra que Dios es amor (Juan 3:16; 1 Juan 4:8, 16). Él creó a Adán y a Eva inocentes (Gén. 1:31; 2:25; Ecl. 7:29) y con libre albedrío (Gén. 2:15-17). Sin embargo, nuestros padres eligieron pecar (Gén. 3:6).
La Biblia es clara en cuanto a que el pecado no es simplemente un acto pasado de Adán y de Eva. El relato del Génesis sobre la Caída describe cambios inmediatos y profundos que aparecen en su naturaleza, relaciones, ambiente, estilo de vida y descendientes (Gén. 3:7-24; 4:1-16). El apóstol Pablo estipula que con Adán el pecado y la muerte “entraron” (invadieron) e impregnaron el mundo en el espacio y el tiempo (Rom. 5:12-14). El pecado trajo sobre la humanidad sufrimiento, muerte y condenación para todos los hombres (Rom. 5:16-18). Debido a la transgresión de Adán, todos “fueron constituidos pecadores” (Rom. 5:19). Por esta razón, todos los seres humanos nacen en pecado y ninguno nace justo (Rom. 3:9-18, 23; Sal. 14:1-3; 51:5). Por lo tanto, la Biblia rechaza el pelagianismo y presenta el pecado como más que un acto humano individual. Describe el pecado como una fuerza externa e interna que esclaviza y destruye a toda la humanidad en todos los aspectos. Frente a esta perspectiva sombría, Pablo exclamó desesperadamente: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rom. 7:24). Por sí sola, la humanidad no puede resolver el problema del pecado ni el mal. La única esperanza para la humanidad pecadora está en el ministerio sacrificial y transformador de Jesucristo (Rom. 3:24, 25; 5:6-19; 7:25), y en el ministerio regenerador y mediador del Espíritu Santo, que nos da un corazón nuevo (Eze. 36:26, 27; Juan 3:5-8; Rom. 8:3-6, 9-17).
Por otra parte, la Biblia no enseña el concepto agustiniano de predestinación y sacramentalismo. Sí, en el fundamento de la enseñanza bíblica de la salvación está siempre la iniciativa, la intervención, la solución (el sacrificio de Cristo) y el poder redentor de Dios (Gén. 3:8, 15; Éxo. 20:2; Rom. 5:6-8). Sin embargo, Dios no predestinó a algunos seres humanos para la salvación y a otros para la perdición. Más bien, Dios siempre le dio a la humanidad la libertad individual de elegir (Jos. 24:15), y responsabiliza a las personas individuales y a las naciones por su aceptación o rechazo de la salvación (ver, p. ej., Gén. 4:4-12; 15:16). El texto de oro del evangelio declara que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). La Biblia insiste en que Dios quiere que todos sean salvos, y los invita (Eze. 33; Juan 1:12, 13; 1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9; 1 Juan 2:2; Apoc. 22:17). Y una vez que la gente responde a la invitación de Dios, colabora con Dios en su salvación (2 Ped. 1:10; Sant. 4:8; Apoc. 3:20). La Escritura también rechaza cualquier perspectiva sacramental de la gracia divina. Al contrario, el Nuevo Testamento enfatiza que Dios nos da a todos su gracia única y directamente mediante Jesucristo (Hech. 4:12; Heb. 5:9; 7:24, 25; 9-10).
Históricamente, la mayoría de los cristianos rechazaron a Pelagio y aceptaron la interpretación de Agustín de que todos los seres humanos nacen con una naturaleza pecaminosa y que el pecado es una fuerza invencible para los humanos. Los católicos romanos integraron en su teología la idea de Agustín de que todos los seres humanos heredamos la culpa de Adán y la necesidad de los sacramentos, pero rechazaron sus posturas sobre la predestinación. En contraposición, el protestantismo rechazó correctamente la idea de Agustín de que heredamos la culpa de Adán y que la gracia de Dios viene mediante los sacramentos, pero gran parte del protestantismo aceptó erróneamente el concepto de la predestinación. A raíz de la Ilustración, las sociedades modernas y posmodernas tienden a rechazar las ideas agustinianas y pensar más en línea con Pelagio. Para llegar a la gente de estas sociedades, debemos enfatizar las enseñanzas bíblicas sobre el libre albedrío y nuestra profunda responsabilidad por nuestra propia historia individual y comunitaria, pero también compartir la enseñanza bíblica sobre la seriedad del poder del pecado y nuestra única esperanza de salvación en Jesucristo. Esta ilustración nos ayuda a entender que conocer la verdad es esencial para comprender el sufrimiento y las pruebas de nuestra vida. Pero también nos ayuda a comprender nuestra propia naturaleza y el poder del libre albedrío. Esa noción nos ayuda a buscar y aceptar siempre el auxilio, la conducción y el poder de Dios para superar nuestros crisoles.
La disciplina espiritual y la gracia barata. Por supuesto, Agustín y Lutero enseñaron la salvación por predestinación divina como una celebración de la tremenda gracia de Dios. Sin embargo, este concepto ha llevado a algunos cristianos a pensar que si Dios nos elige y nos salva irreversiblemente, no podemos participar en lo más mínimo en el proceso de salvación. Este concepto, también llamado “gracia barata”, conduce a una falta de disciplina espiritual en muchos cristianos. Si Dios me eligió irreversiblemente, ¿por qué rezar? ¿Por qué leer la Biblia? ¿Por qué estar alerta? ¿Por qué participar en la vida de la comunidad de fe? ¿Por qué evangelizar? Grandes movimientos históricos de avivamiento en el protestantismo –como el pietismo de Philipp Spener de fines del siglo XVII, en el contexto luterano alemán y varios movimientos del Gran Despertar en los siglos XVIII y XIX en Estados Unidos– respondieron a este peligro proponiendo programas deliberados de disciplina espiritual para las familias y las comunidades. Examina tu vida espiritual individual, la vida espiritual de tu familia y la vida espiritual de tu comunidad. ¿Cuál es el estado de la disciplina espiritual en estos círculos? ¿Qué puedes hacer para realizar cambios significativos y profundos a fin de lograr una disciplina espiritual según las exhortaciones bíblicas (ver Col. 1:28, 29; 1 Cor. 9:23-27)? Diseña un proyecto para promover un estilo de vida de disciplina espiritual para tu vida personal, y si es necesario y posible, para tu familia y tu comunidad.
Compromiso radical. Algunos cristianos piensan que el cristianismo es sinónimo de ausencia de sufrimiento y problemas. Otros cristianos admiten cierta cantidad de inconvenientes. Pero ¿cuántos cristianos están radicalmente comprometidos con Dios, con su llamado a seguir a Cristo, con su Reino y con su misión en el gran conflicto entre Dios y Satanás, el bien y el mal? En el contexto de la creciente persecución de los cristianos contemporáneos en varias partes del mundo, muchos cristianos sienten la necesidad de una mejor preparación (por cierto, de una preparación radical), para atravesar los crisoles. Examina tu nivel de compromiso con Dios y con su Reino. Diseña una escala de compromiso personal. Según tu escala, ¿cuál es el compromiso radical para ti? ¿Hasta qué punto estás preparado en tu compromiso cristiano para servir a Dios de cualquier manera que él te pida?
Lecciones de la Escuela Sabática
Estudie la palabra de Dios a través de las Guías o lecciones de la Escuela Sabática.
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Colosenses 3:1.
Libros de Lecturas Devocionales
- A Fin de Conocerle. Hoy con la lectura Fieles en lo poco basada en Lucas 16:10.
- Cada día con Dios. Hoy con la lectura Preparémonos para la inmortalidad basada en 1 Juan 5:4.
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