Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "En el crisol con Cristo"

Edición para maestros. Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2022

Lección 7: "Esperanza indestructible"

Para el 13 de agosto de 2022

 

Reseña | Comentario | Aplicación a la vida

 

Ir ArribaRESEÑA

Texto Clave: Romanos 5:5.
  1. Enfoque del estudio: Job 38-41; Isaías 41:8-14; Jeremías 29:1-10; Habacuc 1:1-4; Hebreos 12:1-13.

Introducción:

Como el posmodernismo promueve la deconstrucción y la revisión de conceptos y cosmovisiones, muchos sienten que la noción y la fuente de esperanza para la humanidad también necesita una revisión. ¿Qué es la esperanza? ¿Cuál es su origen o fundamento? La lección anterior se centró en la importancia de la verdad y el conocimiento. La lección de esta semana analiza la esperanza desde la perspectiva de la verdad bíblica acerca de Dios, que es la Fuente de la verdadera esperanza. En tiempos de crisis, la esperanza que necesitamos no es un deseo de generación propia, sino una confianza sólida en las promesas de Dios. Se desprenden varias lecciones de nuestro estudio actual. En primer lugar, Dios ensancha nuestro horizonte para que podamos ubicarnos a nosotros mismos y a nuestra experiencia dentro del marco más amplio del plan de salvación y los acontecimientos proféticos. Esta realidad se ejemplifica en la vida de Daniel, Habacuc y Job. En segundo lugar, Dios se nos presenta como el Creador y el Redentor, como Aquel que nos ama y está presente con nosotros. En tercer lugar, Dios nos revela los planes que tiene con nosotros y para nosotros. No somos prescindibles en una crisis. Somos parte indispensable de la creación, la vida y los planes de Dios. Aunque estamos en una crisis, Dios nunca permitirá que nos perdamos. En Juan 10:10 al 15, 28 y 29, Jesús nos dice con toda solemnidad que somos sus ovejas, que él es nuestro Pastor, que su plan es darnos vida eterna y que nadie nos arrebatará jamás de sus manos ni las del Padre. Sí, Dios puede permitir que pasemos por varias crisis, pero estas crisis tienen el propósito de ayudarnos a crecer.

Temática de la lección:

La lección de esta semana destaca dos temas principales:

  1. Comprender el marco más amplio del plan de salvación y los acontecimientos proféticos desempeña un papel crucial para ayudarnos a cultivar la esperanza que nos ayuda a superar los crisoles de la vida.

  2. La fuente bíblica de esperanza radica en comprender quién es Dios; que está con nosotros; y que tiene planes para y con nosotros.

 

Ir Arriba COMENTARIO

La esperanza en el Nuevo Testamento

Desde los primeros momentos de la crisis del pecado en nuestro planeta, Dios entretejió la esperanza en la urdimbre misma de nuestra historia, y prometió que nos salvaría y nos restituiría a su Reino. Un breve estudio de la ESPERANZA en el Nuevo Testamento revela varios aspectos importantes: 1. En el Nuevo Testamento, es el apóstol Pablo quien trata la esperanza de una manera más sistemática. En su carta a los Corintios, Pablo enumera tres virtudes cristianas principales: la fe, la esperanza y el amor (1 Cor. 13:13). Es cierto que elige el amor como la “mayor” virtud de las tres, pero en otra parte explica que tanto la fe como el amor “están basados en la esperanza” (Col. 1:5, NTV). En la definición de esperanza, Pablo dice que la esperanza es un “ancla del alma”; es “segura y firme”. Pero esa esperanza está anclada en Jesucristo en el Santuario celestial (Heb. 6:19).

La fe también se define en términos de esperanza (Heb. 11:1). Hebreos 11 enumera a los héroes de la fe a lo largo de los siglos. Todos pasaron por pruebas (Heb. 11:33-38), pero lo que tienen en común es la fe definida en términos de promesa y esperanza. Ninguno de ellos recibió el cumplimiento final de la promesa de Dios (Heb. 11:39); sin embargo, todos elevaron la vista más allá de su tiempo hacia el país futuro, el Reino eterno de Dios (Heb. 11:15, 16).
Pablo trata el tema de la esperanza en el contexto del sufrimiento. Se gloría en su sufrimiento porque el sufrimiento produce perseverancia, la perseverancia produce carácter y el carácter produce esperanza (Rom. 5:4; ver también Rom. 12:12). Pablo tuvo esperanza en medio de su sufrimiento y sus grandes crisis (2 Cor. 4:9). Explicó que cuando se nos disciplina, no debemos perder la esperanza (Heb. 12:5). Pablo también ve a toda la creación luchando contra la “vanidad” en su propio crisol, no por sus propias faltas, sino porque Dios “la sujetó en esperanza” (Rom. 8:20-24).

En Romanos 8:18 al 27, Pablo se toma un tiempo para analizar la esperanza extensamente. Pero comienza con el sufrimiento que experimentamos en la actualidad: “Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Rom. 8:18). Pablo no se detiene en nuestro sufrimiento humano, sino que destaca el hecho de que toda la naturaleza sufre (Rom. 8:19-22). El sufrimiento es un paquete complejo. No hay nada en el mundo natural que esté exento. El sufrimiento también abarca la totalidad de lo que nos hace humanos: las dimensiones física, moral, emocional y espiritual de nuestro ser (Rom. 8:23).

Por lo tanto, la redención de Dios necesariamente debe abarcar también toda su creación: la naturaleza, el cuerpo, las emociones y todos los demás aspectos del ser humano. Pablo subraya que este plan de restauración es nuestra esperanza cristiana porque “en esa esperanza fuimos salvados”. Si bien esta restauración es segura, aún no es visible; es decir, aún no se ha hecho realidad en la historia. Es algo que Dios promete; por lo tanto, podemos estar seguros de que sucederá (Rom. 8:24, NVI; ver también 1 Cor. 9:10). Ahora bien, es esperanza precisamente porque no se hizo realidad; todavía está en el futuro, y “con paciencia lo aguardamos” (Rom. 8:25).

Sí, experimentamos sufrimiento, desilusión, falta de comprensión, falta de capacidad para expresarnos correctamente y orar, pero el Espíritu Santo nos ayuda con su mediación ante Dios (Rom. 8:26-28). En última instancia, el aspecto esencial en toda esta situación es confiar en Dios, porque “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Rom. 8:28). Por eso los cristianos ejercen la “constancia en la esperanza” (1 Tes. 1:3).

Un estudio bíblico más extenso sobre la esperanza ofrece varios aspectos adicionales:

  1. La esperanza bíblica está anclada en Dios, no en nosotros mismos (Sal. 42:11; 2 Cor. 1:9; 1 Tim. 6:17). Las tres Personas de la Deidad son la Fuente de esperanza. Dios el Padre “nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia” (2 Tes. 2:16; ver también 1 Tim. 4:10; Tito 1:2). Cristo Jesús y su evangelio de gracia son nuestra esperanza (Efe. 1:12; Col. 1:27; 1 Tim. 1:1; 2 Tim. 1:1). El Espíritu Santo trae esperanza a la vida de los creyentes (Rom. 5:5; 15:13; Gál. 5:5). Sin Dios, no hay esperanza en la vida, no hay pacto y, por lo tanto, estamos alejados de Dios (Efe. 2:12; 1 Tes. 4:13); pero en Cristo todos tenemos la misma esperanza que Dios dio a Israel mediante el evangelio (Efe. 3:6; Col. 1:23). El apóstol Pedro nos dice que Dios es nuestro Padre, quien nos dio una “esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Ped. 1:3).

  2. El contenido de la esperanza bíblica es la promesa divina de salvarnos del pecado, la muerte y el sufrimiento por medio de Jesucristo. Mateo cita a Isaías para describir a Jesús como la Esperanza de las naciones (Isa. 42:1-4, Mat. 12:21). Jesús dice que Abraham esperaba ver el día del Mesías (Juan 8:56). Esa es la esperanza de la justificación por la fe (Gál. 5:5).

  3. La esperanza de Dios ya es válida para nuestra vida actual. Nuestra esperanza está puesta en la salvación mediante el sacrificio de Jesús en la Cruz. En esta vida, esta esperanza nos brinda muchos beneficios: espirituales (como la relación con Dios) y psicológicos (paz, optimismo, etc.). La “esperanza de la gloria de Dios” (Rom. 5:2) es la justificación de los pecadores por gracia mediante la fe, por la cual Dios nos da paz en Jesucristo (Rom. 5:2, 3). Esta esperanza “no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rom. 5:5). Entonces, esta esperanza no es falsa. Más bien, esta esperanza se basa en las acciones concretas de Dios; es decir, “Cristo vino en el momento preciso y murió por nosotros, pecadores” (Rom. 5:6, NTV). Así, Jesús demostró su amor por nosotros (Rom. 5:8), nos salvó de nuestros pecados y nos reconcilió con Dios (Rom. 5:9-11).

  4. Pero el primer advenimiento de Cristo y su sacrificio en la Cruz no son el final de la historia de la redención. El apóstol Pablo nos dice que “si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Cor. 15:19). Por esta razón, nuestra esperanza está anclada en el Señor Jesucristo resucitado, quien nos resucitará para una vida eterna y gloriosa (Col. 1:5, 27; Tito 1:2; 3:7; Heb. 10:23; ver también 2 Cor. 1:9; 1 Tim. 4:8). Pablo declaró que fue perseguido por la esperanza de la resurrección (Hech. 23:6; 24:15). La resurrección no fue una invención de Pablo, sino la misma esperanza que Dios dio a los padres de Israel (Hech. 26:6; 28:20). Según Pablo, Abraham llegó a ser el padre de muchas naciones porque “contra toda esperanza, Abraham creyó y esperó” (Rom. 4:18, NVI), confiando en el “Dios que da vida a los muertos y que llama las cosas que no son como si ya existieran” (Rom. 4:17, NVI). La esperanza de la resurrección se consumará en la segunda venida de Jesús, que en sí misma es la “esperanza bienaventurada” del cristiano (Tito 2:13).

  5. Fue precisamente esta esperanza la que constituyó el llamado, la identidad, el espíritu, la vida y la misión de la nación de Israel (Hech. 26:7). Esta esperanza de salvación que Dios nos ofrece por medio de Cristo llegó a la humanidad mediante los patriarcas, Israel y, posteriormente, la iglesia (Rom. 15:4; 1 Cor. 1:7; Efe. 2:12). Nosotros participamos en la distribución de la esperanza de Dios a toda la humanidad. Dios le prometió a Eva que la Simiente de ella salvaría al mundo (Gén. 3:15). Dios le prometió a Abraham que por medio de él habría bendiciones y salvación para las naciones; es decir, mediante la Simiente de él (Gén. 12:3, 7; 18:18; Rom. 9:4; Gál. 3:8, 15, 16). Dios prometió a David que la Simiente de él se sentaría para siempre en el Trono (Rom. 15:12; ver Isa. 11: 1, 2; 2 Sam. 22:51).

  6. Pablo invoca la esperanza en su bendición sobre el pueblo de Dios en medio del sufrimiento: “El Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Rom. 15:13; ver 2 Tes. 2:16). La esperanza sirve como el yelmo de la armadura del cristiano (1 Tes. 5:8).

 

Ir Arriba APLICACIÓN A LA VIDA

Daniel atraviesa una “experiencia de espera” similar a la de Habacuc. Al final de su vida, Daniel espera que los 70 años de exilio profetizados por Jeremías (Jer. 25:11, 12) terminen y que se manifieste la salvación de Dios. Sin embargo, Dios revela a Daniel que la historia de sufrimiento y muerte se extenderá por 70 semanas adicionales (490 años). Es más, este período continuará por 1.810 años adicionales después de aquellos 70 adicionales, ¡por un total de 2.300 años! A algunos cristianos no les gusta la profecía porque les “oscurece” el horizonte. Quizá no necesiten concentrarse en la profecía todo el tiempo. Pero llegan momentos y situaciones en la vida en que es necesario tener un panorama más amplio, sin importar cuán dolorosa pueda ser la respuesta profética. La revelación de Dios pinta esta perspectiva más amplia por medio de sus profetas. Sin esas profecías, incluidas las apocalípticas, el pueblo de Dios luchará desesperadamente por mantener la esperanza mientras atraviesa una cantidad cada vez mayor de crisis personales y globales. El panorama más amplio de la revelación profética, ¿cómo te ayuda a confiar en Dios y en su providencia para vencer en los infortunios?

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