El autor(a) Pr. Víctor F. Figueroa Villarreal es Doctor en Teología de la Universidad de Andrews y profesor en la Universidad Adventista de Montemoleros, México.
Categoría: Artículos, Estudios, Investigaciones
El objetivo principal del presente estudio es reflexionar en el significado escatológico del día sábado para los creyentes. Este tema adquiere mayor relevancia al inicio del nuevo milenio debido al continuo llamado ha hecho por Juan Pablo II para revalorar el significado del día del Señor y su sucesor Benedicto XVI.
Este artículo parte de la presuposición de que la ley divina es santa, justa y buena (Romanos 7:12), y por tanto, inmutable. No se trata el tema de la vigencia de la ley de Dios, ni se discute la validez o vigencia del decálogo porque se acepta que la ley de Dios no sólo es eterna, sino que además es el fundamento del gobierno divino y la expresión del carácter de Dios. Si hubiera sido posible cambiar la ley o abolir algunos de sus principios, entonces, no habría sido necesario que Dios enviara a su Hijo a morir para rescatar a la humanidad caída en el pecado. Sólo habría bastado hacer el cambio requerido en la ley divina para lograr la “exoneración” de la paga del pecado y lograr así la salvación de la humanidad sin necesidad del sacrificio de la cruz. Pero el milagro de la encarnación y la muerte de Cristo evidencian que “ni una jota ni una tilde pasará de la ley” (Mateo 5:18).
El sábado, la creación y el éxodo
A lo largo de la historia del cristianismo se ha tergiversado el propósito divino por el cual fue instituido el cuarto mandamiento donde se ordena el descanso sabático. Por esta razón, hablar de la observancia del sábado necesariamente requiere hablar de la creación, porque el origen del reposo sabático tiene sus raíces en el acto creador de Dios (Génesis 2:1-3).
El cuarto mandamiento de la ley de Dios es el memorial de la creación: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el día séptimo; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20:8-11). Acordarse de guardar el sábado implica reconocer la existencia de Dios como creador del universo y de la humanidad. Si los seres humanos hubiesen obedecido este mandamiento no habría ateos sobre la faz de la tierra, porque el descanso sabático es un continuo recordatorio de Dios el Creador.
Al introducirse el pecado en el planeta tierra, Dios puso en marcha el plan de redención para rescatar a los seres humanos del yugo de Satanás. De esta manera, Dios manifestó el “misterio que se había mantenido oculto desde tiempos eternos” (Romanos 16:25) y se comprometió a enviar a su Hijo “para que todo aquel que el cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
En el contexto del plan de salvación, el sábado adquirió nuevos significados. Además de recordar al Dios Creador, el sábado llegó a significar para Israel la celebración de su independencia de la esclavitud egipcia. En Deuteronomio 5 se encuentra la repetición del decálogo. Al leer el cuarto mandamiento se observa una variante en comparación a lo expresado en Éxodo 20. Mientras que en Éxodo el cuarto mandamiento empieza con la expresión: “acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Éxodo 20:8), en Deuteronomio éste se inicia diciendo: “guardarás el día de reposo para santificarlo” (Deuteronomio 5:12). Moisés se reserva la expresión “acuérdate” para traer a la memoria del pueblo de Israel el acto divino de liberación del cautiverio egipcio y del sostén que Dios les prodigó mientras caminaban por el desierto hacia la tierra prometida. “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo” (Deuteronomio 5:15). Es claro que el propósito de Dios era establecer la observancia del sábado como un acto conmemorativo de la liberación del yugo egipcio, además de ser un recordativo continuo de su acto creador.
Tal como observa Christensen, el cuarto mandamiento en Deuteronomio 5 está dividido en dos secciones, la primera es introducida por el verbo “guardarás” (v.12) y la segunda con el verbo “acuérdate” (v.15).1 La razón para la observancia del sábado en Deuteronomio 5:15 es sustancialmente diferente a la razón dada en Éxodo 20:11. Mientras que en Éxodo. 20 se enfatiza la doctrina de la creación, en Deuteronomio 5 el énfasis cae sobre la doctrina de la redención. Estas dos doctrinas se complementan mutuamente.2 Según Gary Cohen, en la creación el hombre fue manifestado de lo que no existía; mientras que en la redención éste es conducido hacia Dios desde su condición perdida.3
Dios quería que su pueblo recordara cada sábado no sólo su independencia de la esclavitud egipcia, sino que además le reconocieran como su Libertador y Sustentador. Samuele Bacchiocchi ve en la liberación del cautiverio egipcio un símbolo de una liberación que no se limita a un determinado pueblo o tiempo, sino que puede ocurrir en cualquier tiempo y lugar.4 En ese sentido, todo aquel que es consciente de las bendiciones de Dios no puede dejar de expresar su gratitud. Por otro lado, el acto de guardar el sábado como recordatorio del éxodo, ayudaba al pueblo de Israel a ser más considerado con sus siervos o empleados.5 En ese sentido, Niels-Erik Andreasen afirma que el sábado como recordatorio de su liberación ayudaba a los israelitas a conceder esa misma libertad a quienes no son libres para observarlo.6
Asociado con el significado de liberación está el concepto de reposo. El sábado señala el descanso que Dios ofrece a su pueblo. Tal como explica Abraham Joshua Heschel, el reposo sabático “significa en la mentalidad bíblica felicidad y tranquilidad, paz y armonía.”7 Por ello, Dios ordenó que cada sábado se debía descansar de todo trabajo. Este descanso incluía a los amos y señores, a la servidumbre y a los animales. Es decir, era el propósito divino que en el sábado no hubiese diferencia de status social, sino que todos, en un plano de igualdad, gozaran de libertad para adorar a Dios. El Señor desea que todos se presenten ante su presencia en las mismas condiciones. Jesús tuvo en mente este énfasis liberador cuando afirmó que “el sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado” (Marcos 2: 27).
El sábado y el ministerio de Jesús
Según el evangelio de Lucas, en los inicios de su ministerio terrenal Jesús visitó Nazaret, la ciudad donde se había criado, y conforme a su costumbre asistió el sábado a la sinagoga (Lucas 4:16). En esa oportunidad se le pidió a Jesús que tomase parte en el culto y él aprovechó para dar a conocer su programa misionero. En su exposición, Jesús describió su ministerio público principalmente como un ministerio de liberación. El lenguaje que usó revelaba claramente el carácter liberador de su misión. Leyendo los escritos del profeta Isaías, Jesús declaró que el Espíritu Santo lo había ungido para “dar buenas nuevas a los pobres” y lo había enviado a (1) “sanar a los quebrantados de corazón”, (2) “pregonar libertad a los cautivos”, (3) “poner en libertad a los oprimidos”, y (4) “predicar el año agradable del Señor” (Luc. 4:18-19).8
Lo interesante de la lectura escogida radica en que ésta era usada por los judíos para describir la obra del Mesías. Jesús usó deliberadamente el pasaje del profeta Isaías (61:1-3) porque ahí se describe la obra liberadora del Mesías usando el lenguaje del año sabático. Más aún, al afirmar “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:21), Jesús reclama ser el libertador esperado por Israel y se presenta ante su pueblo como el cumplimiento de las promesas de liberación prefiguradas en los años sabáticos.
Jesús ignoró el anhelo de los zelotes quienes buscaban la liberación socio-política de Roma; en su lugar, se refirió primariamente a la venida del Mesías como el contendor del “príncipe de este mundo” (Juan 12:31). Lucas no describe a Jesús como un reformador social, ni involucrado en las estructuras políticas de su nación, sino como aquel que está preocupado por las necesidades físicas y espirituales de la humanidad. Esto no quiere decir que Jesús ignorase el problema social y político de su época. Su misión no fue cambiar las estructuras políticas de su tiempo, sino transformar el corazón de los seres humanos para que vuelvan a la comunión con Dios.
Un estudio de los milagros realizados por Jesús en el día sábado ayuda a entender la relación existente entre el sábado y la misión salvadora del Mesías. El registro de los evangelios indica que las curaciones de Jesús tuvieron una connotación liberadora.
Luego de su predicación en Nazaret, se registra una de las primeras curaciones de Jesús realizada en la sinagoga de Capernaum en un día sábado. Allí, mientras él enseñaba, un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo interrumpió el servicio para reclamarle por qué había venido a destruirlos (Lucas 4:31-34). Jesús “REPRENDIÓ” al demonio diciendo: “cállate, y sal de él” (Lucas 4:35). La acción de reprender indica que Jesús además de identificar al espíritu malo lo somete bajo su poder y le ordena salir de aquel hombre posesionado. Hay que resaltar que el endemoniado fue liberado del espíritu inmundo en sábado. Este caso no era urgente y Jesús podría haber esperado que pasaran las horas del sábado para liberar al hombre, pero el hecho de expulsar al demonio de inmediato denota que Jesús estaba cumpliendo su programa misionero de liberación expuesto en Nazaret.
Poco después, la curación de la suegra de Pedro también fue realizada en sábado. Al igual que en el caso anterior, la causa de su enfermedad es sometida bajo el poder de Jesús. A la orden del Señor, la fiebre la dejó (Lucas 4:38-39).
Tanto en la curación del hombre con espíritu inmundo (Lucas 4:35) como en el caso de la suegra de Pedro (Lucas 4:39) el mismo verbo (“reprender”) es usado. Es decir, se reprende al espíritu inmundo y éste deja libre al hombre; del mismo modo, se reprende a la fiebre y ésta desaparece. En ambos casos se destaca la acción liberadora de Jesús.
Otra curación realizada en sábado fue en favor de un hombre que tenía la mano seca. Este hombre se encontraba en la sinagoga escuchando las enseñanzas de Jesús, su enfermedad tampoco requería una atención de emergencia y podía esperar a que terminase el día de reposo para ser sanado. Los escribas y fariseos también estaban presentes, pero con la intención de acusar a Jesús, quien no era ajeno a sus intenciones. Conociendo el pensamiento de sus potenciales acusadores, Jesús plantea la pregunta si era lícito en el día sábado “SALVAR la vida o quitarla” (Lucas 6:6-9). Acto seguido, con el fin de demostrar que sí era lícito “SALVAR la vida” en sábado, Jesús restaura la mano de aquel hombre (Lucas 6:10). En el texto paralelo de Mateo 12:11-12, Jesús justifica su acto de curación aludiendo al auxilio que se prestaba a los animales y a los hombres en el día sábado. Él llega a la conclusión que si a un animal se le ayuda en sábado, cuánto más se debiera ayudar a un hombre quien fue creado a la imagen de Dios.
Cada uno de estos milagros sugiere que Jesús quería darle al sábado un significado de liberación. Cada uno de los beneficiarios recordaría cada sábado que fue liberado de lo que lo oprimía en el día de reposo. Tal vez, el milagro que manifiesta con mayor claridad la relación entre el sábado y la misión liberadora del Señor es la curación de la mujer encorvada (Lucas 13:10-16).
Este evento sucedió un sábado, Jesús enseñaba en la sinagoga y la mujer encorvada se encontraba entre los oyentes. Al ver a aquella mujer sometida por un espíritu de enfermedad por dieciocho años, el Señor se compadeció y la llamó. Esta mujer no se imaginó que aquel día sería liberada de su mal, ella fue al culto de la sinagoga a adorar como de costumbre sin saber que su Salvador estaría allí. A diferencia de otros milagros, en esta oportunidad Jesús le dice a la mujer: “eres LIBRE de tu enfermedad” (Lucas 13:12). El Señor usó deliberadamente el verbo “liberar” en tres oportunidades para señalar la intención liberadora de su ministerio.9
La reacción inmediata del principal de la sinagoga le permitió a Jesús explicar la misión del sábado. El dirigente no se dirigió directamente al que obró la sanidad sino a la que había sido curada y a la audiencia en general. Les dice que en los días de la semana pueden venir a ser curados, pero que el sábado no es un día para sanar o ser sanados. En aquellos días, las enseñanzas rabínicas permitían hacer obras de misericordia con los animales en casos de emergencias en el sábado. Precisamente Jesús usó ese argumento para responder la observación hecha por el principal de la sinagoga. Jesús le responde diciendo: “cada uno de vosotros ¿no DESATA en el día sábado su buey y su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham que Satanás había atado dieciocho años ¿no se le debía DESATAR de esta ligadura en el día sábado?” (Lucas 13:15-16).
Al usar la analogía de la liberación de los animales en sábado para llevarlos a comer y beber, Jesús llama la atención a la forma equivocada como se observaba el día de reposo. A un animal se podía ayudar, pero a un ser humano se le negaba toda ayuda. ¿Acaso eran los animales más importantes que los seres humanos? Las tradiciones humanas habían desvirtuado el propósito original del día de reposo. Por ello, Jesús le dijo a la mujer encorvada, quien había estado atada por Satanás por dieciocho años, “mujer, eres libre de tu enfermedad” (Lucas 13:12). Con este acto de curación, el Señor evidenció que estaba cumpliendo el mensaje predicado en Nazaret y que su ministerio era realmente liberador.
Según George B. Caird, todos los días son propicios para liberar a quienes son oprimidos por Satanás, pero, de manera especial, el sábado es el día más oportuno para hacer el bien. Porque el día de reposo además de liberar a los seres humanos de la ligadura del trabajo “es un anticipo del descanso preparado para el pueblo de Dios en su reino, cuando sea liberado de toda atadura. Liberar a los seres humanos del dominio de Satanás y conducirlos al reino de gracia divina, eso es cumplir el propósito del sábado, y no profanarlo.”10
Cada uno de los que habían sido sanados en el día de reposo recordarían que un sábado fueron liberados del yugo del mal. Para la mujer encorvada cada sábado era un día de celebración de su independencia del yugo de Satanás y lo celebraba alabando a Dios. En resumen, Jesús quiso darle a cada uno de los actos de sanidad estudiados una connotación de liberación.
Si se tiene en cuenta que Jesús murió en el sexto día de la semana (Lucas 23:54-56) y que antes de expirar exclamó: “Consumado es” (Juan 19:30), y descansó en la tumba el sábado para resucitar el domingo muy temprano, se observa un paralelismo entre la creación y la redención. En ambos casos, Dios terminó su obra en el sexto día y reposó el sábado. En la creación, Dios reposó para disfrutar el día sábado con la pareja que acababa de crear. En la redención, Jesucristo (Dios hecho hombre) reposó luego de proveer el camino de salvación a “todo aquel que cree” (Juan 3:16). De esta manera, el sábado se erige para el creyente como un memorial tanto de su creación como de su redención.
En Cristo el significado del sábado cobra una dimensión universal. Porque al exclamar “consumado es” en la cruz, el Señor proclamó la liberación de todo yugo o esclavitud a todos aquellos que deciden creer en él. Así, el sábado es un día en el que todo creyente celebra su independencia del yugo del pecado. Dios quiere que cada sábado sus hijos celebren anticipadamente lo que será la liberación final del mal hasta que Cristo venga.
El sábado: una perspectiva escatológica
Usando las palabras del profeta Isaías,11 Jesús declaró en su discurso inaugural en Nazaret que había venido a “predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:19).12 Esta es una alusión al año del jubileo que Dios había instituido en el Antiguo Testamento (Véase Levítico 25). Pareciera que en su predicación Jesús omite algunas expresiones que podrían considerarse hostiles para los gentiles. Por ejemplo, en Lucas 4: 19 Jesús omite referirse al día de venganza de Dios el cual sí es mencionado en Isaías 61:2. La razón de esta omisión no era tanto el temor de ofender a los gentiles, sino porque los judíos se deleitaban en espaciarse en esa frase y deseaban ansiosamente su cumplimiento. Pronunciaban juicios contra los paganos y esperaban que el Mesías viniese para vengarse de toda la opresión sufrida por su pueblo.13
Al expresar que había venido a predicar el año agradable del Señor, Jesús hizo alusión a la promesa de liberación que era muy familiar en la sociedad hebrea. Además del séptimo día, Dios había ordenado que se guardase el año sabático. Cada seis años la tierra debía descansar el séptimo año (Levítico 25:1-7). Para la mente israelita no sólo el séptimo día era reposo, sino también cada séptimo año. En ese año de reposo se liberaba de toda carga a los siervos y oprimidos. La tierra también descansaba, y lo que ella producía de por sí quedaba para beneficio de los desposeídos y de los animales (véase Éxodo 23: 10-11). El descanso sabático anual anunciaba la liberación final que el Mesías traería consigo. De esta manera, el sábado de cada semana de días (séptimo día) o de años (séptimo año) se proyectaba hacia un evento aún mayor: El jubileo.
Dios ordenó a Israel que celebrase el año del jubileo inmediatamente después de las siete semanas de años (Levítico 25: 8-10). Es decir, cada cuarenta y nueve años los israelitas debían santificar el año cincuenta porque era el jubileo. Ese año no sólo era de descanso sino también de emancipación porque se iniciaba con el sonido de la trompeta anunciando la libertad a todos los hombres y mujeres en Israel. El mandato de Dios además indicaba la fecha cuando debía iniciarse el año del jubileo, a los diez días del séptimo mes inmediatamente después de la celebración del día de la expiación (Levítico 25: 9-10).
En el día de la expiación o purificación del santuario, el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo del santuario. En ese compartimento se encontraba el arca del pacto sobre el cual se manifestaba la presencia de Dios. Esta ceremonia debía realizarse sólo en el día señalado por Dios (Levítico 23:27). Durante la celebración del día de la expiación nadie podía entrar en el santuario, excepto el sumo sacerdote (Levítico 16: 17). El objetivo de la purificación del santuario era liberar al pueblo del pecado acumulado durante el año (Levítico 16:16-20, 30-33).
Terminada la ceremonia del día de la expiación (Levítico 16) se debía tocar trompeta en todo Israel anunciando que Dios había perdonado los pecados del pueblo y que comenzaba el jubileo. Es decir, el sonido de la trompeta proclamaba la liberación de los israelitas tanto del pecado como de su cautiverio en la sociedad israelita, y además les anunciaba la recuperación de sus posesiones. En el jubileo, quienes por necesidad se habían visto forzados a venderse y prestar servicio a sus hermanos quedaban libres de toda obligación y la propiedad volvía al poder de sus dueños originales (Levítico 25:10, 13, 28, 39-41, 54).
En resumen, para los israelitas el sonido de la trompeta que anunciaba el año del jubileo significaba la liberación de todo lo que los oprimía. Las familias que se vendían quedaban libres y todas las deudas quedaban canceladas y se empezaba una nueva vida libre de cualquier yugo. Para mantener constante en la mente de su pueblo el concepto de liberación, Dios les ordenó descansar tanto en el séptimo día de la semana (Deuteronomio 5: 15) como cada séptimo año. Este nuevo significado que se agregó al descanso sabático tenía como objetivo prefigurar la liberación final que traería la venida del Mesías, siendo el punto culminante el año del jubileo o año agradable del Señor.
Al definir Jesús su ministerio en términos del “año agradable del Señor” le dio un significado especial porque el año del jubileo ya no se aplicaba literalmente en Palestina en los días de Jesús.14 Este hecho ha llevado a interpretar el “año agradable del Señor” o jubileo predicado por Jesús como el tiempo de salvación, como el gran jubileo de la liberación final que Dios obra a favor de su pueblo.15
Hoy Jesucristo intercede por “todo aquel que en él cree” (Juan 3:16) en el santuario celestial (Hebreos 8:1-3). El profeta Daniel (8:14) profetizó que la purificación de este santuario empezaría al terminar los 2300 días (años).16 En cumplimiento de esta profecía, la purificación del santuario celestial empezó en 1844. Desde entonces, Jesús, el sumo sacerdote (Hebreos 4:14-16; 8:1-3), intercede por los fieles en el lugar santísimo. Cuando Jesucristo termine su intercesión también se tocará trompeta anunciando el final de la expiación y el inicio del jubileo final. Jesús vendrá por segunda vez a esta tierra “con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios” (2 Tesalonicenses 4:16). La trompeta anunciará la liberación final del yugo del pecado para dar inicio al jubileo eterno. El sábado apunta hacia ese cumplimiento.
Cada séptimo día de la semana, los cristianos tienen la oportunidad de recordar que Dios es su Creador y Libertador. Dios sigue obrando con el mismo poder que se requirió en la creación para re-crear en el ser humano un nuevo corazón, porque en el milagro de la conversión de una persona el poder creador de Dios está presente. Dios sigue liberando a los seres humanos de toda esclavitud y servidumbre y los invita a celebrarlo cada séptimo día. La observancia del sábado es un testimonio continuo de su poder creador y libertador. Es un recordatorio para los cristianos que son criaturas de Dios en camino hacia la renovación y libertad final que sólo él les ofrece. En última instancia el descanso sabático es un gusto anticipado del reposo y la gloria futura, es un gusto anticipado de lo que será la liberación final en ocasión de la segunda venida de Cristo.
Así como el Israel literal fue liberado del yugo egipcio, el pueblo de Dios a través de todas las edades, incluyendo los que viven en el tiempo del fin, ha sido liberado del yugo del pecado (Romanos 6:16-18). No es casualidad que Cristo concibiera su misión redentora como la realización del descanso y liberación prometido por el sábado (Lucas 4: 18-21; Mat. 11:28; Juan 5:17, 9:4). De esto se desprende que el sábado es un memorial continuo no sólo de la creación, sino también, de la redención de la humanidad.
El sábado no es un día más de la semana, es el día del Señor que apunta hacia su venida y la liberación final. El creyente encuentra en el sábado un motivo de celebración y gozo. Muéstrese entonces esa alegría y esperanza en cada celebración sabática. La próxima vez que diga a su hermano o hermana en la fe “feliz sábado” que realmente signifique: “deseo que te regocijes al considerar el poder creador de Dios al renovar tu ser cada día, y que goces de la libertad que Jesús te dio al morir en la cruz.” Cada sábado proclámese con jubilo: “¡en Cristo somos libres! ¡seámoslo siempre!”
¡MARANATHA!
Referencias Bibliográficas y Notas al Pie
Duane L. Christensen, Word Biblical Commentary. Deuteronomy 1-11 (Dallas, TX: Word Books, 1991), 117.
Gary Cohen, “The Doctrine of the Sabbath in the Old and New Testaments,” Grace Journal 6 (Spring, 1965): 10.
Samuele Bacchiocchi, Reposo divino para la inquietud humana (Michigan: s/editorial, 1980), 132.
D. A. Rausch también observa en Deut.5:12-15 un motivo humanitario en el concepto del sábado, porque era el propósito divino que tanto los hombres como animales no trabajasen los siete días de la semana y sean esclavizados como lo fueron los israelitas en Egipto. Rausch, “Sabbath” en Evangelical Dictionary of Theology, ed. Walter A. Elwell (Grand Rapids, MI: Baker, 1984), 964.
Niels-Erick Andreasen, Rest and Redemption (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1978), 52.
Abraham Joshua Heschel, The Sabbath: Its Meaning for Modern Man (New York: Farrar, Straus, and Young, 1951), 23.
Varios teólogos han percibido la importancia de Lucas 4:18-19. Por ejemplo, Hans Conzelmann considera que en este pasaje se encuentra resumida la esencia del programa mesiánico. Theology of St. Luke (London: Faber, 1960), 180. Asimismo, G. B. Caird sostiene que la intención de Lucas al citar este incidente al inicio del ministerio de Jesús es “porque anuncia el plan que ese ministerio va a seguir.” The Gospel of St. Luke (Harmondsworth: Penguin, 1963), 86. En su comentario sobre el evangelio de Lucas, John Nolland reconoce que Luc. 4:16-30 es ampliamente considerado por los estudiosos del Nuevo Testamento como un pasaje programático en el ministerio de Jesús. Word Biblical Commentary. Luke 1-9:20 (Dallas, TX: Word Books, 1989), 195.
Los términos “libre,” “desata,” y “desatar” usados en Luc. 13:12, 15, 16 tienen la misma raíz verbal en el original griego que se traduce: DESATAR, PONER EN LIBERTAD, LIBERAR.
Según J, Massyngbaerde Ford, Isaías 61 era usado tanto en la celebración del día de la expiación como en la inauguración del año del jubileo. “Reconciliation and Forgiveness in Luke´s Gospel,” en Political Issues in Luke-Acts ed. Richard J. Cassidy y Philip J. Scharper (New York: Orbis Books, 1983), 82.
En su tesis doctoral, David Peter Seccombe concluye que el termino “año agradable” es el equivalente en la versión de la Septuaginta a la expresión conocida en Palestina para referirse a la intervención de Dios para salvar a su pueblo y está relacionada con el jubileo. David Peter Seccombe, Possessions and the Poor in Luke-Acts (Linz, Austria: Studien zum Neuen Testament un Seiner Umwelt, 1982), 53-54.
Véase Elena de White, El deseado de todas las gentes (Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas, 1955), 203-10.
Véase J. B. Payne, “Jubilee, Year of,” The International Standard Bible Encyclopedia (1982), 1143.
Un análisis del inicio de esta profecía y la interpretación de las primeras setenta semanas destinadas al pueblo de Israel puede encontrarse en la tesis doctoral de Brempong Owusi-Antwi, The Chronology of Daniel 9:24-27 (Berrien Springs, MI: Adventist Theological Society Publications, 1995). Asimismo puede ser de gran ayuda el libro editado por Frank B. Holbrook, 70 Weeks, Leviticus, Nature of Prophecy (Hagerstown: Review and Herald, 1986).
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