Adán

El autor(a) Pastor Marcelo Solis, Graduado en la Universidad de Costa Rica.

Categoría: Sermones y Bosquejos

Introducción

Cuando estudiaba la primaria y empecé a ver la clase de Ciencias Naturales, mi maestra enseñaba que el mundo llegó a su existencia por evolución. Y aseveraba que nosotros los seres humanos descendemos de los monos. Aunque en ese tiempo no era un fiel creyente ni estudioso de la Biblia, esa idea no me gustó, porque yo no quería tener como familia de entre mis antecesores a un animal, peor a un mono.

Mi abuelo materno tenía un mono en su casa, y cierta vez el agresivo animal se le lanzó a mamá y la rasguñó. Aunque me gustaba mirarlo, sin embargo, ni loco me acercaba a él. Y ahora, pensar que de esos animales descendemos los humanos, eso para mí significaba una burla para todos nosotros. Es como que me dijeran: tus padres son monos, y tu abuelo un chimpancé. Es una burla para el ser humano, es una burla para los animales, y es una burla para Dios.

El origen del hombre

La Biblia relata el origen de la humanidad y de las civilizaciones. Aparece el registro en el Génesis, el libro de las primeras cosas.

El Génesis nos informa que Dios creó al ser humano a su imagen y a su semejanza. Dios hizo a los humanos de ambos sexos. El varón se lo conoce como Adán, y a su pareja, Eva.

La Nueva Biblia de Jerusalén traduce así Génesis 1.27: «Creó, pues, Dios al ser humano , a imagen suya le creó, macho y hembra los creó».

Adán

La palabra hebrea “adam” aparece más de 560 veces en el Antiguo Testamento y casi siempre significa “hombre” o “ser humano”. Sin embargo, veamos a continuación algunos detalles importantes sobre la persona Adán del Génesis:

  1. Adán es de tierra y aliento (Génesis 2:7).

  2. Adán es a imagen de Dios (Génesis 1:27). Esto bien pudiera entenderse como una afirmación global de majestad y perfección. El ser humano, al igual que Dios y al contrario de los animales (a los que el hebreo llama behemah, mudo), posee un lenguaje y una conciencia para meditar sobre sí mismo y sobre sus relaciones con el mundo que lo rodea. El ser humano puede actuar y responsabilizarse ante Dios, entrar en un contrato con el Altísimo y hacer alianza con Él.

    El biblista francés Pierre Grelot, en su libro Hombre, ¿quién eres? , aporta otro aspecto sobre el tema: «El universo es, en cierto modo, un templo gigantesco que Dios eleva para su gloria. Cuando el templo está preparado, coloca allí al ser humano como “una imagen, según su semejanza”... La única imagen de Dios permitida es el rostro humano. Pero si Dios se representa por la imagen de una persona viva, de un ser humano que habla, para hacer existir las cosas (“Dios dice...”), no por ello queda divinizado el ser humano: “la imagen de Dios” tiene que volverse hacia aquel cuyos rasgos refleja» (p. 30).

  3. Adán es comunidad. Claus Westermann dice: «En Génesis 2.4b–24 esta comunidad (hombre-mujer) constituye la finalidad de la narración: el ser humano formado por Dios de la tierra (2.7) no es todavía la criatura que Dios quería (“no está bien...”); solo tras la creación de la mujer se ha conseguido de verdad la creación del ser humano» (DTMAT, p. 97).

    Podemos dar un paso más y decir que el ser humano alcanza su condición de tal en el proceso de las relaciones comunitarias. Es en la dinámica de la relacionalidad de los individuos donde cada uno desarrolla su identidad particular y aprende a amar. El amor es el vínculo fundante que posibilita lo humano. En otras palabras, la capacidad de los seres humanos de amarse es una manifestación, quizás la más importante, de la presencia del Espíritu de Dios en el mundo.

    Así que Adán es unidad, no parcialidad. No se puede deducir desde este pasaje una norma mayor para el hombre y una menor para la mujer. Nuestra responsabilidad es estudiar el texto con un espíritu de respeto, aceptar las diferencias y luchar contra las desigualdades.

  4. Adán, el mayordomo sobre la creación (Génesis 1:28). Se trata del señorío del ser humano sobre la creación. El hombre es corona de la creación de Dios. Sin embargo, jamás debemos de olvidar que este señorío nos obliga a protegerla de la destrucción.

  5. Adán, un ser caído en pecado, pero acogido por la gracia de Dios, (Génesis 3). Este capítulo es bastante dramático. Después de su caída, Dios se revela, busca a Adán, lo llama, lo invita y lo acoge. Dios se le muestra como gracia. Adán puede comprender estas nuevas formas de ser de Dios porque ahora está enfrentado al dolor y a la conciencia de su fragilidad.

    Elena G. de White hace la siguiente observación en el libro A Fin de Conocerle, pág. 20: Al hombre caído le fue revelado el plan de infinito sacrificio por el cual se lograría la salvación. Nada sino la muerte del amado Hijo de Dios podía expiar el pecado del hombre, y Adán se maravilló por la bondad de Dios al proporcionar tal rescate por el pecador. Por el amor de Dios, una estrella de esperanza iluminó el terrible futuro que se extendía delante del transgresor. Mediante el establecimiento de un sistema simbólico de sacrificios y ofrendas, la muerte de Cristo había de estar siempre delante del hombre culpable, para que pudiera comprender mejor la naturaleza del pecado, los resultados de la transgresión y el mérito de la ofrenda divina. Si no hubiese habido pecado, el hombre no hubiera conocido nunca la muerte. Pero en la víctima inocente contemplaba los frutos del Hijo de Dios en su lugar...

    El Hijo de Dios es el centro del gran plan de redención que cubre todas las dispensaciones. Es el "Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo" (Apocalipsis 3: 8). Es el Redentor de los caídos hijos de Adán en todos los siglos del tiempo de gracia humano. "En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4: 12).

Adán fuera del Antiguo Testamento

Después del cautiverio, en medio de la opresión de sus enemigos, los judíos empezaron a teologizar sobre lo que significaba la caída de Adán. Se echaba a él y a su pecado la culpa de la muerte, y de la existencia de los males en toda la creación terrestre (2 Baruc 17:3; Jubileo 3:28, 29). Incluso algunos rabinos le culparon más tarde de varios desórdenes cósmicos.

El Nuevo Testamento nos da el verdadero significado teológico de Adán. Frente a las varias posturas modernas que ponen en tela de duda su historicidad, en el Nuevo Testamento se le considera un ser histórico. Lucas 3.38 lo menciona como antepasado de Jesús. Pablo afirma que Adán fue el primer hombre (1 Corintios 15:45-47; 1 Timoteo 2:13, 14), y por todas partes el paralelismo entre Adán y Cristo implica que aquel era en verdad un ser real (Romanos 5:12-21).

Pablo nos enseña que el Pecado y la Muerte entraron por medio de Adán y que en él todos morimos, ya que hay tal tipo de solidaridad entre Adán y la humanidad que nos involucra a cada uno en su pecado y castigo. En varias de sus cartas, Pablo presenta a Cristo como «el postrer Adán» o «el segundo hombre» (1 Corintios 15:45-47) en quien todos los hombres pueden disfrutar de abundante gracia, justificación y vida eterna, de la misma manera que, aparte de Cristo, comparten el juicio, la condenación y la muerte en el primer Adán.

La referencia a «Enoc séptimo desde Adán», que se encuentra en Judas 14, puede ser una referencia histórica a Génesis 5, pero quizás es una forma técnica de referirse al libro de Enoc del cual viene la cita de Judas 14, 15.

Cristo estuvo con Dios en la obra de la creación. Era uno con Dios, igual al Eterno... Sólo él, el Creador del hombre, podía ser su Salvador... Nadie sino Cristo podía redimir al hombre de la maldición de la ley... Cristo se propuso llegar hasta los abismos de la degradación y del dolor del hombre y restaurar al alma arrepentida y creyente a la armonía con Dios. Cristo, el Cordero muerto desde la fundación del mundo, se ofreció como sacrificio y sustituto para los caídos hijos de Adán (Signs of the Times, 13-2-1893).

El encuentro de los dos Adanes según Elena G. de White

“Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando en ellas fueran depositados. Adán, que se encuentra entre la multitud resucitado, es de soberbia altura y formas majestuosas, de porte poco inferior al del Hijo de Dios. Presenta un contraste notable con los hombres de las generaciones posteriores; en este respecto se nota la gran degeneración de la raza humana. Pero todos se levantan con la lozanía y el vigor de eterna juventud… Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba. Reintegrados en su derecho al árbol de la vida, en el desde tanto tiempo perdido Edén, los redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva…

“Cuando se da la bienvenida a los redimidos en la ciudad de Dios, un grito triunfante de admiración llena los aires. Los dos Adanes están a punto de encontrarse. El Hijo de Dios está en pie con los brazos extendidos para recibir al padre de nuestra raza -al ser que creó, que pecó contra su Hacedor, y por cuyo pecado el Salvador lleva las señales de la crucifixión. Al distinguir Adán las cruentas señales de los clavos, no se echa en los brazos de su Señor, sino que se prosterna humildemente a sus pies, exclamando: "¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado!" El Salvador lo levanta con ternura, y le invita a contemplar nuevamente la morada edénica de la cual ha estado desterrado por tanto tiempo…

“Presencian esta reunión los ángeles que lloraron por la caída de Adán y se regocijaron cuando Jesús, una vez resucitado, ascendió al cielo después de haber abierto el sepulcro para todos aquellos que creyesen en su nombre. Ahora contemplan el cumplimiento de la obra de redención y unen sus voces al cántico de alabanza” (El Conflicto de los Siglos, págs. 702, 703, 705, 706).

Conclusión

Está claro, pues, que el origen de la humanidad se explica en el poder creador de Dios. Venimos de las manos de Dios. Somos el resultado del plan del Creador.

Aunque el ser humano, Adán, se desvió del plan original. Dios, en su infinita misericordia creó una operación rescate, para no dejar en su estado caído al ser humano. Dios se ha propuesto restaurarnos por su gracia y amor. Esto será una realidad cuando usted y yo, y cuando cada uno de nosotros le permita que su gracia nos transforme a través del Espíritu Santo.

Apelación

Pronto, muy pronto se abrirá el telón. Y aparecerá la escena maravillosa del encuentro de los dos Adanes. ¡Qué gozosas melodías de victoria se esparcirán sobre las bóvedas celestes! Yo quiero ver ese maravilloso encuentro, y junto con Adán postrarme a los pies de Cristo para adorarlo.

Llamado

¿Permitirás que la gracia del Salvador restaure tu alma? ¿Estarás en ese maravilloso encuentro? ¿Quieres encontrarte ese día con Jesús para postrarte ante sus pies y adorarlo? Hoy te invito a que vengas a Cristo Jesús, tal como eres de pecador mientras escuchas las hermosas melodías del himno: “Tal Como Soy de Pecador”.

Tal como soy de pecador, sin otra fianza que tu amor,

a tu llamado vengo a ti, Cordero de Dios, heme aquí.

Tal como soy, buscando paz, en mi desgracia y mal tenaz,

combate rudo siento en mí, Cordero de Dios, heme aquí.

Tal como soy, con mi maldad, miseria, pena y ceguedad,

pues hay remedio pleno en ti, Cordero de Dios, heme aquí.

Tal como soy, me acogerás; perdón y alivio me darás,

pues tu promesa ya creí, Cordero de Dios, heme aquí.

Tal como soy, tu compasión quitado ha toda oposición;

yo pertenezco todo a ti, Cordero de Dios, heme aquí.

Oremos al Señor y Rey: “Gracias Dios por tu maravilla de crearnos y redimirnos en Cristo Jesús, amén”.

 

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