Es tiempo de Buenas Nuevas

El autor(a) Pastor Marcelo Solis, Graduado en la Universidad de Costa Rica.

Categoría: Sermones y Bosquejos

Introducción

Ben-adad (Hebreos Ben-hadad, “hijo de Hadad [Adad]” [un dios]). Era un rey pagano que ya había tenido sus derrotas, pero en ese tiempo, este rey de Siria, reunió a todo su ejército, subió y sitió a Samaria. La adversidad y el hambre de Samaria fue entonces tan terrible, a consecuencia de aquel sitio, que los habitantes de ese lugar compraban para su alimentación cabezas de asnos por 80 piezas de plata cada una y la cuarta parte de un cab de estiércol de palomas por 5 piezas de plata.

El capítulo 6 de 2 Reyes hace mención de mujeres que se comían a sus hijos. Parecían cumplirse las palabras de Dios por medio del profeta Jeremías: “Les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas, y cada uno comerá la carne de su amigo, en el asedio y en el apuro con que los estrecharán sus enemigos y los que buscan sus vidas” (Jeremías19:9). “La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed; los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quién se los repartiese. Los que comían delicadamente fueron asolados en las calles; los que se criaron entre púrpuras se abrazaron a los estercoleros. Porque se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma, que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías... Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre, porque éstos murieron poco a poco por falta de los frutos de la tierra. Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos; sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del quebrantamiento de la hija de mi pueblo” (Lamentaciones 4:4-6, 9-10).

Desarrollo

En medio de la escena del hambre y la miseria que circundaba al pueblo samaritano, aparece el profeta de Dios, Eliseo, bajo la dirección de la inspiración del espíritu de la profecía para dictar oralmente la santa providencia de Dios a favor de los necesitados, diciendo: “Oíd Palabra del Eterno: Así dice él: Mañana a esta hora, a la puerta de Samaria, el seah de harina (7 lts) valdrá un ciclo (11 grs de plata), y dos seahs de cebada un siclo” (2 Reyes 7:1). Observemos la gran diferencia de los productos alimenticios y su costo. ¡Dios fue bueno con los Samaritanos! Pero como es común entre la gente que siempre existen los incrédulos, he aquí uno de ellos, se trataba de un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba, “respondió al varón de Dios: “Aunque el Eterno abra ventanas en el cielo, ¿sería eso así?" Eliseo respondió: "Tú lo verás con tus ojos, pero no comerás de ello” (versículo 2). Por la incredulidad del príncipe aunque sería testigo ocular del cumplimiento de la profecía de Eliseo, no se le permitiría participar de las bendiciones que traería dicho cumplimiento.

Igualmente, todos aquellos que no crean a Jesucristo serán “condenados” a muerte eterna (ver Marcos 16:16 última parte).

“A la entrada de la puerta había cuatro leprosos que se dijeron uno al otro: ¿Por qué nos quedamos aquí hasta morir? Si entramos en la ciudad, por el hambre que hay, moriremos en ella. Y si nos quedamos aquí, también moriremos. Pasemos al ejército de los sirios. Si ellos nos dan la vida, viviremos; y si no, moriremos” (versículos 3,4). No había escapatoria para los leprosos, estaban como contra la espada y la pared. Debían actuar y no quedarse pasmados o estáticos. La vida sin actividad alguna es una vida vacía y sin sentido.

Ellos ya sabían que un día iban a morir, pero hicieron su último intento de prolongar su vida. A estos leprosos condenados Dios los usó para salvar a todo un pueblo del hambre y la muerte. Si no, veamos todo lo que sucedió: “Se levantaron, pues, al anochecer y fueron al campamento de los sirios. Al llegar al principio del campamento no vieron a nadie. Porque el Señor había hecho que los sirios oyeran estruendo de carros, ruido de caballos y estrépito de gran ejército. Y se dijeron unos a otros: “El rey de Israel ha pagado a los reyes hititas y a los reyes egipcios, para que vengan contra nosotros”.

Así, se habían levantado y huido al principio de la noche, dejando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba. Habían huido para salvar sus vidas.

Cuando los leprosos llegaron a la primera tienda, comieron y bebieron, y tomaron de allí plata, oro y vestidos, y fueron y lo escondieron. Vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron” (versículos 5-8).

En su Soberanía divina Dios protegió tanto a los leprosos como a los samaritanos enviando sus carros celestiales para infundir a estos paganos el terror. Recordemos que cuando Ben-adad invadió a Israel, levantó el sitio cuando oyó el rumor de que los hititas y los egipcios se acercaban para ayudar a Israel (ver 2 Reyes 6:24-7:16). Alrededor del 842 a.C.
Ben-adad [2] fue asesinado por Hazael, quien fue su sucesor y el fundador de una nueva dinastía aramea en Damasco (8:15).

Para entonces, los leprosos que habían comido y escondido el alimento, fueron tocados por el Espíritu Santo, y dijeron uno al otro: “No hacemos bien. Hoy es día de buena noticia, y nosotros callamos. Si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará la maldad. Vamos ahora, y demos la noticia en casa del rey” (versículo 9).

Aplicación

"No hacemos bien". Así como los leprosos de la historia, nosotros estamos en la misma condición, ya condenados a muerte y miserables en nuestra lepra del alma que se llama pecado, pero Dios, en su infinita misericordia nos ha llamado a salvación dándonos el pan del cielo, Jesucristo, y únicamente por él tenemos vida por medio de su Espíritu y la Palabra del Evangelio (buena nueva).

“No hacemos bien” comiendo este pan divino y guardarlo sólo para nosotros, esto es egoísmo, y si no hacemos bien, es obvio que estamos haciendo mal, y el mal es pecado, porque “... el que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, comete pecado” (Santiago 4:17). De modo tal que quien guarda sólo para sí mismo este bendito evangelio de salvación y no lo anuncia a las multitudes de gente que hoy perecen por falta de conocimiento de Dios y de su Palabra, cometen pecado. Se hacen cómplices del enemigo de las almas que sólo desea la perdición y la muerte eterna de todos los seres humanos.

Hermanos y hermanas, no ayudemos a Satanás callando o viviendo un cristianismo silencioso. Es hora de manifestar a todo el mundo condenado que en Cristo Jesús hay esperanza de salvación y vida eterna.

  • Hoy es día de buena noticia, y nosotros callamos.

  • Hoy es día de buenas nuevas, y nosotros permanecemos en silencio.

  • Hoy es día de salvación, y nosotros no la anunciamos.

  • Hoy es día de decirle a la gente que Cristo viene, y nosotros estamos dormidos.

  • Hoy es día de que la gente conozca la verdad, y nosotros que la tenemos la guardamos para nosotros mismos.

  • Hoy es día de que las personas conozcan al verdadero Dios para que le adoren, y porque nosotros callamos, ellos siguen en pos de los falsos dioses.

  • Hoy es día de que la gente conozca la verdad del sábado, y nosotros no la enseñamos.

  • Hoy es día que la gente conozca que hay esperanza de resurrección para vida eterna para todos los que mueran en Cristo, pero nosotros no lo estamos diciendo.

  • Hoy es día de anunciar que “la hora del juicio ha llegado”, y nosotros dormimos como las cinco vírgenes insensatas.

  • Hoy es día de decirle al impío que se aparte de sus malos caminos, y nosotros más bien andamos en esos caminos de muerte.

  • Hoy es día de buena nueva de gozo y salvación.

¿Sobre quién caerá este pecado silencioso? ¿A cuántos se les demandará la sangre de su prójimo, de sus hijos, de sus esposos?

Hermanos y hermanas, hoy es día de buenas nuevas, y no es posible que sigamos en silencio. Salgamos y anunciemos el Evangelio del Reino imperecedero donde morarán los que tengan la vida eterna. No esperemos más tiempo. En el cielo hay mucho lugar, no seamos egoístas. “No hay tiempo que perder”.

“Salgamos ahora” y no esperemos hasta que amanezca, no vaya a ser que este mismo mal de callar nos alcance y también en la mañana gloriosa de la venida de Jesús seamos hallados culpables y cómplices de la perdición de muchas almas que pudieron haberse salvado por nuestra predicación del Evangelio de Cristo Jesús.

Recuerden que los leprosos estaban en medio de la noche; era el momento más oscuro de sus vidas, y fue en ese preciso momento cuando sus corazones resplandecieron con la gloria del amor de Dios. Antes del amanecer ellos dieron la buena nueva al pueblo hambriento.

Así nosotros nos encontramos en la hora más oscura de la historia pero pronto, muy pronto, vendrá la gloriosa mañana de la aparición de Nuestro gran Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo; y es antes de ese maravilloso amanecer que el mismo Rey del Universo nos encomienda a nosotros, pecadores leprosos, anunciar al mundo entero las Buenas Nuevas de salvación. ¿Iremos? ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a trabajar para Cristo? ¿Cuántos de nosotros deseamos dejar de ser egoístas? ¿Cuántos quisiéramos recibir las bendiciones del Rey compartiendo el pan espiritual?

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