Infinito amor

El autor(a) Maday García Cruz, predicadora Iglesia de Hatuey, Camagüey.

Categoría: Sermones y Bosquejos

Ilustración: Se cuenta la historia de una joven escocesa, que abandonó la casa paterna y se transformó en una mujer de mal vivir en Glasgon. Su madre la buscó por todas partes, pero sin resultado. Al fin hizo colgar su propio retrato en una de las habitaciones de la casa de "Misiones de Media Noche", donde concurren las mujeres perdidas. Muchas de estas de paso echaban una ojeada indiferente al retrato. Pero una de ellas no pudo evitar el quedarse mirándolo. Era el mismo rostro que había visto inclinarse sobre ella cuando era niña. La madre no había olvidado ni abandona a su desagradecida hija, porque si así fuera, nunca hubiera colgado su retrato en un sitio de tan poca reputación y moral como ese. Parecía como si sus labios se abrieran y murmuraban:

  • Ven a casa, yo te perdono y aún te amo. La pobre joven cayó abrumada por la emoción. Ella era la hija pródiga. Al ver el retrato de su madre su corazón se conmovió y se arrepintió verdaderamente de sus pecados.

También hace 20 siglos hubo alguien que tuvo que retratar su amor, no en cuadro, sino en una cruz y morir como el más vil de los malhechores, para que hoy tú y yo al ver en la cruz a Cristo crucificado sintamos el deseo de volver a una plena armonía con él.

Leer Juan 3:16. Es la más conmovedora historia de amor. Dios se propone con ese infinito amor recuperarnos para vida eterna. Él tiene un conocimiento especial de cada uno de nosotros.

Ilustración: Se dice que hay una tribu tan primitiva que no tiene noción de aritmética. Nunca cuentan. Alguien preguntó a uno de ellos cuántas ovejas tenía.

  • No lo sé fue la respuesta.

  • Entonces, ¿cómo sabe si faltan 1 o 2?

  • Por la cara de la que falta.

Asimismo Dios te recuerda, te conoce a ti íntimamente, él conoce tus necesidades y anhelos.

Para muchos le es difícil creer en un amor como el de Dios, un amor infinito, un amor sin límites. Aunque somos indignos perdonadores él nos ama.

Ilustración: Daniel Bechudere un joven predicador cuenta que en su niñez su mamá trató muchas veces de hacerle comprender que Jesús murió por él. Pero nunca él pudo comprender como una persona podría morir por otra, hasta un día en que le ocurrió una aventura con una abeja enfurecida. Un día estaba jugando solo en el fondo del patio y de repente una abeja comenzó a zumbar alrededor de su cabeza con la firme intención de picarlo. El niño trató de espantar a la enfurecida abeja, pero al ver que no podía, corrió a donde estaba su madre pidiendo auxilio, su madre al darse cuenta de lo que pasaba se quitó la pañoleta que traía sobre sus hombros y cubrió al niño, sus brazos quedaron descubiertos y la enfurecida abeja clavó su aguijón en ella. Al ver cómo su mamá se había expuesto al peligro y había sufrido el dolor por él, le dio mucha pena y le conmovió muchísimo cuando dijo: “No tienes nada que temer ahora, porque el aguijón que quiso clavar en ti lo ha dejado en mi brazo“.

El amor de Dios para con nosotros no cambia, es inmutable, a pesar de nuestra conducta, él estuvo dispuesto a tomar tu lugar y regalarte la vida eterna.

Cuando andamos errantes, separados de Dios, pensamos que Dios nos aborrece, pero es necesario que comprendamos que él hace distinción entre el pecado y el pecador. Dios aborrece el pecado porque destruye la vida humana, pero ama al pecador porque es valioso y de gran estima para él.

¿Qué hace el pecado?

  1. Isaías 59:1-2 – nos separa de Dios.

  2. Romanos 3:23 – somos destituidos de la gloria de Dios.

  3. Romanos 5:6-11 – el hombre estaba en enemistad con Dios y el sacrificio de Cristo sirvió de puente para la recolección.

En el versículo 7 podemos observar que dice que no es fácil encontrar a alguien que quiera morir en el lugar de un justo. ¿Cuánto más grande y supremo tiene que ser el sacrificio divino?, al Dios dar a su único hijo y cuán grande el amor de Jesús al estar dispuesto a regalar su vida a favor de un mundo perdido del cual tú y yo formamos parte.

Nosotros amamos a nuestros hijos mucho antes de que ellos sepan que los amamos, así también mucho antes que hubiésemos siquiera pensado en Dios, ya estábamos en su pensamiento.

Si eres padre o madre sabrás valorar cuánto se ama a un hijo, ¿estarías dispuesto a dar un hijo tuyo, para que otros que no te conocen, ni te aman puedan tener vida?

Dios no escatimó nada, le dio todo, todo por amor a ti, eres de infinito valor para él, y su amor hacia ti es infinito.

Ahora bien, ya Dios hizo todo lo que está de su parte para que puedas conocer lo que está de su parte para que puedas conocerlo y llegar a amarlo, él te ofrece vida eterna, una vida diferente sólo debes creer en él.

Y como único puedes creer en él, es relacionándote con su carácter, conociéndolo profundamente. Aunque usted no lo sabía:

  • Dios lo ha estado amando todo este tiempo.

  • Aunque usted haya vivido una vida sucia y depravada, Dios te está esperando para recibirte y perdonar sus pecados.

  • El quiere que la luz del evangelio se encienda en tu alma para que tú puedas seguir el camino de tu vida gozoso.

Si nadie te ama, Dios te ama, si nadie cuida de ti, él cuida de ti. Si nadie te quiere, él te quiere. Aquí está Jesús y te dice: Yo te amé tanto que di mi vida por ti, sígueme, confía en mi y tendrás la bendición mía en esta vida, y la eternidad asegurada.

Ilustración: Cierto niño pobre y de pocos recursos hizo un banquito de madera para jugar. Todos los días iba al río a jugar con su barquito, lo ponía en la parte alta del río donde había una cascada y corría por toda la rivera para volverlo a tomar cuando pasaba la cascada. Un día su barquito después que cruzó la cascada desapareció. Aquel niñito entristeció grandemente pues aquel era su único juguete.

Pasó el tiempo y un día en una feria el niño se puso a mirar un puesto de venta de juguetes usados y ¡Qué sorpresa para él al descubrir allí a su apreciado barquito! Rápidamente le dijo al vendedor que aquel barco era suyo, que él lo había hecho y que se le había perdido, pero no logró que el vendedor se lo diera, y tuvo que trabajar muy duro para obtener dinero y cuando lo obtuvo fue y compró su barquito. ¡Qué feliz se sentía!, con alegría en su corazón y lágrimas en sus ojos regreso a su casa diciendo: Barquito mío ya nadie nos podrá separar jamás, ahora eres mío dos veces, eres mío porque te hice y eres mío porque te compré.

Así también le pertenecemos a Jesús dos veces, somos de él porque nos creó y le pertenecemos porque nos compró con su vida. Te invito amigo que me escuchas que desde allí donde estás sentado aceptes ese gran amor de Dios en tu vida, y que mientras escuchas el himno final le digas a Dios: Señor Jesús, quiero corresponder a tu amor, ayúdame a creer en ti. Amén.

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