Categoría: Historias Infantiles
Dick era un pequeño y amable niño que tenía seis años de edad. Ya él había cumplido un año de estar en la escuela, y de hecho estaba muy orgulloso de esto. Le gustaba mucho la escuela, y quería mucho a su maestra; pero había una cosa que no podía cumplir bien, y esto era llegar a la escuela a tiempo.
Yo no diría que él llegaba tarde todas las veces; esto nunca se lograría. Pero de vez en cuando, tres o cuatro veces en la semana el pequeño Dick se pasaba ambulando por el salón de clase tomándose de cinco a diez minutos para al fin sentarse después de todo el mundo haberse sentado.
La maestra hacía todo lo posible por hacerle entender que eso no estaba correcto. Algunas veces la maestra lo hacía pararse en la esquina del salón y otras veces lo enviaba a su casa, pero todo era en vano. Ya su madre no sabía que hacer con él; y a pesar de que ella lo apresuraba, tal parecía que no había diferencia alguna.
Me parece, que el verdadero problema estaba en que Dick se interesaba tanto en sus juegos que él no se daba cuenta de los minutos que pasaban. En su jardín de la parte de atrás había una caja grande de arena que su papá había hecho para él, parecida a la que estaba en la escuela. Allí Dick se pasaba horas completas jugando solo, haciendo todas clases de túneles y castillos, tal como los niños lo hacen en las playas. Tan pronto él llegaba de la escuela al mediodía, se iba rápido hacia la caja de arena y se quedaba allí, hasta que la madre lo llamaba para almorzar.
Pero, como ya tú puedes adivinar, cuando la madre lo llamaba para almorzar, él no estaba dispuesto a venir. El decía, "espera un minuto, mamá; quiero terminar el castillo".
La mamá le concedía el minuto, luego volvía a llamarlo.
La madre llegó al punto de cansarse de todo esto, y decidió que había que hacer algo para cambiar esa rutina. Ella dijo entre sí, "de alguna manera Dick tiene que aprender a apreciar el tiempo, y la importancia que hay de no dejar para otro día lo que, se puede hacer hoy".
Al día siguiente como de costumbre Dick llegó de la escuela al mediodía y se fue a jugar de nuevo a la caja de arena. La mamá le dio tiempo para que se divirtiera y luego lo llamó para el almuerzo.
"Espera un minuto"- exclamó Dick. Estoy fabricando un puente, pues si no lo termino se derrumbará al suelo".
La mamá no volvió a llamarlo la próxima vez, y muy serenamente Dick prosiguió con su puente. Al cabo de una hora él comenzó a sentir hambre, y vino por su almuerzo, todo parecía estar en calma y silencioso dentro de la casa. Llamó a su madre, pero no apareció. No había ni señas de almuerzo. Todo había sido limpiado y guardado. Dick hubiera gritado si hubiese estado seguro que había alguien quien lo pudiera oír; pero, puesto que estaba solo, quiso mostrar que era hombre para llorar y no lo hizo. Luego se recordó de la escuela, y de la promesa de la maestra, que sería castigado severamente si volvía a llegar tarde, se decidió ir a la escuela y por fin quiso asegurarse para no llegar tarde. Pero indiscutiblemente, él llegó tarde.
Una sorpresa le esperaba. No había nadie allí. No había ni un niño, ni un maestro en todo aquel lugar. ¿Qué habría sucedido?
Pensó en quedarse esperando para ver sí volvían y decidió ir a la caja de arena de la escuela a jugar solo.
Después de una hora Dick oyó las voces alegres de todos los niños que se acercaban, y en pocos minutos toda la clase de preescolar llegaba al patio de recreos junto con la maestra.
"Fuimos todos invitados al jardín de una dama"- clamaron todos los niños excitados: "Sí, dijo uno, y ella nos permitió coger manzanas y peras de los árboles, también nos dio cosas buenas de comer", gritaron otros.
"¿Y dónde estabas tú Dick? Te has perdido un buen obsequio'', dijo la maestra. "Esta fue la gran sorpresa que les prometí varias semanas atrás; nos gozamos mucho".
Dick comenzó a llorar, yo desearía ir ahora, dijo gimiendo. "Temo que no puede ser"; dijo la maestra. "¿Pero por qué tú no vienes a la escuela a tiempo?"- Yo-no-no-sé, su-pon-go-que vine muy tarde".
El pobrecito Dick se encontraba tan perturbado que la maestra no le dio el castigo extra que ella le había prometido. Ella dijo haber pensado que él había sido lo suficiente castigado al perderse ese obsequio especial de sorpresa. Pero ella tomó la resolución que si él volvía a llegar tarde, esto le causaría problemas.
Nunca más tuvo Dick que ser castigado por llegar tarde. Para él perderse de ese obsequio especial y dejar de almorzar en su casa, fue mucho sufrirlo todo en el mismo día. Él decidió que sería mejor hacer lo que la madre y la maestra le ordenaran.
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