Categoría: Historias Infantiles

Un día, Carlos y Roberto encontraron una vieja bicicleta en el basural de la ciudad. Eso era justamente lo más que ellos querían. Siempre hablaban de bicicletas, soñaban con bicicletas y miraban las bicicletas cada vez que podían. El padre miró esa vieja y herrumbrada bicicleta y les dijo que no les iba a servir para nada, pero eso no les importó a los muchachos. De modo que cargaron la bicicleta y la trajeron a la casa.

Cuando la madre la vio se puso a reír, pero no les dijo que ella y el padre estaban pensando comprarles una bicicleta nueva. Eso iba a ser una sorpresa.

Al día siguiente, Carlos y Roberto trabajaron duramente con aquel despojo de bicicleta. Usaron destornilladores, pinzas, una llave inglesa y queroseno. Por fin la arreglaron pensando que ahora funcionaría. Pero por extraño que parezca, la bicicleta no anduvo. Las ruedas estaban herrumbradas que chirriaban.

Carlos entró a la cocina donde la madre estaba preparando la cena. Era casi la hora en que el padre regresaría del trabajo. Y le dijo:

• Mamá, ¿me permites salir con la bicicleta y rodarla por la pendiente abajo? Sobre el terreno parejo no anda; tal vez pensé que se aflojaría si voy con ella por la pendiente hacia abajo mientras Roberto me empuja.

• La madre detuvo su trabajo, miro al niño y le dijo:¿Qué harías al llegar a la base de la colina si de repente cruza un automóvil? Esa bicicleta no tiene frenos.

• ¡Oh, me tiraría al suelo!, contestó Carlos rápidamente allí el pasto es alto y blando.

• No, es mejor que no hagas eso, dijo la madre reflexivamente, no quiero que hagas eso, puedes lastimarte.

A veces Carlos era terco y salió de la cocina golpeando la puerta detrás de él.

• Mamá no nos deja ir, le dijo Carlos a Roberto que estaba aceitando la cadena endurecida. No nos deja hacer nada. Me parece que de todas maneras me voy a ir con la bicicleta.

• Será mejor que no vayas, le advirtió Roberto, esa vieja bicicleta no sirve. Se puede quebrar en pedazos y tú tendrías una caída peligrosa. Además, vas a recibir una buena paliza.

• No me importa, dijo Carlos, voy a ir a divertirme de todas maneras.

Así se fue por el costado del camino, se apoyó sobre una piedra alta y montó la herrumbrada bicicleta. Dando un impulso con su pie descalzo, siguió por el borde del camino justo cuando el padre entraba en la casa.

Roberto oyó a Carlos dar un grito, entonces oyeron un ruido de metales. El padre y Roberto corrieron a rescatarlo. Carlos había visto un auto que venía por la carretera al pie de la colina. Entonces se apuró a parar la bicicleta y los dedos de su pie se engancharon en la herrumbrada cadena que le peló toda la piel. Entonces Carlos se tiró al suelo, pero no cayó sobre el blando pasto, sino sobre las raíces retorcidas y duras de un roble.

El padre y Roberto lo levantaron y le ayudaron a volver a casa. Quedó todo arañado y lastimado de pies a cabeza.

La mamá ni siquiera lo reprendió cuando le lavó las heridas y lo vendó. Ciertamente, fue bondadosa con él que no pudo sino llorar por haber sido un niño desobediente.

Entonces el padre abrió la puerta de la cocina y entró una nueva y hermosa bicicleta. Le dijo a Carlos:

• Me hubiera gustado que tuvieras un poco más de paciencia, Carlos. Ahora no podrás andar en esta nueva bicicleta hasta que tus pies queden bien sanos.

• Carlos volvió su cabeza hacia la pared y empezó a llorar. Entonces dijo: Todo hubiera salido bien si yo no hubiera sido malo con mamá y no le hubiera desobedecido. Creo que el diablo me acompañó con esa vieja bicicleta.